Carta semanal del Sr. Obispo: «En cualquiera de las fases del desarrollo del ser humano vivo, el acto abortivo elimina una vida humana»

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Queridos diocesanos:

Tengo delante de mí algunas noticias publicadas muy recientemente en la prensa y en otros varios medios de comunicación. Todas tienen que ver con la vida humana, no con uno u otro aspecto de esta, sino con la vida humana como tal. Más en concreto, tienen que ver con los primeros momentos de la vida humana. Aunque es un asunto sobre el que he escrito ya en varias ocasiones, me animan a hacerlo de nuevo las noticias a la que me refería más arriba.

Algunas de esas informaciones dan cuenta del crecimiento del número de abortos practicados en España en el último año. También, lamentablemente, en Cuenca. La fría cifra de 306 abortos tiene detrás historias humanas muy diversas. No seré quien juzgue ni siquiera una de ellas. No las juzgo por la sencilla y comprensible razón de que no conozco esas historias personales y nadie, además, me llama a juzgarlas. Pero sí que puedo hablar de “un supuesto de hecho”, del aborto como hecho humano, del aborto voluntariamente llevado a cabo.

Otro motivo por el que me ocupo nuevamente de este delicado tema es el hecho de ver cómo una postura moral contraria al aborto se sitúa en la misma línea con opiniones de un determinado sesgo político o con posturas frente a problemas que nada tienen que ver con el aborto. Que uno sea contrario a este no justifica en modo alguno que, por ese hecho, se le pueda tildar con razón, por ejemplo, de extremista, fundamentalista o machista. Una cosa no conlleva la otra. No tenerlo en cuenta suele ser simple consecuencia de la actitud cómoda y perezosa de quien, en vez de esgrimir argumentos mínimamente convincentes, se limita a lanzar descalificaciones que provocan sentimientos de rechazo, pero con los que se pretende evitar un estudio serio, no partidista ni ideológico, del problema.

Motiva también estas líneas la actitud de algunos, incluso católicos, frente a la defensa de la vida que el Papa ha hecho en los días pasados en su regreso a Roma después de un nuevo viaje apostólico a Bélgica y Luxemburgo. Preguntado sobre cómo conciliar derecho a la vida, defensa de la vida y derecho de la mujer a una vida sin sufrimiento, el Santo Padre ha recordado una enseñanza inmutada en la predicación secular de la Iglesia: el aborto es un homicidio porque se da muerte a un ser humano, se suprime una vida humana. Y es que, desde el momento de la concepción hay vida; no vida en general, sino vida humana. Negarlo sería negar datos incontrovertibles de la ciencia. En cualquiera de las fases del desarrollo del ser humano vivo, el acto abortivo elimina una vida humana. Más, a los primeros síntomas de un embarazo, exclama la madre: ¡Estoy esperando un hijo!

En un asunto como el aborto tan comprometedor para la conciencia de los médicos, no se les puede negar con buenas razones el derecho que les asiste a su objeción realizarlo. Quien lo lleva a cabo no podrá eludir la voz de la propia conciencia escudándose en que está obedeciendo a una ley. Las palabras de los Apóstoles con las que se defienden ante el Sanedrín de haber desobedecido sus órdenes mantienen su plena vigencia sean cuales sean las circunstancias: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5, 29). Sí, las leyes humanas no son siempre garantía de justicia. Sobran tristes ejemplos, antiguo y recientes.

Os deseo a todo un feliz día del Señor.

 

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