El Pan de la Palabra. Domingo de Ramos de la Pasión del Señor

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Querid@s amig@s:

¡Comienza la semana grande de los cristianos! La Semana Santa son días para recordar, para rememorar el núcleo fundamental de nuestra fe, «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (La alegría del Evangelio nº 36). Por eso, todo lo que nos ayude a entrar en silencio contemplativo, en actitud de apertura al misterio de Dios que se nos hace presente en la vida de Jesús de Nazaret, ¡bienvenido sea! (procesiones, representaciones de la pasión, horas santas…).

Celebrar la Semana Santa significa revivir el culmen de una historia de amor que sigue siendo nueva y actual. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único…». Dios se nos da como nunca lo habíamos podido ni siquiera soñar y lo hace para abrirnos las puertas de su familia y sentarnos como hijos en su mesa.

Este año de la mano del evangelista Lucas todo se tiñe del color de la ternura y de la misericordia. Por algo se le conoce como el evangelista de la ternura de Dios. Esta Semana Santa desprende el olor del hogar de Dios Padre/Madre, el buen olor del amor regalado y extremado. Queremos sentir en la medida de lo posible la pasión de Dios por todos nosotros, pasión de amor… En Jesucristo Dios nos ha mostrado el camino por el que transitar si queremos vivir la verdad del amor y de la misericordia.

Por eso la lectura y relectura, la reflexión con los relatos de la pasión en la liturgia de la comunidad o en casa, nos pueden ayudar a introducirnos en el final fascinante de la historia de amor más grande nunca vivida. Los relatos de la pasión, este año el de Lucas para el día de hoy y, como siempre, el de Juan para el viernes santo, nos muestran el gran teatro del mundo. En él, Jesús, el único justo, el testigo de la verdad, desenmascara la mentira y enciende una luz que ya nada ni nadie podrá apagar: es la luz que no deslumbra ni ciega a nadie, pero sí es capaz de iluminar los pasos de aquellos que se dejan fascinar por la verdad del amor que Jesús se atreve a vivir hasta el final y con todas las consecuencias.

En la primera lectura, el profeta Isaías, con el tercer cántico del Siervo de Yahvé, nos ayuda a comprender donde encontró Jesús inspiración y luz para poder realizar su misión hasta el final. Jesús entendió, interpretó y vivió su misión de anunciar el Reino en la estela del Siervo de Yahvé: pasó por la vida poniéndose al lado de los caídos y abatidos para poder decirles una palabra de aliento de parte de Dios; una palabra que él descubría cada día abriendo el oído y el corazón a las Escrituras. Y esto lo hacía porque estaba seguro de que el Señor le ayudaba y no permitiría quedar avergonzado.

El Salmo 21 nos puede ayudar a comprender la dura agonía de Jesús: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». La duda, el dolor, el sinsentido de todo lo que Jesús tuvo que experimentar le llevaron a abandonarse en las manos de un Dios del que espera con certeza que va a venir corriendo a ayudarle.

La carta a los Filipenses con este himno nos sumerge en la atmósfera de las celebraciones de aquellos primeros cristianos que, desde muy pronto, supieron hacer memoria de la muerte y resurrección de Jesús, descubrieron con asombro que por medio de Él Dios nos había salvado desde el amor obediente que se entrega y no desde la violencia y el poder que se impone, y lo cantaron en himnos como el que hoy nos ofrece Pablo.

El relato de la pasión según san Lucas nos ofrece algunas peculiaridades con respecto a los otros evangelios: la discusión de los discípulos en la última cena sobre quién es el más importante, el perdón de Jesús donado desde la cruz a sus verdugos, la palabra de consuelo al buen ladrón… Leído el domingo de Ramos nos puede servir de anticipo de lo que vamos a vivir luego por entregas en los diversos días de la Semana Santa.

Como invita la hoja Eucaristía y nos recuerda al gran José Luis Martín Descalzo, vivamos estos días que iniciamos con la procesión de ramos buscando y alimentado «razones para el amor», porque solo el amor es digno de fe y solo el amor abre un horizonte de esperanza a esta vida tan limitada; «adentrémonos en la Pasión» sin miedos ni tapujos, intentando llegar hasta el secreto de toda vida humana, también la nuestra, secreto que Jesús desvela con su entrega; y cuando hayamos terminado la Semana Santa «vivamos su pasión» en nuestro día a día, ayudando con las cruces de tantos hombres y mujeres que hoy llevan en su cuerpo las señales del Crucificado.

¡Feliz Semana Santa!

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