El mensaje semanal del Obispo de Cuenca. 15 de Febrero de 2019

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Queridos diocesanos:

El pasado lunes, 11 de febrero, memoria de la Virgen de Lourdes, la Iglesia ha celebrado la Jornada Mundial del Enfermo. Quiere unir ambas celebraciones porque Lourdes ha sido y sigue siendo instrumento del poder sanador de Dios.

Impresiona lo que se lee en el Evangelio de la Misa de ese día. Jesús, con sus discípulos, recorría la comarca de Genesaret, la llanura al noroeste del lago o mar de Galilea. Cuando la gente se enteraba de donde estaba, pueblo, aldea o caserío que fuese, acudía allí llevando los enfermos en camillas; los colocaban en la plaza y le rogaban que al menos les dejase tocar el borde de su manto. El pasaje del Evangelio se cierra con esta afirmación: los que tocaban a Jesús sanaban.

En este relato llama la atención la fe de los enfermos y de sus familiares o amigos. Los llevaban en camillas y los ponían en las plazas, porque no cabían en las casas. No pedían que Jesús los tocase, sino tan sólo que los enfermos pudieran tocarlo. Y se contentaban con rozar con sus dedos la orla de su manto. Lo extraordinario es que  quedaban curados. Bastaba la fe y el esfuerzo para acercarse a Jesús; como en el caso de aquella mujer cananea que llevaba muchos años enferma, y que se acercó a Jesús por detrás para tocar aunque no fuera más que la orla de su manto, “porque una fuerza salía de Él”.

Humildad de la fe, seguridad de la fe; basta tocar la orla de su manto. ¿Sólo eso? ¿Recordáis el episodio de Naamán, jefe del ejército del rey de Siria? Buscaba la curación. Quería comprarla; por eso llegó hasta el profeta Eliseo, cargado con riquísimos dones, para comprar su voluntad. Y el profeta lo mueve a la humildad, a implorar la curación. Y le manda lavarse siete veces en el Jordán. La soberbia lleva a Naamán  a rechazar la propuesta; hasta que las palabras de su esclava le hacen recapacitar y hace caso a lo que le propone. Se lavó en el Jordán siete veces y quedó curado. Dios puede hacer los milagros más grandes y del modo que quiere. Pero pide una fe humilde y la obediencia para acoger los medios que indica. Dios vincula su poder a medios a todas luces desproporcionados -¡la orla del manto!-, pero que, gracias a la fe, resultan milagrosamente eficaces. Como lo vinculó a las aguas del Jordán que no tenían más poder para curar, que el que les concedía el poder infinito de Dios.

Esta XXVII Jornada mundial del enfermo se celebra bajo el lema: “gratis habéis recibido, dad gratis”. Son las palabras de Jesús al enviar a los Apóstoles a difundir el Evangelio,  por medio de o “a través de gestos de amor gratuito”, dice el Papa en su mensaje para esta Jornada. Afirmación de gran calado para la Iglesia empeñada en la Evangelización. Los gestos gratuitos de donación, sobre todo con enfermos, “son la vía más creíble para la evangelización”.

Francisco presenta la cultura del don, de la gratuidad, como el desafío vencedor frente al individualismo egoísta, la cultura del descarte y de la indiferencia. El don va más allá del simple regalo, de “la transferencia de una propiedad o de un objeto”. El don es entrega de sí. El don expresa y concreta el amor, le da todo su valor.

En este día del enfermo, el Papa ha querido poner ante nuestros ojos como ejemplo de amor gratuito a Santa Teresa de Calcula. Vale la pena recordar las palabras que pronunció en su canonización: “Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. […] Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes […] de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la ‘sal’ que daba sabor a cada obra suya, y la ‘luz’ que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento. Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres” (Homilía, septiembre 2016). Santa Teresa de Calcuta nos ayuda a comprender que el único criterio de acción debe ser el amor gratuito a todos, sin distinción de lengua, cultura, etnia o religión.

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