Queridos diocesanos:
El próximo domingo, 26 de enero, coincidiendo con el Domingo de la Palabra de Dios, feliz iniciativa del Papa Francisco, la Iglesia en España celebra la tradicional Jornada Nacional de la Infancia Misionera, día que ve como protagonistas a los niños y a la misión “ad gentes” encaminada al anuncio del Evangelio a los que no conocen a Cristo, de manera especial a los niños.
Todos recordamos la amable escena, en muchos casos vivida en primera persona, en la que unos niños provistos de sus correspondientes huchas hacían su colecta entre familiares y gentes conocidas, o entre desconocidos y endomingados viandantes de nuestras calles, recabando colaboración económica para las misiones, especialmente para la evangelización, educación y salud de otros niños como ellos. A esas mismas huchas habían ido ya a parar sus pequeños ahorros. De esa manera se despertaba entre los más pequeños el afán misionero característico del cristiano.
Este año damos un paso más en la ejecución del proyecto cuatrienal: “Con Jesús Niño a la Misión”. El lema de este segundo año: “Con Jesús a Egipto. En marcha”, nos recuerda el doloroso episodio de la vida de la Sagrada Familia que se ve obligada a huir a Egipto. La fuerza a ello el odio del rey Herodes que quiere dar muerte a Jesús, rey de Israel, a quien juzga, erróneamente, un serio peligro para su condición de rey. Este momento de la vida de Jesús evoca la trágica situación de cientos de miles de niños que, o con sus familias o en ocasiones solos, se ven obligados a dejar sus casas y su tierra, para dirigirse a destinos desconocidos e inciertos, privados de medios de supervivencia y sometidos a menudo a extorsiones y violencias. Como tantos emigrantes, refugiados y desplazados, la Sagrada Familia se vio forzada a ponerse en camino. Jesús sufrió en su propia carne la misma experiencia de tantos hermanos en nuestros días. Fijemos, pues, la mirada en la Sagrada Familia de Nazaret que se ve forzada a huir, y pensemos en el drama de cuantos, lejos de su tierra, son víctimas de rechazo y explotación, y pidamos para que crezca en todos el sentido de hospitalidad y de generosa solidaridad.
La Infancia Misionera, una Obra del Papa encargada, junto con otras, de apoyar a la Iglesia en los territorios de misión, promueve la ayuda recíproca ente los niños del mundo y sostiene actividades educativas y de formación en la fe. Les invita a colaborar personalmente con sus pequeños ahorros para que los que se encuentran en las Iglesias “de misión” puedan disponer también de lo que a ellos les sobra. De ese modo se despierta en ellos el sentido misionero, algo indispensable en un cristiano, pues desde que se recibe el bautismo, todos somos misioneros. De ese modo, “los niños ayudan a los niños”.
Y como en toda obra de verdadera caridad, también en esta “recibe el que da y da el que recibe”: en efecto, el que da, recibe, pues crece en solidaridad y generosidad, aprende a compartir con quien tiene menos, crece su amor al prójimo y, además, recibirá en su momento el premio de Jesús; y el que recibe, también da, pues ofrece la posibilidad de hacer el bien, da su sonrisa agradecida y nos permite agrandar el corazón, a la vez que descubre que el cristianismo es, sobre todo, amor.
El pasado año la Infancia Misionera contribuyó con más de 18 millones de euros a la formación cristiana, la educación, la salud y la protección de la vida de muchos miles de niños, ejecutando casi tres mil proyectos, sobre todo en África y Asia. Muchos otros están esperando tu colaboración económica y tu oración. Podemos estar ciertos de que se trata de una inversión segura y de que rinde buenos beneficios, beneficios de vida eterna. Seamos pues generosos con nuestra oración y con nuestra colaboración económica.
