Beato Pedro Tomás de la Virgen del Pilar, carmelita descalzo, mártir

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Beato Pedro Tomás de la Virgen del Pilar, carmelita descalzo, mártir

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Pedro de Alcántara Fortón y de Cascajares nació en Zaragoza el 26 de abril de 1888.

Bautizado al día siguiente, recibió la confirmación el 5 de mayo de 1893.

El 29 de septiembre de 1904 ingresó en el noviciado de los Carmelitas Descalzos en el Desierto de Las Palmas, donde profesó el 15 de octubre de 1905.

Terminados sus estudios, fue ordenado sacerdote el 30 de junio de 1912.

Fue elegido prior de Valencia en 1924 y de Zaragoza en 1927.

En 1933 fue nombrado consejero provincial y conventual de Villanueva de la Jara y capellán de la comunidad de Carmelitas de esta localidad conquense.

En julio de 1936 viajó a Barcelona para predicar la novena de la Virgen del Carmen. Obligado a abandonar el convento, aunque iba vestido de seglar, fue reconocido por los revolucionarios, quienes le propinaron una paliza en plena calle, y dándole por muerto, lo abandonaron en la esquina del convento. Dos guardias lo trasladaron al hospital de San Pablo, donde estuvo hasta el 10 de octubre, en que los milicianos se lo llevaron a las costas de Garraf (Barcelona) y en el paso de la “Mala dona” lo arrojaron al mar. Tenía 48 años.

Beatificado en Roma el 28 de octubre de 2007.

En estas líneas es imposible traerlo todo a colación, por eso, como simple motivación hacia su persona, presento unos rasgos generales de lo que fue su vida y su servicio a la Orden.

Desde el primer momento de su ingreso en el convento asumió con determinada determinación, usando una frase de N. Madre Santa Teresa, el seguir a Jesucristo con espíritu de abnegación y entrega. Y este deseo le acompañó toda la vida: Cuando ingresó en nuestra Orden no alardeó de su noble condición humana asumiendo un desasimiento de todo y durante toda su vida religiosa, hasta en su misma muerte. Incluso tuvieron que pasar muchos años para poder descubrir el lugar de su sepultura.


El Señor lo labró y pulió, como nos lo recuerda N. P. San Juan de la Cruz en las Cautelas, a través de las minucias que brotan inesperadamente en la vida religiosa, incluso en aquello que humanamente pudiera haber sido su triunfo y su gloria. Es el caso de la fundación de un convento que su familia preparó en Calanda, la construcción del nuevo convento de Zaragoza, la bella decoración que puso en la capilla del Colegio de Valencia, las imágenes y complementos ornamentales que preparó para la nueva fundación de Zaragoza, etc. etc. Estas tres obras, grandiosas e impresionantes, no pudieron lograr un éxito definitivo. Todo esto, según los testimonios que poseemos, lo asumió con profundo sentimiento de fe.


Fue una persona culta y con sensibilidad de artista. Discípulo del pintor valenciano Giner, hermano del arquitecto que diseñó la iglesia de la calle Alboraya de Valencia, y que también decoró algunas de las pinturas de la bóveda de la misma iglesia, le enseñó la técnica suficiente para ser un buen pintor. Ya antes, el P. Roque de San José, pintor y amigo personal de Porcar, conociendo sus buenas cualidades, le había introducido en los principios fundamentales de la pintura. Pocas obras se conservan de él pero son suficientes para juzgar esta faceta de su vida.


La sensibilidad de artista le llevó también a escribir algunos ensayos de poesía. Fundamentalmente en ellos describe el estado de su ánimo personal que a través del Carmelo supo encontrar una respuesta a la llamada del Señor.
Orientaba hacia la vida religiosa a aquellas personas que se dirigían espiritualmente con él y en las que descubría valores vocacionales. Fue experto y exigente director de almas, especialmente de religiosas consagradas. Para él una respuesta a la llamada del señor exigía una “determinada determinación”, que era su lema; mientras dirigía a sus penitentes no permitía ocupar el tiempo en otros quehaceres que no fuesen este.


Amante de las tradiciones y valores del Carmelo Teresiano procuró recuperar gran cantidad de libros y otras pertenencias antiguas de la Orden perdidas en la exclaustración del siglo XIX. La biblioteca y archivo del convento de Zaragoza dan prueba de ello. Siendo Prior de esta casa encomendó al pintor P. Angélico Cabañas la galería de famosos carmelitas Descalzos, todavía visible en sus claustros conventuales.

La corona del martirio:


Circunstancias especiales obligaron al P. Pedro Tomás a permanecer en Barcelona durante aquellos días luctuosos de julio. Acudió desde Villanueva de la Jara a la Ciudad Condal a predicar la novena del Carmen en el Convento de Carmelitas Misioneras de Monsegni (Gracia) y participar en la toma de hábito de una joven orientada por él a la vida religiosa. Presidió también la profesión de otras diez hermanas novicias de la misma comunidad. Cumplida su misión pensó abandonar la ciudad con destino a Francia, pero los designios del Señor eran otros.


Son varios los testimonios que hemos podido recoger sobre el martirio y la muerte del P. Pedro Tomás. Tendremos más oportunidades para dedicarnos a ellos. Basta recordar la declaración de un testigo que vio cómo lo maltrataban al verse obligado a abandonar el convento: El testigo cuenta lo que presenció: “con palos, con mazos y herramientas le golpearon cruelmente y le magullaron, entre dicterios, insultos, salivazos y blasfemias. En medio de la confusión hizo el Padre un esfuerzo y se desprendió de ellos; pero al momento le cogieron, y nuevos y más fuertes golpes descargaron sobre él”.


Lleno de espanto lo contemplaba el pariente de una Carmelita de Gracia que le había escuchado los sermones de la Novena; y dice que cuando lo estaban apaleando le oyó exclamar:

-Hijos míos; ¿qué os he hecho para que así me maltratéis?” Es la misma queja que se escuchó a Jesús al ser maltratado en su pasión. Pocos días después moría arrojado en el mar.

José León Santiago, Vicepostulador OCD

 

 

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