Beatos Cruz Laplana y Fernando Español
Beatos Cruz Laplana y Fernando Español
Beato Cruz Laplana y Laguna, obispo y mártir
El 3 de mayo de 1875, en Plan, pequeño pueblo del Pirineo de Huesca, nació, Cruz de Jesús Laplana y Laguna quien, con el tiempo, sería obispo mártir de Cuenca.
Sus padres D. Alonso Laplana y de Rins, y Dña. Josefa Laguna Fumanal tuvieron diez hijos de los cuales sólo cuatro llegaron a la mayoría de edad: Manuel, el heredero, Cruz de Jesús, Plácido y Ascensión.
D. Cruz vio la luz en Plan (Provincia de Huesca y diócesis de Barbastro) a las tres de la mañana del día 3 de mayo de 1875, siendo bautizado el mismo día en la parroquia de San Esteban, protomártir.
El pequeño D. Cruz era vivaz y emprendedor, pero a la vez afectuoso, respetuoso y obediente con sus familiares; diligente en los estudios, disponible, equilibrado, justo, leal, distinguiéndose entre los demás por su religiosidad.
En el Colegio de Huesca (1885-1886)
En otoño de 1885 D. Alonso Laplana inscribe a su hijo como alumno interno del Colegio de los Padres Escolapios de Huesca. En el verano de 1886, teniendo once años, el joven Cruz expresa su deseo de ingresar en el Seminario. A pesar de la inicial oposición de sus padres, D. Cruz logró convencerlos de la nobleza y seriedad de sus propósitos, quería ser sacerdote.
El seminario de Barbastro (1886-1898)
D. Cruz tenía once años al ingresar en el seminario de Barbastro. Algunos testimonios de familiares y compañeros del seminario, describe así su figura en esta etapa: “cordialidad con todos, ejemplaridad, piedad profunda y aprovechamiento total del tiempo. Le tenían en suma estimación y aprecio, y como el colegial más ejemplar del seminario”
Ordenación Sacerdotal y estudios en la Pontificia Universidad de Zaragoza (1898.1902). Superior del Seminario y docente universitario (1900-1912).
Fue ordenado sacerdote un 24 de septiembre de 1898, fiesta de la Virgen de la Merced, y fue a celebrar su primera misa en Zaragoza junto a la Virgen del Pilar.
Después de ser ordenado sacerdote fue mandado a Zaragoza para proseguir sus estudios. Comenzó Derecho canónico en la Universidad Pontificia de Zaragoza. El 29 de septiembre de 1900 fue nombrado profesor auxiliar de dicha Universidad y formador del seminario de San Carlos. Poco después de doctorarse se le nombró profesor ordinario, oficios a los que se dedicó con alma y cuerpo.
Actividad pastoral en Caspe (1912-1916)
Aunque la docencia y la formación de los seminaristas eran tareas que agradaban al joven sacerdote, asumió con el mejor ánimo el oficio de ecónomo de Caspe. La conducta de D. Cruz en esta parroquia fue ejemplar. Todos le tenían en concepto de un sabio en ciencias eclesiásticas, se recuerda su celo y caridad en relación con los pobres, con los enfermos y con todos los feligreses en general y en particular.
Nuevo destino: Parroquia de San Gil de Zaragoza (1916-1922).
En 1916 opositó en la ciudad de Zaragoza a un concurso como párroco. D. Cruz aprobó la oposición en primer lugar siendo enviado por el arzobispo a la iglesia de San Gil, en la capital de Aragón.
Como párroco D. Cruz visitaba frecuentemente a sus feligreses. Procuraba estar informado de sus problemas y necesidades y estar siempre disponible para socorrer las necesidades de su parroquia. En su nuevo destino le dio un gran impulso a la catequesis, estableció las Conferencias de San Vicente de Paúl, promovió reuniones de estudio y ciclos de predicación, invitando a estas actividades a algunos sacerdotes e incorporando a su trabajo apostólico a un número cada vez mayor de laicos, sobre todo jóvenes.
Obispo de Cuenca (abril 1922-agosto 1936).
Fue nombrado obispo de Cuenca el 23 de junio de 1921 al quedar vacante la sede por renuncia del anciano titular de esta diócesis Mons. Wenceslao Sangüesa y Guía.
