Carta semanal del Sr. Obispo: Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada de Vocaciones Nativas

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Queridos diocesanos:

La historia de Dios con la humanidad es una historia de llamadas y respuestas. Al principio Dios llamó todas las cosas a la existencia. Las llamó y les dio realidad, las hizo existir. Así lo recuerda el libro del Génesis al narrarnos la creación del mundo. Todas las cosas que hay en él obedecieron la palabra creadora de Dios, y todas obedecen “naturalmente” a Dios, cumpliendo el fin que Dios les dio. El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, fue creado libre, capaz de obedecer, es decir, capaz, de escuchar la llamada de Dios, de acogerla y de seguirla poniendo en juego su inteligencia y voluntad.

La historia del pueblo de Israel es la historia de una particular llamada del Señor para ser el pueblo de la Alianza y es, a la vez, la narración de las respuestas que este le fue dando a lo largo de los siglos. Y el anuncio del Evangelio representa una nueva llamada del Señor que quiere formar un nuevo pueblo con el que estrechar una nueva Alianza. Todos somos llamados a formar parte de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, pueblo de los hijos de Dios llamados a vivir una vida nueva y edificar el Reino de Dios.

Todos somos llamados a ocupar un puesto en este Reino; todos comensales invitados al gran banquete de bodas de Dios con la humanidad. El último Concilio lo ha recordado con palabras inequívocas: “Es necesario que todos los hombres se conformen a Él hasta que Cristo quede formado en ellos” (Constit. Dogm. Lumen Gentium, 7d). Todo lo que el Concilio dice en los números de esta Constitución acerca del Pueblo de Dios “se dirige por igual a laicos, religiosos y clérigos” (ibídem, 30), aunque sus funciones y misión sean distintas. De manera que el Nuevo Pueblo de Dios es el pueblo de los convocados, de los llamados por Dios en Cristo para vivir la vida del Espíritu.

La Iglesia desea que en este Domingo cuarto de Pascua pidamos por las vocaciones, para que, en primer lugar, aumente en todos nosotros la conciencia de haber sido llamados por Dios, de ser objeto de una llamada que nace de su amor; la llamada a ser hijos de Dios, miembros vivos de la Iglesia, ciudadanos del Reino. Se trata de una llamada, genérica y concreta a la vez. Somos llamados por Dios a ser Iglesia, y a serlo con una llamada específica como célibes o casados, laicos, consagrados o ministros sagrados; cada uno con una vocación específica, en unas determinadas condiciones y circunstancias.

Tenemos pues ante nosotros una doble tarea: la de descubrir que hemos sido elegidos, llamados por Dios con nuestro propio nombre para formar parte de la Iglesia, y la de descubrir cuál es nuestro puesto, nuestra función o misión en ella: somos muchos miembros distintos, pero formando un solo cuerpo; un cuerpo solo, pero constituido por muchos miembros diversos.

En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada de Vocaciones Nativas, la Iglesia se une en oración. Pide al Señor que todos, pero de manera particular los niños, adolescentes y jóvenes, de las viejas y las nuevas Iglesias particulares, escuchen la invitación a seguirle en el proyecto de vida que Él ha pensado para ellos dentro de los distintos caminos de santidad existentes en la Iglesia. Rogamos al Señor para que, con sinceridad, sin miedos paralizantes, sin cobardías, se pregunten en su presencia: Señor, Tú ¿qué quieres de mí? ¿Cuál es tu proyecto para mi vida? ¿Qué camino concreto debo recorrer para encontrarte, ser feliz y hacer felices a los hombres, mis hermanos, llevándolos hasta ti? Que una actitud generosa acompañe siempre, Señor, su respuesta; y que los demás, padres, familiares, amigos, miembros de las comunidades cristianas, acojamos con verdadero gozo y gratitud a las nuevas vocaciones.

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