Carta del Sr. Obispo: «La gran historia de Dios con los hombres se sigue escribiendo en las pequeñas historias de los hombres y de los pueblos»

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Queridos diocesanos:

El próximo domingo, solemnidad de la Ascensión del Señor, conmemoramos el último de los misterios de la vida de Jesús, con el que se completa  su Pascua, su paso de este mundo al Padre. En este día, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Fenómeno el de las comunicaciones sociales entre los más característicos de nuestro tiempo. La técnica ha hecho posible la apertura de nuevas vías para comunicar “con gran facilidad noticias, ideas y doctrinas”.

Entre dichas vías, la Iglesia destaca aquellas que “por su naturaleza no solo pueden llegar y mover a los individuos, sino a las mismas multitudes y a toda la sociedad humana, tales como la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros semejantes que, por ello, pueden llamarse con razón medios de comunicación social”.  Que la Iglesia les presta especial atención lo demuestra, por ejemplo, el hecho de que el Concilio Vaticano II les dedicara uno de sus documentos, un amplio Decreto de 25 números, que lleva justamente por título: Sobre los medios de comunicación social. Es bien conocido el extraordinario desarrollo de algunos de esos “otros medios semejantes” (las redes) de que habla el Concilio: su capacidad de comunicación ha superado en muchos caso la de los medios “clásicos” de comunicación, constituyendo un fenómeno dentro del fenómeno.

La Iglesia es consciente de que  la información es necesaria en la sociedad moderna y reconoce y promueve el derecho a la información. Individuos, comunidades, la sociedad en general tiene derecho a estar informados. El recto uso de este derecho reclama una información que sea respetuosa con la verdad, la justicia y la caridad, y que sea presentada de un modo honesto y conveniente, exigencias a las que, por desgracia, no siempre se rinde tributo. Abundan, por el contrario, noticias falsas que no se corresponden con la verdad de las cosas; noticias “falseadas” más o menos intencionadamente; noticias que invaden irrespetuosamente terrenos que pertenecen a la intimidad de las personas;  noticias que hacen del insulto grosero, de la interpretación sesgada, o de lectura claramente parcial, armas al servicio de intereses que no son el de  la simple “comunicación de noticias, ideas y doctrinas”.

Cada vez más, la Iglesia usa de estos medios de comunicación social para llevar a cabo la misión que ha recibido de su Señor. Su empleo es un deber para mejor cumplir con su misión y un  derecho que no puede serle caprichosamente coartado y del que no puede ser injustamente privada.

El lema que propone el Papa para este año: “Para que puedas contar y grabar en la memoria. La vida se hace historia” está tomado de un pasaje del libro del Éxodo (10, 2). El Papa sabe que “desde la infancia tenemos hambre de historias, como tenemos hambre de alimentos. Ya sean en forma de cuentos, de novelas, de películas, de canciones, de noticias”. Es consciente de que esas historias y relatos influyen, y no poco, en nuestras vidas, ya que “nos enseñan, plasman nuestras convicciones  y nuestros comportamientos; nos pueden ayudar a entender y a decir quiénes somos”. De ahí su enorme importancia. “A menudo, dice el Papa, en los telares de la comunicación, en lugar de relatos constructivos, que son aglutinantes de los lazos sociales y del tejido cultural, se fabrican historias destructivas y provocadoras, que desgastan y rompen los hilos frágiles de la convivencia. Recopilando información no contrastada, repitiendo discursos triviales y falsamente persuasivos, hostigando con proclamas de odio, no se teje la historia humana, sino que se despoja al hombre de la dignidad” (Francisco, Mensaje, n. 2, 24 de enero de 2020).

Los cristianos sabemos que hay una “historia” que entreteje todas las demás historias particulares, sean  de individuos o de pueblos. La Biblia es el gran relato de la historia que contiene todas las historias. Es, como dice el Papa, “la gran historia de amor entre Dios y los hombres” que comunica sentido a todo lo que sucede. El actual es un momento especialmente propicio para recordarlo. La gran historia de Dios con los hombres se sigue escribiendo en las pequeñas historias de los hombres y de los pueblos.

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