La solemnidad del Corpus Christi es una de las fiestas del calendario litúrgico más queridas por el pueblo cristiano, y es celebrada con especial entusiasmo y fervor. Así quiere significarlo el conocido dicho popular que dice: “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de las Ascensión”. Lamentablemente ninguna de ellas es hoy celebrada también civilmente; pero trasladado el Corpus al Domingo –como las otras dos fiestas del dicho-, no dejan por eso los fieles cristianos de celebrarla con solemne Misa y Procesión eucarística por las calles de nuestras ciudades y pueblos, a la vez que jalonan su recorrido con altares y engalanan los balcones de sus casas con colgaduras y otros adornos.
En numerosos lugares, el Santísimo Sacramento es acompañado por las niñas y niños que han hecho ya la Primera Comunión en el día de la Ascensión, o la hacen precisamente en la fecha de hoy. El sonido de la música, las flores que adornan los altares, las plantas olorosas que cubren el suelo al paso del Señor en la Eucaristía, los cánticos y las ropas de día de fiesta ponen de manifiesto que este es un gran día para los cristianos.
La fiesta del Corpus Christi comenzó a celebrarse a comienzos del siglo XIII en la ciudad de Lieja. Al inicio la celebración tuvo solo carácter local, pero poco a poco fue extendiéndose a otras ciudades y regiones de la cristiandad. La repetición de algunos milagros eucarísticos en la segunda mitad del siglo XIII hizo que la devoción a la Sagrada Eucaristía y la celebración del Corpus Domini fuera tomando carta de ciudadanía en las tradiciones piadosas del pueblo cristiano y ocupara un puesto cada vez más importante entre las celebraciones cristianas. En 1263 tuvo lugar en Bolsena, Italia, un famoso milagro que conmovió a toda la cristiandad y dio un definitivo impulso al establecimiento de esta fiesta: mientras celebraba la Misa en la ciudad de Bolsena un sacerdote que albergaba dudas sobre el misterio de la Eucaristía, observó como en el momento de la Consagración manaba sangre de la Sagrada Forma. Milagros parecidos tuvieron lugar en otros lugares de la Europa cristiana, entre ellos el conocido como milagro de los Corporales de Daroca, que tan estrecho vínculo guarda con la Santa Hijuela que se conserva y venera con tanta devoción en Carboneras de Guadazaón.
La vida religiosa de parroquias, comunidades, Órdenes religiosas… se enriqueció desde entonces con numerosas prácticas de devoción que tienen como objeto el misterio de la Eucaristía; nacieron Hermandades y Cofradías cuyo fin principal era la adoración de la Eucaristía; piezas literarias de gran belleza y obras de arte de todo tipo la tuvieron como motivo inspirador; iglesias y capillas de singular belleza se levantaron como lugar en el que custodiarla y venerarla; fue elaborada una rica y finísima orfebrería religiosa expresión incontestable de la fe y piedad de pueblos, ciudades, conventos, etc.
Hoy el pueblo cristiano sigue conservando viva la devoción a la Eucaristía y son numerosas las prácticas de piedad que la tienen al centro: la Visita al Santísimo, la Exposición y Bendición con el Santísimo, los Jueves Eucarísticos, las Cuarenta Horas, la Adoración Nocturna de tanta tradición en nuestros pueblos y que tantos frutos de santidad ha producido y sigue produciendo. Os invito a no perder estas piadosas costumbres.
En la Cruz, Cristo se entregó totalmente al Padre por la humanidad, y esa entrega sigue siendo actual en la Sagrada Eucaristía; nos invita de continuo a poner totalmente nuestra vida en las manos de Dios y a darla por entero en servicio de los demás. Este domingo acompañemos agradecidos al Señor en su “procesionar” por nuestras calles y recibámosle con especial devoción, una vez purificados de nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia.