La ordenación episcopal fue presidida por el Cardenal Arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevilla y Romero, en la Basílica de Ntra. Sra. del Pilar el 26 de marzo de 1922. A la semana siguiente, el día 2 de abril se procede a la toma de posesión de la diócesis por medio del Decano de la Catedral de Cuenca, el Rev. Eusebio Hernández Zazo y el día 8 de abril entra la capital conquense.
El Beato Cruz gobernó la diócesis durante catorce años, de 1922 a 1936. Durante su episcopado consigue de la Santa Sede que el Seminario Conciliar esté bajo su potestad, procurando reformar los estudios, la formación científica y espiritual, dando un reglamento para la disciplina e interesándose siempre en primera persona de los problemas de la comunidad del Seminario.
Reproducimos a continuación lo recogido por D. Sebastián Cirac pues en su trabajo contó con los testimonios de personas que estuvieron presentes en los acontecimientos:
«Cuando estalló el Movimiento Nacional el 18 de julio de 1936…La noche del 19 de julio de 1936 una cuadrilla de rojos armados obedeciendo órdenes del Régimen y de los Partidos marxistas cercaron el Palacio Episcopal de Cuenca montando una guardia permanente sin dejar entrar ni salir a nadie.
Dentro del Palacio se vivía con ansiedad ante las noticias confusas que se podían coger con un aparato de radio pequeño que poseía D. Fernando, y ante la actitud de la chusma armada. Después, en la puerta del Palacio estalló una bomba infernal, que había sido puesta por los marxistas. Una comisión y un emisario de la Guardia Civil, concentrada por el Gobernador en el Seminario, pudo llegar hasta el Sr. Obispo y le propuso que se disfrazase de Guardia Civil para marcharse con ellos; pero el Sr. Obispo agradeció la intención y rechazó la proposición que se le hacía, insistiendo siempre en su punto de vista: “Yo no puedo marchar por temor al peligro; mi deber está aquí cueste lo que cueste”.
El día 23 pudo entrar en el Palacio el Sr. Deán, que se ofreció a estar con el Sr. Obispo, pero éste le dijo: “Yo tengo la obligación de hacer frente a la situación, por muy difícil que sea”. El día 28 una cuadrilla de milicianos rojos armados penetró en la Casa Episcopal con intención de prender al Sr. Obispo, que se hallaba rezando en la capilla; al enterarse de lo que pasaba, sumió con reverencia las hostias consagradas que había en el Sagrario y salió tranquilamente al encuentro de los milicianos. Estos se llevaron al Sr. Obispo al Salón del Trono y le preguntaron dónde tenía el dinero, a lo cual respondió: “Yo no tengo dinero”. Registrando allí, hallaron una caja fuerte con dinero y títulos del Patronato de la Cuba, de la Diócesis, etc. Entonces le dijeron: “¿No decías que no tenías dinero?” “No tengo dinero, porque ése no es mío, sino de la Diócesis y de algunas Fundaciones”.
Poco después, entre milicianos armados con fusiles, pasaban por la calle desde el Palacio Episcopal hasta el Seminario el Sr. Obispo con sus familiares, D. Fernando, D. Manuel y Dña. Carmen… En todo esto la actitud del Sr. Obispo y de sus familiares fue serena y dócil, sin ninguna resistencia ni oposición.»
«De la vida del Seminario recogí datos concretos y muy detallados del portero ya difunto, así como de otros sacerdotes, vivos todavía o difuntos, y de algunos familiares de los sacerdotes allí custodiados, o de otras personas; algunos datos están detallados en el citado libro.
Durante su estancia en el Seminario, los sacerdotes y la Guardia Civil respetaron y guardaron al Sr. Obispo todas las atenciones de su alta jerarquía; pero los marxistas, sobre todo en cuadrillas de milicianos armados, llamaron varias veces al Sr. Obispo, lo injuriaron de palabra y con toda clase de amenazas en la forma más cruel e ignominiosa. De esto fueron testigos el portero y otras personas. Tanto en estos casos como en el resto de la vida ordinaria el Sr. Obispo no perdió la serenidad ni el dominio de sí mismo, y parecía que a las injurias y a los peligros sonreía como mirando a los lejos.
Gran parte del día y de la noche se la pasaba de rodillas rezando en su habitación y también hablando con los sacerdotes, a los que infundía serenidad y confianza en la Providencia divina y aún fortaleza para morir por la fe y la dignidad sacerdotal, si Dios pedía este sacrificio».
