Con flores a María

Con flores a María

6 de mayo de 2007

Queridos diocesanos:

Qué sabio es el pueblo cristiano que conserva el rico patrimonio de la devoción a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, desde el comienzo de la Iglesia en todos los lugares del mundo, y la honra con lo mejor que tiene y con las pruebas y expresiones de su amor filial. Una muestra de ello es este mes de mayo, mes dedicado desde tiempo inmemorial a María por ser el mes de las flores, de la primavera, de la belleza, de la vida.

Inmersos en la celebración del 50 Aniversario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de las Angustias, Patrona de la Diócesis, el mes de mayo adquiere, este año, un tono celebrativo más intenso y esmerado. María se nos presenta como camino seguro para ir a Jesús, el único Salvador y Redentor del mundo y del hombre. María nos enseña a poner los ojos y la vida toda en el que es ayer, hoy y siempre, en Jesucristo. Con ella aprendemos a vivir bajo la mirada de Dios y pendientes siempre de su voluntad.

La oportunidad mariana que viviremos durante estos días de mayo nos debe servir para profundizar en el misterio de nuestra Madre; para descubrir su puesto corredentor en la salvación del mundo. Nos debe servir para intensificar nuestra confianza y nuestro amor a María, para tratar de vivir más sincera y generosamente como Ella vivió en todo momento y circunstancias de nuestra vida. El rezo personal y comunitario del Santo Rosario, el ejercicio de las Flores a María, la peregrinación a Santuarios Marianos, tan abundantes en nuestra Diócesis, pueden ser algunas de las manifestaciones de amor y devoción a María que podemos vivir durante este mes.

Iniciaba estas líneas con un reconocimiento a nuestro pueblo cristiano que ha sabido mantener viva la devoción a María. Nosotros la hemos recibido de quienes nos precedieron, especialmente de nuestros padres, quienes supieron trasmitirnos en el marco insustituible de la familia la fe en Dios y el amor a María. Tarea evangelizadora que debe continuar realizando esa Iglesia doméstica que es cada uno de los hogares cristianos. Sembremos en los niños y en los jóvenes, sin complejos y desánimos, la semilla de la fe, preparándoles con esmero para que reciban los Sacramentos de la Eucaristía y de la Confirmación que durante estos meses se administrarán en un buen número de nuestras parroquias. Como instrumentos en las manos de Dios no dejemos de sembrar con esperanza.

Con mi bendición

X JOSÉ MARÍA YANGUAS SANZ

Obispo de Cuenca