Carta semanal del Sr. Obispo: «La figura de san José nos interroga sobre el modo en que cuidamos de los demás»

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Queridos diocesanos:

El próximo 8 de diciembre celebraremos nuevamente la solemnidad de la Inmaculada Concepción. En ese día concluye el Año de San José que se inauguró en la misma fecha del año 2020, coincidiendo con el 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal.  Como es sabido, con motivo del Año dedicado al Santo Patriarca, el Papa Francisco escribió la Carta Apostólica Patris Corde (“Con corazón de padre), explicando a los fieles cristianos “qué tipo de padre fue y la misión que la Providencia le confió”.

Recordando una homilía de San Pablo VI en el día de San José, el Papa nos recordaba en la citada Carta Apostólica, que su paternidad se manifestó “al haber hecho de su vida un servicio…, al haber utilizado la autoridad que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo…”(Patris corde, n. 1). En cuanto al papel jugado por San José en la historia de la salvación no pudo ser más decisivo. Dios nuestro Señor lo destinó a ser el “esposo de María” y padre, según la ley, del Redentor. No es extraño, pues, que san José sea objeto de la devoción de todo el pueblo cristiano y que lo reconozca y lo honre como Patrono de la Iglesia.

De ahí, también, que a nadie sorprenda el hecho de que “después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupe tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo” (ibídem); ni que se le hayan dedicado tantas iglesias en todo el mundo, o que muchas instituciones y realidades eclesiales lleven su nombre, y muchos santos y santas le hayan profesado una gran devoción, como, por ejemplo, Santa Teresa de Ávila, que obtuvo todas las gracias que le pidió (cfr. ibídem).

El Papa ha querido dedicar sus tres últimas catequesis de los miércoles al Santo Patriarca, fijándose en algunos aspectos de su personalidad. En primer lugar, Francisco ve en San José el hombre que sabe “discernir y valorar lo esencial” (Audiencia del miércoles 17.11.2021), una capacidad hoy más importante, si cabe, cuando lo accidental, lo que uno tiene, se presenta como más decisivo que lo esencial, lo que uno es.

Entre las virtudes que brillan en san José, hombre justo como es llamado en el Evangelio de san Mateo (1, 19), destaca la de haber sido custodio, “cuidador” de Jesús y de María (cfr. Audiencia del miércoles 24.11.2021); la de haberlos tomado a su cargo y haberlos protegido. Es un aspecto de la personalidad de san José del que todos hemos de aprender: el Señor nos ha confiado a “los demás”; estos no son personas extrañas o ajenas de los que podamos tranquilamente desinteresarnos o desentendernos. La figura de san José nos interroga sobre el modo en que cuidamos de los demás, de manera particular de aquellos que están más cerca de nosotros y necesitan ser más defendidos, protegidos, cuidados: los enfermos, los ancianos, los niños, los que sufren, los que tienen alguna discapacidad, los que están solos, los pobres, los abandonados, los heridos en su dignidad, los despreciados… Hemos de pedir a san José que nos alcance de Dios nuestros Señor ser personas que saben velar por los demás, que están atentas a sus necesidades, que hacen de  sí mismas un don.

En la audiencia, en fin, del pasado miércoles, Francisco, comentando el modo en que san Mateo narra la generación de Jesús, centra su atención en el amor castísimo de José y de María, un amor que deja espacio a la intervención imprevista de Dios; que se abre a la nueva realidad a la que da lugar dicha intervención. María y José la eligen en total libertad. Sus sueños humanos dejan paso a los planes divinos: el amor humano se hace así maduro en la fidelidad a los planes insospechados de Dios.

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