«Una vez marchados los Guardias Civiles, el Seminario quedó a merced de los milicianos y de la chusma roja. En el Seminario pasaban los días llenos de angustias mezcladas con la esperanza del martirio en el sentido más auténtico y sagrado de la palabra; tenía el consuelo de poder celebrar la Santa Misa o comulgar, de rezar el Rosario y de guardar reservado el Santísimo. El Sr. Obispo infundía aliento a los demás y procuraba que en la mesa hubiera alegría y hasta buen humor; bendecía con gran placer a los sacerdotes que podían marcharse. A veces le preguntaban los sacerdotes: “¿Qué tal Sr. Obispo?” Y, sonriente y tranquilo, respondía: “Bien, renovando el acto de contrición a cada momento y pidiendo al Señor que me haga conocer en cada instante su voluntad y me dé fuerzas para cumplirla”.
Así pasó el Obispo de Cuenca los últimos días de su vida precisamente en el Seminario que había constituido, juntamente con los sacerdotes, el principal objeto de sus afanes y preocupaciones, sufriendo, orando y disponiéndose a sacrificar su vida por el Seminario, por la Diócesis, por España y por Jesucristo. […]
El hecho fue a la medianoche entre el 7 y el 8 de agosto de 1936. Cuando la cuadrilla de milicianos, enviada por las autoridades marxistas y masónicas de Cuenca, llamaron a la puerta del Seminario y les abrió el portero, le mandó a éste que llamara al Obispo. El portero trágicamente amedrentado, llamó a D. Fernando y le dijo: Que llaman al Sr. Obispo a la portería. D. Fernando llamó a la puerta de la habitación del Sr. Obispo y le comunicó lo que sucedía; después de un buen rato salieron los dos, sin duda después de haberse confesado y absuelto mutuamente, a juicio del mismo portero ya difunto, de quien recibí estas noticias que inmediatamente puse por escrito. Luego salió el Sr. Obispo acompañado de su Familiar D. Fernando con paso decidido y serenamente al encuentro de la cuadrilla de milicianos armados que le esperaban»
«El Sr. Obispo y D. Fernando, rodeados por la cuadrilla de milicianos armados, salieron del Seminario y bajaron a la ante plaza, donde esperaba el autobús preparado.
El autobús de la muerte partió de la ante plaza del Ayuntamiento y atravesó cautelosamente las calles de la ciudad (…) Cuando el auto de la muerte llegó al kilómetro 5 de la carretera de Villar de Olalla, en el cerro más arriba del Puente de la Sierra, un poco a la derecha de la carretera, se paró y se bajaron a tierra […] mientras los milicianos se disponían a disparar, el Sr. Obispo y su Familiar, D. Cruz y D. Fernando, se arrodillaron, se absolvieron nuevamente el uno al otro, hicieron la señal de la cruz sobre sí mismos, se levantaron, se abrazaron, se cogieron de la mano y dijo tranquilamente el Sr. Obispo: “Ya estamos dispuestos… Que Dios os perdone, como yo os perdono, y os bendigo…” D. Fernando dijo: “Yo también…” Mientras el Obispo de Cuenca trazaba la señal de la cruz sobre los asesinos, un miliciano disparó un tiro contra la mano y otra bala penetró en la sien del prelado; al mismo tiempo el cuerpo de D. Fernando caía en tierra ametrallado por una lluvia de balas».
Al día siguiente una carreta los llevó hasta Cuenca donde sus cadáveres fueron sepultados en una fosa común. Al finalizar la guerra D. Cruz y D. Fernando fueron exhumados el 16 de octubre de 1940.
Fue beatificado por Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.
Beato Fernando Español Berdié, sacerdote y mártir
El Siervo de Dios nació en el Valle de Benasque situado en el extremo norte del Pirineo Aragonés, caracterizado por un paisaje montañoso.
Familia, nacimiento y estudios (1875-1898).
En la biografía de D. Sebastián Cirac se nos ofrecen algunos detalles esenciales de su biografía:
«D. Fernando nació el 11 de octubre de 1875 en Anciles, Provincia de Huesca, y Diócesis de Barbastro. Sus padres fueron D. José Español y Dña. Constantina Berdié; fueron fervorosos cristianos, que tuvieron cinco hijos, de los cuales dos hijas profesaron como religiosas Adoratrices»
En cuanto a sus estudios, D. Fernando fue alumno de las Escuelas Pías de Zaragoza entre 1887 y 1892. Poco después entró en la Facultad de Derecho de la misma ciudad (1892-1898) donde se licenció en Derecho civil y canónico.
