Carta semanal del Sr. Obispo: El relativismo radical es un obstáculo insalvable para cualquier tipo de convivencia, familiar y social, y lleva aparejado un concepto irreal de libertad

Comparte esta noticia
Facebook
X
LinkedIn
WhatsApp

Queridos diocesanos:

En las últimas décadas han ido apareciendo nuevas ideas y visiones de la persona, la familia y la sociedad que contrastan fuertemente con la doctrina de la Iglesia sobre esas mismas realidades. Más rápidamente de lo que quizás podría esperarse, las nuevas ideas se han difundido creando confusión e inseguridad en algunos aspectos decisivos de la vida de los cristianos y de los hombres y mujeres en general. Esta nueva realidad cultural llevó a la Conferencia Episcopal Española a elaborar un texto (El Dios Fiel mantiene su alianza) que sirviera de base para el estudio de las nuevas ideas y para algunas propuestas pastorales. De dicho texto nos ocupamos en esta sección semanas atrás.

En continuidad con lo que expuse en su momento, en las próximas entregas expondré el pensamiento de los Obispos españoles sobre las causas culturales, legislativas y sociales que han influido poderosamente en crear un pensamiento sobre cuestiones humanas fundamentales muy alejado del que hasta ahora era dominante entre nosotros.

Se podría decir que el nuevo “ideario” se apoya en dos ejes fundamentales. Según el primero, no es posible hablar de verdades morales universales, pues no existen y, en consecuencia, no se pueden conocer. Según esto, no se podría hablar de valores y de principios éticos universales. No habría verdades absolutas, no existiría más verdad que la de cada uno, y nadie tendría derecho alguno a proponerla como tal, cuanto menos a imponerla. En el citado documento, los Obispos definen muy bien este modo de pensar, según el cual: “los valores, las normas y el ser de la sociedad no pertenecen a la naturaleza de las cosas, sino que son solo producto de un acuerdo humano, una pura convención” (n. 34);  podrían pues cambiarse fácilmente. Ni la verdad ni el bien tendrían consistencia propia ni carácter de absolutos. Serían fruto de la decisión humana, algo creado por el hombre, en vez de algo descubierto en el ser mismo de las cosas. En realidad, no habría un “ser mismo de las cosas”. Este relativismo radical es enemigo de toda revelación sobrenatural, pues considera que admitirla supondría ofender la dignidad humana, su racionalidad y autonomía.

Según esto, que habría que dar paso a una moral individualista, “anarquista”. Cada uno debería poder obrar como quisiera y “ser feliz a su manera”. Pero esta que podría pasar por una norma general de comportamiento, tolerante y respetuosa de los demás, no lo es en absoluto; más bien, favorece un individualismo radical que termina siempre por ser nocivo para todos los demás. Actuando como quiere, alguien podría impedir que otro fuera feliz a su manera. Los demás serían un obstáculo para la propia felicidad, y uno mismo lo sería para la de los demás, resultando así imposible la convivencia social y favoreciendo un individualismo que podría ser extremadamente dañino para la sociedad

Por otra parte, la regla según la cual cada uno debería poder obrar como quisiere no es tan sencilla como puede parecer a primera vista. No es sencillo determinar lo que uno realmente quiere; puede tener deseos o “quereres” contradictorios, pues lo que puede querer bajo un punto de vista puede no quererlo bajo distinto.

El otro eje fundamental es el de una libertad sin restricciones, una libertad constitutiva de la persona: en vez de tener libertad, la persona “sería” en sí misma, libertad. Esta libertad podría tomar mil determinaciones y el hombre estaría construyéndose a sí mismo de continuo. Pero esto es sencillamente falso, ya que la libertad no es simple indeterminación, y el primer momento constituyente de uno mismo no es fruto de la libertad. No existo como ser libre porque así lo he decidido. Me encuentro a mí mismo siendo libre y, a la vez, inevitablemente condicionado. El relativismo radical es un obstáculo insalvable para cualquier tipo de convivencia, familiar y social, y lleva aparejado un concepto irreal de libertad.

Comparte si te ha gustado