Las gracias extraordinarias que la Iglesia ofrece al conceder a una Diócesis la celebración de un Año Santo no deben caer en saco roto, al contrario, pensamos que es una oportunidad única que debe ser aprovechada por los fieles y agradecida desde lo más íntimo del corazón. Por ello, desde el grupo de la Adoración Eucarística Perpetua de Cuenca se propuso realizar un acto eucarístico en la Catedral bajo la mirada de San Julián, con el fin de ganar uno de los tesoros celestiales dispensados por la iglesia durante este Año Santo Jubilar, la Indulgencia Plenaria, que como todos sabemos requiere cumplir por parte de los fieles una serie de requisitos. Pretendíamos, además, que este acto simbolizara la apertura forma del nuevo curso, un momento de reunión y encuentro para los adoradores, así como una manera de expresar nuestra confianza en la protección y ayuda de nuestro santo Obispo.
A las cinco de la tarde del domingo, 30 de septiembre, nos reunimos en la Capilla del Espíritu Santo. Allí se expuso el Santísimo, y escuchamos una meditación dirigida por el rector de la Capilla de Adoración, D. Antonio Fernández, quien nos invitó a valorar la importancia de la oración de intercesión en nuestras horas de vela ante el Santísimo. Del mismo modo que durante la vida del Señor, a través de la petición de ciertas personas, se obtuvieron numerosos milagros, también ahora, mediante las súplicas de los adoradores, ríos de gracia descienden del cielo para todos los hombres, para toda la Iglesia.
Después, tuvimos la oportunidad de acompañar al Señor en una procesión eucarística por el claustro de la Catedral, formulando algunas peticiones, especialmente por la purificación de la Iglesia así como por la pervivencia de la Adoración Eucarística Perpetua en nuestra ciudad y por el incremento de los adoradores.
Muy contentos, terminamos el acto a los pies de San Julián, admirados y agradecidos por su labor apostólica en nuestra tierra, por sus desvelos por la Iglesia, pidiéndole por nuestra Diócesis y venerando sus reliquias.