Queridos diocesanos:
La Doctrina Social de la Iglesia forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Es una afirmación que posee una gran relevancia considerando que la evangelización es tarea fundamental de la Iglesia. Desde la segunda mitad del siglo XIX se ha ido configurando en el seno de la Iglesia un núcleo de doctrina que ofrece la visión católica sobre la sociedad, tanto más necesaria cuanto más compleja se ha ido haciendo esta con el correr del tiempo.
La visión completa de la persona humana no puede pasar por alto su dimensión social y las realidades humanas de todo tipo que brotan de esa condición esencial del ser humano. A medida que “las cosas nuevas” en este campo se sucedían, siempre con mayor rapidez, resultaba más que oportuno que los Papas iluminaran con la luz del Evangelio la vida social. La moral católica no podía limitarse al estudio de la bondad o malicia de las acciones personales; se imponía analizar y estudiar la sociedad que los hombres iban construyendo y en la que desarrollaban sus vidas, sin excluir los sistemas políticos y económicos, contemplados en cuanto más o menos conformes con la dignidad de la persona humana. Resultaba cada vez más imprescindible afrontar la moralidad de la vida del hombre “en sociedad”, y la moralidad de la sociedad misma y de sus instituciones fruto de su actividad y decisiones. Se puede decir que la doctrina social sistemática dio comienzo con la Encíclica Rerum novarum del Papa León XIII con la que el Pontífice quería dar respuesta a la “cuestión social” que tenía al centro el trabajo y la justicia social. Con el tiempo surgirían otras “cuestiones sociales” que reclamarían clarificaciones a la luz de la fe y de la moral. Como se ha dicho con acierto, la Doctrina Social de la Iglesia nació del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias (…) con los problemas que surgen en la vida de la sociedad”.
La Doctrina Social de la Iglesia elaborada a lo largo de los últimos siglos está conformada por tres elementos principales: “principios de reflexión”, “normas” a partir de las cuales se emiten los “juicios” y “directrices” al servicio de una justa acción.
Los “principios de reflexión” implican necesariamente una precisa concepción del hombre que comprenda todas sus dimensiones. Los trazos fundamentales de esa visión del hombre los encontramos ya en los primeros capítulos del libro del Génesis donde aprendemos el fundamento de la dignidad humana, su condición de hombre y mujer, su vocación al matrimonio, el trabajo como parte fundamental de la vocación del hombre, el origen del primer enfrentamiento fratricida, la primera sangre injustamente derramada, el cuidado de la creación, etc. Se trata de los principios de reflexión a partir de los cuales se pueden formular los juicios. Estos, por su parte, para ser acertados requieren ineludiblemente un conocimiento lo más exacto posible de la realidad social que, cuenta como es sabido, con sus propias leyes, establecidas por el mismo Dios creador.
La Doctrina Social del a Iglesia tiene una esencial dimensión práctica. Principios y juicios son fundamento para la acción. Orientan la conciencia humana para que pueda dar respuesta a la vocación divina que los llama ser constructores de este mundo. El cristiano tiene la misión ineludible y la responsabilidad indeclinable de edificarlo según Dios. No puede el cristiano ser espectador indiferente que contempla cómo el mundo corre su suerte, sin poner en juego los talentos recibidos para edificar el reino de Dios “gestionando lo asuntos temporales y ordenándolos según Dios” (Lumen Gentium, 31). En sucesivas colaboraciones nos ocuparemos de algunos conceptos centrales de la Doctrina Social de la Iglesia, bien común, subsidiaredad, solidaridad…