Carta semanal del Sr. Obispo: Maternidad subrogada I

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Uno de los graves asuntos que últimamente habrán atraído la atención de buena parte de los lectores es el de la así llamada “maternidad subrogada”. Durante unos cuantos días ha estado presente en telediarios, artículos de prensa, debates a distintos niveles, con posicionamientos diversos, juicios y valoraciones enfrentados. Aquí intento ofrecer un enfoque moral sobre el asunto. Excluyo de propósito entrar en otros campos que no son de mi competencia. Me serviré en buena medida del estudio llevado a cabo hace unos años por un joven investigador al que tuve ocasión de acompañar de cerca en su trabajo.

En primer lugar, es necesario indicar brevemente lo que, en general, se entiende por “maternidad subrogada”, sin pretender con ello ofrecer una definición en sentido estricto. Pues bien, antes de nada, hay que decir que con la expresión “maternidad subrogada” a lo que, en general, nos estamos refiriendo es a la “gestación subrogada”, a los así llamados “vientres de alquiler”. Se trata sencillamente de que una mujer gesta el hijo de otra persona o pareja. Con frecuencia, sin embargo, al hablar de “maternidad subrogada” se puede aludir también al hecho de concebir, lactar o criar un niño que luego se entrega a la persona o personas con quienes se ha hecho un previo contrato con ese fin.

Hay que añadir en seguida que se trata de un problema realmente complejo, con múltiples modalidades. Para evidenciarlo, basta pensar, p.e., en los diversos motivos o fines que pueden llevar a una mujer a no ser la gestante del propio hijo, o a ser la gestante de una criatura que no es su hijo biológico. La gestante puede ser movida por el deseo, por ejemplo, de resolver el trauma psicológico que acompaña una culpa del pasado relacionada con un aborto o con la “entrega” de un hijo para la adopción; o bien por gozar el placer de un embarazo que no lleva consigo la responsabilidad de la crianza y educación; o por sentimientos altruistas; o por recibir una suma de dinero, o…

No deja de llamar poderosamente la atención que no sean pocos en nuestra sociedad quienes abogan por la libertad, más aún, por el derecho a realizar abortos en cualquier etapa del embarazo, así como por el poder de disponer de contraceptivos y métodos de esterilización bajo la capa del así llamado “derecho a no procrear” y que, al mismo tiempo, defiendan la libertad y el derecho a tener hijos “a cualquier coste” y por los medios que sean. Sorprende también que haya quienes consideren el embarazo y el parto como un signo de una especie de esclavitud biológica, mientras claman por el derecho a tener un hijo “para otros”, es decir el derecho a ser “madre subrogada”.

Hay que tener en cuenta también los serios dilemas y problemas que plantea el fenómeno de la “maternidad subrogada”. Problemas de diversa índole, legal, social, psicológica, filosófica, ética, teológica, que guardan relación, además, con cuestiones tan importantes como la vida humana, la procreación, la paternidad y maternidad, la familia, que parecen exigir una radical reinterpretación.

En todo este asunto, el niño parece, tristemente, ser el gran olvidado. Se oye hablar, en efecto, de “maternidad subrogada”, sin prestar la debida y necesaria atención al bienestar físico y psicológico del hijo. Se ha podido así hablar de una pérdida de un objetivo “sentido del niño” en una parte de nuestra sociedad, cuando, por el contrario, debería estar en el centro del interés y de la atención de todos. El niño, en cambio, ¡también en este asunto!, es el gran perdedor. La “maternidad subrogada”, en efecto, niega o pone sordina a algunos de los derechos, fundamentales e inalienables, del niño, de gran importancia para su salud psíquica y para su correcto desarrollo personal y psico-social.

A la espera de seguir con el tema la próxima semana, concluyo diciendo, que la “maternidad subrogada” que busca un hijo fuera del matrimonio con la ayuda reproductiva activa de una mujer que no es la propia esposa, supone una seria amenaza para la visión católica del matrimonio, de la procreación responsable y de la familia.

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