El Pan de la Palabra. Viernes Santo

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Hoy es un día de recogimiento y meditación. Hoy las palabras pueden dejar sin sentido u oscurecer la cruz. El Vía Crucis, la pasión y muerte según San Juan, llena de tanto dramatismo, nos invitan a contemplar el misterio de nuestra redención en silencio. Que resuenen de nuevo en los oídos de nuestro corazón las palabras de Jesús en el Cenáculo: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros», «Este es el cáliz de la nueva alianza, sellada con mi sangre», «Si yo el Maestro y el Señor os he lavado los pies, lo he hecho para dejaros ejemplo»… Ante el misterio de la cruz, comparto con vosotros una serie de poemas que nos pueden ayudar a sentir lo que significa que Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, se ha entregado por nosotros, en la cruz. La poesía es el lenguaje de lo inefable, de lo que no se puede decir, de los enamorados… ¡Y nosotros no podemos menos que estar enamorados de un Dios-Amor que nos ha manifestado su amor en la cruz de Jesús!

Himno de la Liturgia de las Horas

Así: te necesito
de carne y hueso.

Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.

Más el frío conturba en los abismos,
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!

Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡Encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano,
fraterno.

Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y, -Judas sin traición- darte mi beso.

Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡Cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!

Himno de la Liturgia de las Horas

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Amén.

UNA CRUZ SENCILLA (León Felipe)

Hazme una cruz sencilla,
carpintero…
sin añadidos
ni ornamentos…
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos…
sencilla, sencilla…
hazme una cruz sencilla, carpintero.

EL CRISTO DE VELÁZQUEZ (León Felipe)

Me gusta el Cristo de Velázquez.
La melena sobre la cara…
y un resquicio en la melena
por donde entra la imaginación.
Algo se ve.
¿Cómo era aquel rostro?
Mira bien,
compónlo tú.
¿A quién se parece?
¿A quién te recuerda?
La Luz entra
por los cabellos manchados de sangre
y te ofrecen un espejo.
¡Mira bien!… ¿No ves cómo llora?
¿No eres tú?… ¿No eres tú mismo?
¡Es el hombre!
El hombre hecho Dios.
¡Qué consuelo!
No me entendéis…
¿Por qué estoy alegre?
No sé…,
tal vez porque me gusta más así:
el hombre hecho Dios,
que el Dios hecho hombre.

¡¡¡Que tengáis un intenso día de Viernes Santo!!!

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