Vocación sacerdotal. Seminario de Barbastro. Primeros años del ministerio sacerdotal (1898-1921).
De este periodo nos vuelve a hablar D. Sebastián Cirac:
«En el Seminario de Barbastro sé que le fueron dispensados o conmutados algunos años de carrera eclesiástica según el plan de Barbastro, pero no sé el número específico de años y de asignaturas convalidados. Estudió intensivamente el Latín, la Filosofía escolástica y la Teología».
Ordenado sacerdote el 1 de junio de 1901, será en el mismo mes cuando sea destinado a Ormella. Después a Lezue (noviembre 1901-septiembre 1902), coadjutor de la parroquia de San Francisco de Barbastro (septiembre 1902- mayo 1907), y por fin párroco de Grustau (junio 1907-octubre 1921) y de Plan (3 de noviembre de 1921).
Actividad en Cuenca (abril 1922- julio 1936).
Un día de 1921, cuando D. Fernando vivía feliz en su parroquia, recibió una carta de D. Cruz en que le decía: “¿Quieres compartir conmigo la cruz que el Señor ha echado sobre mí?” Y a la invitación para acompañarle como familiar al Obispado de Cuenca contestó D. Fernando aceptando la participación en la cruz y renunciando a su vida feliz como cura de almas en una aldea.
También aquí seguiremos las declaraciones de D. Sebastián Cirac en la instrucción del proceso diocesano:
«Después de la entrada en Cuenca, D. Fernando opositó al beneficio con carga de Maestro de ceremonias de la Catedral. Ejerció con exactitud y perfección este cargo durante varios años. Más tarde el Sr. Obispo premió sus servicios con una canonjía de gracia, que creo fue concedida por el Patronato que administraba la provisión de beneficios o prebendas de gracia según el Concordato. Como canónigo y como familiar, así como sacerdote y hombre, D. Fernando era exacto y aún riguroso consigo mismo en el cumplimiento de sus deberes. El principio de su conducta fue siempre el amor y el temor de Dios. Fue siempre leal hasta la muerte al Sr. Obispo, a la Iglesia y aún a los demás.
D. Fernando fue sencillo, alegre y expansivo; […] pulcro y ordenado, pero sin ninguna afectación. Nadie hubiera pensado que en aquel cura de aldea, en el Maestro de ceremonias de la Catedral o en el Canónigo de Cuenca había un señor abogado con un porvenir brillante, al que renunció sin pensar más en él. Fue también profesor del Seminario, aunque de asignaturas secundarias y diversas, y siempre cumplió con exactitud, sencillez y suma bondad, siendo querido y venerado por todos sus discípulos. Su vida de piedad desde que se unió al Sr. Obispo de Cuenca fue paralela a la de éste, pues muchos actos de piedad los realizaban en común».
En el proceso de beatificación D. Manuel Torrero Laviesiera, portero del Palacio episcopal, declaró: «Lo que más admiré [de D. Fernando] fue el comportamiento de aquella noche cuando lo sacaron del Seminario; que no querían que fuera, pero él se empeñó, y, aunque le dijeron que “te vamos a matar”, dijo “que me maten, yo no dejo de acompañar a mi señor”».
Sufrió el martirio junto a su obispo el 8 de agosto de 1936.
Fue beatificado por Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.
La totalidad de esta biografía está tomada de la Positio presentada a la Congregación para las Causas de los Santos para la beatificación de los beatos Cruz Laplana y Fernando Español. Fernando Rojo O.S.A., 1994.
ORACIÓN
Para pedir una gracia por la intercesión de los Beatos Cruz Laplana y Fernando Español
“Oh Dios y Padre nuestro
que concediste a los beatos Cruz Laplana y Fernando Español
la gracia de permanecer fieles a ti hasta la muerte.
Alcánzanos imitar su ejemplo, desear ardientemente tu gloria
y permanecer firmes en la fe hasta el final de nuestros días.
Dígnate concedernos su pronta glorificación y el favor que, por su intercesión, te pedimos”
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
(Con licencia eclesiástica)
Para comunicar favores dirigirse a:
Delegación de las causas de los santos
C/ Obispo Valero 1, 16001, Cuenca
Correo electrónico: d.santos@diocesisdecuenca.es