Queridos diocesanos:
El pasado miércoles dimos inicio al tiempo santo de la Cuaresma, por lo que este viernes interrumpo el comentario comenzado semanas atrás sobre la encíclica del Papa Francisco, Deus dilexix nos, Sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. La próxima semana, Dios mediante, me ocuparé nuevamente de este bello documento del Pontífice, a quien, os pido, sigáis encomendando intensamente al Señor.
La Cuaresma es un tiempo que nos prepara para la celebración de la Pascua del Señor Jesús. Es tiempo de oración, de penitencia y de amor al prójimo con obras y de verdad. Un tiempo para el examen de la autenticidad de nuestra vida cristiana, de la rectitud de nuestras intenciones y de reconocimiento y confesión contrita de nuestros pecados. Tiempo de conversión, de enmienda, de poner de nuevo orden en nuestros amores, para re-situar el amor a Dios y al prójimo en primer lugar. Es tiempo, sí, de poner orden en nuestros deseos, en nuestras esperanzas, en nuestras intenciones.
Cada vez son más frecuentes y necesarios los momentos de revisión, de control de lo que hacemos, de cómo lo hacemos, de las mejoras que es necesario poner en marcha, de los errores que hay que corregir. Revisión general de nuestro estado de salud, de los vehículos y máquinas que usamos, de la marcha de la empresa, de los resultados obtenidos, etc., con el fin de evitar “sorpresas” que, por descuido, no se han sabido prever a tiempo y después tienen ya difícil arreglo.
También en la vida cristiana son necesarios estos momentos de revisión, de examen, para que no se instalen en ella rutinas, acomodamientos, pequeñas desviaciones en el camino emprendido, concesiones que terminan en la tibieza, en el tedio, esa especie de apatía y de falta de vibración que retraen del seguimiento fiel de Cristo. Es tiempo de un nuevo empeño, con la gracia de Dios, por recobrar frescura y lozanía, optimismo y alegría, ¡vibración!, de manera que nuestra vida sea capaz de contagiar a otros.
“Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, dice el Papa en su Mensaje para este tiempo litúrgico, iniciamos la peregrinación anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza”. La Cuaresma 2025, tiempo de peregrinación en un Año Jubilar. “Tiempo de peregrinar”, de caminar, siguiendo las “llamadas a la conversión que el Señor nos dirige a todos”. A todos, sin excepción, a todos el Señor pide más, y a todos da su gracia para escuchar y responder a las llamadas bien concretas que nos dirige. Sería un grave error excusar nuestra falta de respuesta pensando que ya hacemos bastante, que tenemos poco de lo que pedir perdón a Dios, que ya somos suficientemente justos, “no como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano” (Lc 18, 11), como decía el fariseo que había subido al templo ¡a orar!
Tiempo de “peregrinar juntos”, de caminar juntos, de ser sinodales, dice Francisco, invitándonos a examinar si en nuestra vida “somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. (…) Si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos”.
Tiempo de “caminar juntos en la esperanza de una promesa”, la promesa de la vida eterna, que nos ha ganado Jesucristo con su Pasión, Muerte y Resurrección. Es la tercera de las llamadas a la conversión que el Papa nos hace en esta Cuaresma. Esperanza de la vida eterna que, lejos de alejarnos del empeño por mejorar este mundo, nos empuja al “compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás”. Tres llamadas para vivir una Cuaresma “cristiana”.
¡Feliz Domingo y santo tiempo de Cuaresma!
