Carta semanal del Sr. Obispo: «De populismos y liberalismos»

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Queridos diocesanos:

El capítulo V de la encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco lleva por título: La mejor política. Seguramente es el capítulo de la Encíclica que más reservas y objeciones ha suscitado en determinados ambientes intelectuales y económicos; quizás porque es aquí donde la doctrina del Papa se hace más propositiva y crítica, al mismo tiempo, respecto de algunos de los problemas más acuciantes de nuestro mundo y de nuestro tiempo.

Comienza con una valoración muy positiva de la política, pues la comunidad global capaz de hacer realidad la fraternidad de pueblos y naciones que vivan la amistad social es posible, dice, gracias a una política “puesta al servicio del verdadero bien común” (n. 154). Ni los “populismos” ni los “liberalismos” son ejemplo de esa política.

Según el Papa, las “formas populistas” de la política “utilizan demagógicamente” (n. 155) a los débiles para sus fines. Frente a ellas -que, paradójicamente, no reconocen la legitimidad de la noción de pueblo-, el Papa afirma su plena validez cuando se acepta que la sociedad es más que la simple suma de individuos y se admite que se dan tendencias comunitarias, que se puede pensar en objetivos comunes no obstante las diferencias, y que solo los “sueños colectivos” son capaces de impulsar grandes proyectos (cfr. n. 157). Se forma parte de un pueblo cuando se participa de una identidad común “hecha de lazos sociales y culturales” (n. 158) y solo quienes saben interpretar el sentir de un pueblo, sus tendencias y su dinámica cultural, pueden ayudar a darle unidad, a guiarlo, protagonizando un proyecto duradero de transformación y crecimiento.

Esta valoración positiva de la noción de pueblo degenera en “insano populismo” cuando se “convierte en la habilidad de alguien para instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad” (n. 159).

El “populismo insano” se caracteriza también por su “inmediatismo,” por el ofrecimiento de soluciones rápidas, falsa o no meditadas, a problemas urgentes y complejos, sin empeñarse seriamente en la tarea de promover políticas que permitan a las personas generar recursos para su propio desarrollo (cfr. nn. 161-162).

Por su parte, dice el Papa, las formas liberales de la política están “al servicio de los intereses económicos de los poderosos” (n. 155). Predomina en ellas una visión individualista de la sociedad considerada como “mera suma de intereses que coexisten” (n. 163). Lo que hemos llamado pueblo no existe en realidad, y se tacha de populismo la defensa de los derechos de los más débiles de la sociedad (ibídem). Más allá de los sentimientos de fraternidad interpersonal, se hace necesaria “una organización mundial más eficiente para ayudar a resolver los problemas acuciantes de los abandonados que sufren y mueren en los países pobres”.

Por otra parte, el Papa crítica lo que llama “dogma de fe neoliberal” (n. 168), según el cual el mercado lo resuelve todo, a la vez que lamenta los estragos que sigue produciendo la especulación financiera cuyo fin principal es la ganancia fácil. Es imprescindible “llevar la dignidad humana al centro” y construir sobre ese pilar las estructuras sociales alternativas que necesitamos” (ibídem)n.168). No se logrará si se olvida que no se trata solo de corregir los excesos del “paradigma tecnocrático”, sino de superar el egoísmo que lleva a encerrarse en el propio yo o en el propio grupo” (n. 166).

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