Queridos diocesanos:
En la última semana de enero pasado, del 24 al 28, los Obispos que formábamos el cuarto grupo de la Conferencia Episcopal Española cursamos la así llamada Visita ad Limina, que cada Obispo, según la disciplina canónica y siguiendo una venerable y antigua tradición, debe realizar a Roma cada cinco años. La finalidad de la Visita ad Limina es venerar las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo y encontrar al Sucesor de Pedro, Obispo de Roma y Cabeza del Colegio episcopal, así como a sus más estrechos colaboradores en la Curia Romana.
Con anterioridad a la Visita, cada Obispo debió preparar y enviar a Roma un detallado Informe sobre el estado de la propia diócesis, con el fin de ofrecer al Santo Padre una visión lo más exacta posible de su Iglesia particular, facilitando el posterior diálogo con él. La elaboración del Informe ofrece a cada Pastor una ocasión privilegiada de “tomar el pulso” a su diócesis, de llevar a cabo un examen de conciencia de su realidad actual, y de individuar caminos e iniciativas pastorales para los años sucesivos.
El grupo de Obispos que, en las fechas señaladas honramos los “trofeos de los Apóstoles” Pedro y Pablo y que pudimos encontrarnos con el Santo Padre, pertenecíamos a las Provincias Eclesiásticas de Valladolid, Madrid y Toledo. También formó parte del mismo el Arzobispo Castrense. En total, 20 de los 21 Obispos convocados, pues el Sr. Arzobispo de Madrid, estuvo ausente por motivos de salud.
Con gozo pudimos celebrar la Santa Misa junto a las tumbas de San Pedro, en el Vaticano, y de San Pablo, Extramuros, así como en las basílicas de San Juan de Letrán y de Santa María Mayor, momentos relevantes de la Visita, vividos por todos con sincera emoción y en profunda comunión con el Santo Padre y con las respectivas Iglesias particulares.
Sin duda, el momento más esperado de la Visita fue el encuentro con el Papa, que se extendió a lo largo de dos horas y media, intensas, vividas en un ambiente de fraterna colegialidad. En ese tiempo pudimos compartir con el Papa nuestras preocupaciones y objetivos pastorales, hacerle partícipe de los retos que tenemos delante, así como de los caminos pastorales que deseamos recorrer, a la espera de una palabra suya hecha de sugerencias que pudieran abrirnos nuevos horizontes, de luces sobre el espíritu que debe impregnar nuestras iniciativas y sobre la actitud que debe guiarnos en nuestro trabajo diario. El Papa hizo hincapié en que “todas” las personas deben ser objeto de nuestra solicitud pastoral, y de que a “todas”, sin excepción, hemos de tratar con respeto y afecto, sin dejarnos llevar por prejuicios, huyendo de posiciones tomadas de antemano. Nos propuso como tarea el estar “cercanos” a todos, sacerdotes, religiosos, laicos, los de cerca y los que, al menos en apariencia, están más lejos; y nos recordó que la “misericordia” de Dios alcanza a todos de múltiples maneras. Subrayó con fuerza que la “ideología de género” es la mayor dificultad que encuentra la evangelización en nuestros días. Nos habló también de “sinodalidad”, e insistió en que no se trata de un ejercicio de democracia ni de reinventar la Iglesia, sino de “discernir” cómo hacer más eficaz la evangelización; un proceso en el que es decisiva la “escucha” orante de lo que el Espíritu pide a su Iglesia. También la “religiosidad popular” mereció la atención del Papa, destacando su importancia para mantener lo fundamental de la fe recibida. No pude menos que acordarme de nuestra diócesis y de sus arraigadas tradiciones de Semana Santa.
Además del encuentro con el Papa, mantuvimos otros con las principales Congregaciones Romanas sobre asuntos de sus respectivas competencias.
