Campaña contra el hambre de Manos Unidas

Campaña contra el hambre de Manos Unidas

11 de febrero de 2007

Sabes leer, ellos no. Podemos cambiarlo. Estas palabras recogen el sentido de la Campaña anual de Manos Unidas 2007. Son palabras que, de forma muy directa, golpean en nuestra conciencia ante un drama de la humanidad: el analfabetismo que mantiene a millones de personas, particularmente niños y jóvenes, al margen de buena parte de los bienes de la cultura y el desarrollo.

«Manos Unidas», Organización Católica, nos invita a unirnos a su lucha, decidida y generosa, contra el hambre, el subdesarrollo y sus causas. La financiación por Manos Unidas de cientos de proyectos de desarrollo en Asia, África, América y Oceanía es la mejor prueba de lo que es capaz de lograr el amor cristiano. La caridad mueve los corazones de las personas de buena voluntad, al reconocer en cada hermano que sufre el rostro de Cristo, que nos sigue recordando sus comprometedoras palabras: «Tuve hambre… tuve sed…»

«Manos Unidas», nos presenta cauces para participar en la tarea emprendida:

«El día del ayuno voluntario», uniéndonos mediante el sacrificio a todos aquellos hermanos nuestros que ayunan porque no tienen pan para satisfacer su necesidad.
«Campaña anual contra el hambre», materializando en ayuda económica el fruto de nuestro sacrificio para promoción de proyectos solidarios para los más necesitados.
La «Oración», para que Dios mueva el corazón de los responsables de la tierra, y construyan un mundo más acorde al destino que Él dio a los bienes creados.

Queridos diocesanos, os invito a apoyar los propósitos de «Manos Unidas» que son una luz de esperanza en los ojos de muchos hermanos que les permita gozar de los bienes de la educación, condición indispensable para su más pleno desarrollo.

Tengamos también muy presente en este domingo a todos los enfermos, pues celebramos la Jornada Mundial del Enfermo coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora de Lourdes. El Santo Padre nos invita una vez más a tomar conciencia del mundo del dolor, un mundo verdaderamente duro y difícil. La Iglesia, a través de sus miembros y de sus instituciones, sigue estando muy cerca del hombre que sufre para aliviarle espiritual y materialmente en su situación, consciente de las palabras del Señor: Venid, benditos de mi Padre, porque estuve enfermo y vinisteis a verme … Que la Santísima Virgen conforte a los que están enfermos y sostenga a todos los que han consagrado su vida y su tiempo, como buenos samaritanos, a curar las heridas físicas y espirituales de quienes sufren.

X JOSÉ MARÍA YANGUAS SANZ

Obispo de Cuenca