25 de febrero de 2007
Queridos diocesanos:
Hoy se cumple exactamente un año de mi ordenación episcopal y de la toma de posesión de la sede de San Julián. Conservo grabados en mi memoria todos y cada uno de los momentos de aquel día, frío y lluvioso en cuanto a las condiciones del tiempo, cálido y entrañable para quien supiera ver en el corazón de los buenos fieles de Cuenca y de tantas personas amigas venidas de fuera.
Permitidme que vuelva a evocar aquellos momentos y que rememore lo que han sido estos meses en medio de vosotros, sin pretender realizar imposibles balances o comparaciones de resultados, pues se trata de negocios en los que la gracia de Dios es factor principalísimo e incalculable.
Cuento entre los momentos particularmente felices de estos meses aquellos en los que he podido entrar en contacto inmediato y directo con vosotros en las visitas a las parroquias con motivos de fiestas o acontecimientos de vario tipo o con ocasión de las confirmaciones; las celebraciones con grupos particulares de diocesanos; los encuentros personales… Particular significado han revestido las circunstancias en las que he podido reunirme con la mayor parte del clero diocesano para la celebración de la Misa Crismal el miércoles Santo o para festejar a San Juan de Ávila, patrono del clero secular español. Más entrañables aún han sido esas oportunidades en las que he encontrado al clero diocesano para rezar juntos y encomendar a Dios nuestro Señor a los sacerdotes fallecidos. No olvido mis visitas a los conventos de religiosas, pulmones espirituales y siempre vigilantes de la diócesis, a quienes tantas gracias de Dios debemos, fruto de su intercesión, así como las que he girado a hospitales y casas de salud o a la cárcel de Cuenca en la tarde-noche del 24 de diciembre. Tengo bien presentes también mis contactos con esa rica realidad social y cristiana que son las Hermandades y Cofradías de Semana Santa, de las que tanto cabe esperar. Un particular y grato recuerdo representan, en fin, las celebraciones eucarísticas, por momentos con ritmo semanal, con los seminaristas, esperanza del entero presbiterio y de las comunidades cristianas.
Un apartado especial merecen las relaciones respetuosas, no exentas de cordialidad, con las distintas autoridades e instituciones civiles, académicas y militares. En todos he encontrado respeto y deseos de colaboración y he procurado corresponder del mismo modo. Aprovecho este momento para manifestarles mi sincero reconocimiento y gratitud.
Tenemos delante algunos acontecimientos que, junto con las tareas pastorales ordinarias, reclamarán nuestros mejores esfuerzos en los próximos meses. Me refiero de manera particular a la cercana celebración del 50º aniversario de la coronación de la Virgen de las Angustias; la ceremonia de beatificación de D. Cruz y D. Fernando junto a otros mártires conquenses, que nos llama a testimoniar la fe recibida sin disimulos, dudas o temores, y al año 2008 en que recurre el VIII Centenario de la muerte de San Julián, que debe constituir para toda la diócesis una ocasión para redoblar nuestro empeño en favor de una nueva evangelización que ahonde y haga reverdecer nuestras mejores tradiciones y herencia de fe.
Aprovecho esta circunstancia para agradecer a todos vuestras muestras de afecto, vuestro recuerdo y oraciones en este día tan singular de mi historia personal. Cordialmente.
X JOSÉ MARÍA YANGUAS SANZ
Obispo de Cuenca