Queridos diocesanos:
La Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal Española, ha publicado recientemente un documento que lleva por título: “Para la libertad nos ha libertado Cristo (Gal 5, 1)”, y como subtítulo: “Nota doctrinal sobre la objeción de conciencia”. El documento lleva como fecha la del 25 de marzo de 2022. El hecho de que su publicación haya coincidido con los días previos a la Semana Santa ha podido hacer que pasara algo desapercibida. Si así fuera, sería una pena, porque el documento merece ser leído con atención, ya que aborda asuntos que, siendo de permanente interés, revisten particular actualidad, motivo por el cual los abordaremos en sucesivas semanas.
La Nota de la Comisión para la Doctrina de la Fe, sucinta (apenas 34 números) y de notable precisión, tras la oportuna justificación de su publicación (I, nn. 1-7), se ocupa de argumentos como: La Libertad religiosa y de conciencia (II, nn. 8-14)), La dignidad de la conciencia (III, nn. 15-18), La función del Estado (IV, nn. 19-22), La Objeción de conciencia (V, nn. 23-30), La libertad cristiana, (VI, nn.31-34).
El documento se ancla como sólida base en la afirmación de la dignidad propia de toda persona humana y en la convicción de que la salvaguarda de la misma comporta ineludiblemente el respeto de su libertad. Dignidad de la persona y libertad son, en efecto, realidades “inseparables” (n. 1): es decir, no hay persona sin libertad ni libertad sin persona. La dignidad de esta es raíz última y, a la vez, fundamento suficiente, de su derecho a vivir en libertad. Basta ser persona, sin más añadiduras, para gozar de ese derecho, un derecho innato, “indestructible” e inviolable.
Es oportuno insistir, con la Doctrina Social de la Iglesia, en que la fuente última de los derechos de la persona “no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su creador” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 153). Los derechos humanos, lejos de ser fruto de la mera voluntad de los hombres, del deseo subjetivo, de la tiranía del número, del dominio de los más poderosos o de la ideología de unos pocos, constituyen precisamente un dique o freno que a todos defienden frente a los eventuales abusos del poder, su tendencia a invadir terrenos que no son suyos y su proclividad a poner todo, personas e instituciones, a su servicio (cfr. n. 3).
La Nota pone en guardia frente a la nueva visión de los derechos humanos que se ha abierto paso en los últimos decenios. El individualismo radical identifica voluntad y libertad; no tolera límites éticos en su ejercicio, y busca decididamente eliminar aquellos legales. Pero, no solo pugna por eliminar cualquier límite a su poder, lo aumenta creando unos supuestos nuevos derechos, aun a costa de suprimir otros verdaderos y fundamentales. No hay límites para la voluntad, propia o de los más fuertes. (cfr. n. 4); ya no es la naturaleza humana, sino la voluntad, la fuente de los derechos. Pero así, se cercenan derechos básicos y la libertad queda desprotegida. Es el triunfo de una ideología que se impone a todos, comenzando por los más débiles: niños y adolescentes.
Ante la amenaza de graves lesiones de la libertad y dignidad humanas, se hace hoy más necesario tutelar el propio derecho a la objeción de conciencia ante leyes que pretenden forzar a comportamientos que contrarían profundas convicciones de la persona. Están en juego nada menos que la dignidad y la libertad de la persona (piénsese en los contextos legislativos que prevén el aborto, la eutanasia o el suicidio). La presente Nota quiere, por eso, recordar “los principios morales que los católicos debemos tener presentes para decidir sobre nuestra actuación ante esas leyes y otras semejantes” (n. 7).