Carta semanal del Sr. Obispo: «Sacerdotes»

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Queridos diocesanos:

No existe, no creemos que exista ningún instrumento que sirva para darnos la medida exacta de la santidad de una persona. Ni siquiera uno mismo puede dar razón de la propia santidad. Solo Dios conoce el interior de hombre; solo El penetra sus pensamientos y escruta su corazón. Por eso, sólo Él puede ser con toda seguridad el Dios justo. Pero siendo esto verdad, muchos no dudamos en pensar que San José, cuya fiesta celebramos hoy, 19 de marzo, es después de la Virgen María, su esposa, la criatura que mayor plenitud de gracia ha recibido del Señor. Sería del todo extraño que no fuera así habiendo recibido la misión de desempeñar el oficio de padre de Jesús según la ley y de haber sido escogido para esposo castísimo de su Madre. Para una tarea tan delicada y de tan altísima responsabilidad no está fuera de la realidad pensar que Dios le habrá dado las más altas gracias para poder cumplirla ejemplarmente.

Los Evangelios presentan la figura de José en estrecha conexión con Jesús y María. Apenas inicia el relato evangélico, ya en los primeros versículos, se reconoce a María como la madre de Jesús y como aquella que estaba desposada con José. De este se afirma de manera que no deja lugar a dudas que era “justo”, que no quiso difamar a María con un comportamiento que pusiera en duda su honor inmaculado y que eligió el silencio de su alma para guardar el misterio en el que participaba y que no comprendía. Fue el primero de los comportamientos de José llenos de sencillez y de naturalidad en apariencia, puesto que, en realidad, se trataba de actos heroicos.

Cuando en la Exhortación Apostólica Alegraos y regocijaos del Papa Francisco leemos el epígrafe dedicado a “los santos de al lado” nada nos cuesta pensar que San José es el más grande entre estos. “Me gusta, dice Francisco, ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que sigue sonriendo, en esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es, muchas veces, la santidad “de la puerta de al lado” (n. 7). Como decía el Papa en un “tweet” reciente que se podría aplicar perfectamente a nuestro santo: “Para convertirse en bienaventurado no es necesario ser un héroe de vez en cuando, sino un testigo todos los días”.

Porque esa fue la santidad de este hombre justo, que cumplió sencilla y heroicamente a la vez, la voluntad de Dios cada día y en cada circunstancia, sin pararse a pensar en las dificultades, sin buscar interpretaciones que facilitaran su tarea, sin escudarse en lo que para otros quizás pudieran ser pretextos fáciles, y todo ello sin darse importancia, sin buscar reconocimiento o premios, por otra parte más que merecidos. Simplemente fue un hombre siempre a disposición de Dios, abierto a las iniciativas divinas a veces incomprensibles para él, mudo en su rendida obediencia, eficaz en su servicio, fiel hasta las últimas consecuencias. Sufrió y gozó junto a María su esposa con la presencia del Mesías anunciado por los profetas.

San José es Patrono principal de la Iglesia, patrono de la vida interior y de las vocaciones sacerdotales que hoy le pedimos confiados en su intercesión. Las pedimos modeladas a su imagen y semejanza: jóvenes serenos, decididos, firmes, obedientes a la voluntad de Dios, pendientes de su palabra, con la conciencia de hacer simplemente lo que deben, sintiéndose hermanos entre hermanos, alegres con la misión de cuidar de todos los hombres que el Señor ponga en su camino. Estupenda vocación. Es el día del Seminario. La Iglesia no puede vivir sin Eucaristía, y los sacerdotes son los hombres de la Eucaristía. Pero no caen del cielo, no brotan por generación espontánea; son fruto de la gracia de Dios y de la propia decisión, del coraje de quien, sabiéndose uno más, ha escuchado la llamada del Maestro y Buen Pastor y ha decidido seguirla, haciendo de ella la razón de su existencia. Hombres que, como dice el lema de este año en el día del Seminario, quieren ser, como san José, padre y hermano de los hombres, de todos los hombres.

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