Carta Sr. Obispo: «Exhorto a todos los fieles diocesanos a unirnos en la plegaría a María»

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Queridos diocesanos:

Hoy comienza el mes de Mayo, mes que el pueblo cristiano, al menos en nuestro hemisferio, dedica a honrar de manera particular a la Madre de Dios y en el que “manifiesta con particular intensidad su amor y devoción a la Virgen María”, como nos recuerda el Santo Padre en su carta del pasado 25 de abril con motivo del mes de mayo que nos disponemos a celebrar.  La tradición cristiana lo denomina “Mes de las Flores”, no sólo porque en él la naturaleza se reviste de los colores de mil flores diferentes, sino, sobre todo, porque los cristianos honramos con numerosos pequeños gestos ˗”flores” los llamamos˗, sencillos, entrañables, dedicados a María, la Madre del Redentor. Fiestas populares, romerías, visitas a Santuarios de la Virgen,  Ejercicio de las Flores…, aunque este año, por motivos sobradamente conocidos, tengamos que renunciar a celebrarlo del modo habitual en otros años.

Las actuales circunstancias, sin embargo, no pueden significar un descenso o una mitigación del fervor y de la devoción con que debemos vivir este mes mariano. Cambiará el modo, pero no debe cambiar la sustancia de nuestra celebración. El Papa nos recuerda que en estas semanas es tradición rezar el Rosario en casa, en familia. Retomando esta vieja y bella tradición familiar, nos propone “redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa durante este mes de mayo”. Y nos sugiere el modo concreto de hacerlo: juntos o de manera personal. Pero cualquiera sea la modalidad de su rezo, Francisco nos descubre el “secreto” para hacerlo: debe tratarse de una oración hecha con “sencillez”; una oración humilde, porque es propia de los pequeños, como nos ha enseñado la misma Virgen María al aparecerse en Lourdes a una jovencita, Bernardita Soubirous,  y en Fátima a los tres pastorcillos, Jacinta, Francisco y Lucía. A todos ellos pidió que rezarán el Santo Rosario. El Papa invita al pueblo cristiano a rezar el Santo Rosario contemplando juntos el rostro de Cristo “con el corazón de María”. Hacerlo así “nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba”.

Me uno a la invitación del Santo Padre a todos los cristianos y exhorto a todos los fieles diocesanos a unirnos en la plegaría a María que, de ese modo, adquirirá toda su fuerza intercesora. Imitaremos el proceder de la Iglesia naciente después de Pentecostés, cuando los discípulos “perseveraban unánimes en la oración junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús” (Hch 1, 14). Y lo haremos muy unidos al Papa con quien, al finalizar el Rosario de cada día, podremos rezar una de las dos oraciones  a la Virgen que nos ha propuesto y que podréis encontrar en la página web de la diócesis.

 

En este próximo domingo, 3 de mayo, domingo del Buen Pastor, La Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, por todas las vocaciones en su espléndida variedad. Los llamados somos todos, aunque a cada uno dirige Dios nuestro Señor una palabra única. Dios llama a todos a seguirle de cerca, y nos hace ver que nuestras vidas tienen sentido pleno solo si vividas como respuesta a su llamada. Descubrir la propia vocación, el lugar propio de cada uno en la Iglesia, es algo de vital importancia para cada uno, pues no cabe autorrealización ni plenitud personal al margen de esa llamada divina. Una Iglesia viva y vibrante es aquella en que los discípulos estamos a la escucha de la llamada que Dios dirige a cada uno y, con su gracia, nos esforzamos por seguirla con radical fidelidad, sin recortes ni acomodos, sin poner límites a sus exigencias, con alegría contagiosa y sencillez agradecida.

El domingo del Buen Pastor pone ante nuestros ojos la necesidad de pedir de manera especial por las vocaciones sacerdotales. Ofrezcamos este día el Santo Rosario para que la Virgen nos consiga la gracia de poder contar con numerosas vocaciones sacerdotales, generosas, entregadas, con la única ambición de servir a sus hermanos.

El Papa Francisco nos ha exhortado recientemente a rezar en familia el Santo Rosario durante el mes de mayo y, al término del mismo, nos invita a rezar unidos a él una de las dos oraciones que trascribimos a continuación:

 

Oración 1

Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

 

 

Oración 2

“Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”.

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.

Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.

Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.

Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

 

 

 

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