17 de diciembre de 2006
Queridos diocesanos:
El tiempo de Adviento camina rápidamente hacia su cumplimiento, hacia la gran fiesta de la Navidad que le da sentido y es su razón de ser.
Toda la Iglesia se viene preparando para celebrar con serena alegría y festejar con renovada fe a Jesús, el Hijo de Dios, que nació en Belén de Judá. Dos mil años después ese acontecimiento sigue llenando el mundo de luz y hace que afloren en el corazón de los hombres, como atraídos por un misterioso y eficacísimo imán interior, sus mejores sentimientos. Al inicio del mes asistí a la inauguración del tradicional “Belén” que se expone, para gozo de todos, a la entrada del palacio de la Excma. Diputación Provincial.
La representación central del misterio de la Navidad es de particular belleza y posee una gran fuerza evocadora. Lo mismo debo decir de los distintos dioramas que integran la muestra. Permitidme que aproveche estas líneas para felicitar muy cordialmente a la Asociación de belenistas que año tras año, aquí y en otros muchos puntos de España, nos obsequian con estas obras de arte, fruto del sentimiento y de la fe, del buen gusto y del amor por nuestras mejores tradiciones. Son muchas horas de trabajo robado al legítimo descanso las que estos artistas nos dedican generosamente a todos para que podamos gozar de su buen hacer. Gracias muy sinceras. Muchas de nuestras calles, en la capital y en los pueblos de la provincia, se han ido engalanando con el pasar de los días hasta convertirse en ascuas de luz, haciéndonos gustar anticipadamente el ambiente festivo de la Navidad. Las madres de familia piensan ya con el cariño de siempre en las cenas y comidas familiares de la Noche Buena y del día de Navidad. Y quien más quien menos gira de aquí para allí visitando los comercios en busca del regalo que haga felices, al menos por un momento, a las personas que amamos. Esta semana quiero simplemente invitaros a considerar que luces, regalos, encuentros familiares, deseos de reconciliación, sentimientos de paz… encuentran su más hondo sentido y explicación en el hecho histórico de la “aparición del amor y de la benignidad de Dios” en el Niño de Belén. Unas navidades por así decir “laicas”, que oculten, traten de esconder o bien olviden el “Misterio” que está en su origen, son unas navidades vacías, celebraciones que se agotan en sí mismas, superficiales, simple voluntad de celebrar, gasto sin un sentido definido, fiesta inane y hueca por más que trascurra en medio de luces y de músicas, de fiestas y regalos, que terminan por revelarse apariencia y engaño. Os invito además a que preparéis en vuestras casas, con la ayuda de hijos o nietos, vuestro pequeño Nacimiento, que a lo largo de estos días avive en vuestras almas la alegría de saberos hijos de Dios y os permita agradecer, conmovidos, la ternura del amor de Dios para con los hombres.
JOSÉ MARÍA YANGUAS SANZ
Obispo de Cuenca