Carlos Arribas ha sido ordenado diácono en su parroquia natal

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Día grande para nuestra Diócesis el 22 de Diciembre. En una solemne ceremonia, celebrada en su Parroquia natal de Casasimarro, Carlos Arribas Carretero, seminarista de nuestra Diócesis, recibía el sagrado orden del diaconado de manos de Mons. José María Yanguas Sanz, obispo de Cuenca. La eucaristía comenzó a las doce del mediodía y fue concelebrada por cerca de sesenta sacerdotes procedentes de toda la provincia de Cuenca y diócesis vecinas que arroparon al candidato brindándole su afecto y cariño. También asistieron los alumnos de los Seminarios Diocesanos así como un nutrido grupo de religiosas. La Parroquia se llenó de fieles de la localidad que no quisieron perderse la sagrada ordenación, amén de aquellos amigos y familiares que se desplazaron de otros lugares haciendo propia la alegría del neodiácono.

Tras ser llamado por su nombre y acercarse al obispo diocesano, el prelado pronunció la homilía en la que destacó que «el Diácono encarna en la Iglesia el espíritu de servicio que debe caracterizar a cada uno de sus miembros. Tu vida, pues, ha de recordar a todos esa característica de la existencia cristiana. El celibato que hoy te comprometes a vivir te será de ayuda en ese compromiso de servicio a todos. De manera especial te corresponde a partir de hoy la atención y cuidado delos pobres y desvalidos, a imitación de aquellos primeros varones llenos de Espíritu Santo y sabiduría». Además, el obispo, parafraseando a San Isidoro de la Iglesia, recordó al candidato que «el deber especial del diácono de leer el Evangelio manifiesta que deberás cuidar de que la Palabra de Dios informe tu vida. A los diáconos les corresponde ayudar a los sacerdotes y servir (ministrare) en todo lo que se hace en los Sacramentos de Cristo, en el bautismo, testigo, con el santo crisma, con la patena y el cáliz, traer la oblación al altar y arreglarlo, preparar la mesa del Señor y revestirla, cargar la cruz, proclamar el evangelio».

Tras estas palabras, Carlos Arribas prometió obediencia al obispo diocesano, recibió la imposición de manos y fue revestido con la dalmática, vestidura de los diáconos, por parte de su párroco, D. Salvador Jiménez Tórtola. Tras estos ritos, se dispuso a preparar el altar en la presentación de ofrendas, ayudando al obispo en el curso de la celebración.

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