10 de diciembre de 2006
Queridos diocesanos:
Como es bien conocido, del 28 de noviembres al 1 de diciembre últimos, Su Santidad Benedicto XVI ha realizado un viaje apostólico a Turquía, viaje que se preveía difícil y no exento de escollos.
Gracias a Dios, hoy podemos decir que la visita ha culminado felizmente y que el Papa que Dios nos ha regalado en este momento histórico es una persona de la que ningún hombre de buena voluntad tiene nada que temer y sí, en cambio, mucho que esperar. Si alguien, por los motivos que sean, hubiera albergado dudas al respecto, ya no son posibles equívocos sobre la decidida y firme voluntad del Papa en fomentar el encuentro y la comprensión entre los hombres, tender puentes entre las culturas, favorecer el diálogo, sostener los esfuerzos por la paz y promover la amistad y el respeto entre religiones, pueblos, instituciones y personas.
Benedicto XVI no ha dejado de recordar en Turquía lo que constituye una de sus permanentes y repetidas enseñanzas: que la verdad no se puede imponer por la violencia, pues ello sería lesionar la dignidad de la persona y atentar contra la naturaleza misma de la verdad, y que el cristiano es sencillamente un servidor de la verdad, empeñado en que ésta llegue hasta las puertas de cada corazón humano de manera que pueda ser elegida libremente. El Papa, por otra parte, ha recordado que cristianos y musulmanes concuerdan en algunas verdades fundamentales para la convivencia social y para la búsqueda del bien común; entre otras en las que se refieren al carácter sagrado de la persona y a su dignidad. Sólo esa dignidad trascendente es capaz de substraer la persona al arbitrio de los hombres y actuar como criterio decisivo a la hora de juzgar sobre la «»humanidad»» de leyes, costumbres y comportamientos.
Especialmente clarividente se revela el Pontífice cuando afirma que el carácter sagrado y la dignidad de la persona son «»la base de nuestro respeto y estima recíprocos, para la colaboración al servicio de la paz entre las naciones y los pueblos»». Particular resonancia en las actuales circunstancias de nuestra vida política y social encuentran las palabras del Papa sobre la clara distinción que existe entre una sana laicidad que distingue entre la vida pública y el valor de las tradiciones a la vez que subraya su coexistencia y responsabilidad común, y el laicismo que separa totalmente la vida pública del valor de las tradiciones. Es éste un argumento sobre el que habrá que volver con más calma en las próximas semanas.
En su visita a Turquía, el Papa ha tenido, además, la oportunidad de encontrar al Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé I, y de celebrar una divina liturgia en la iglesia patriarcal de San Jorge de El Fanar. Gan relevancia posee también la Declaración conjunta hecha con ocasión de su encuentro.
La visita del Papa supone así un paso adelante en el camino que lleva a la plena unidad entre los cristianos, que permitirá testimoniar con más fuerza el amor de Dios a los hombres. El Santo padre ha encontrado también durante su visita al Patriarca armeno Mesrob II y a las comunidades católicas de Turquía. De este modo, en los breves días trascurridos en Turquía, Benedicto XVI ha tenido la oportunidad de confirmar en la fe a los files católicos turcos, de estrechar los lazos de fe y de amor con los hermanos ortodoxos y de recordar algunos principios fundamentales que deben inspirar la acción política y social. Invito pues a todos a leer y meditar los discursos y mensajes pronunciados por el Papa durante los días de su visita a Turquía, seguro de que en ellos encontraremos luz abundante y guía segura.