Queridos diocesanos:
Con fecha del pasado día 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco, con la Carta Apostólica Patris corde (“Con Corazón de Padre”) ha recordado el 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal hecha por el beato Papa Pío IX. Con motivo de esta circunstancia, en la Iglesia universal se celebrará un año dedicado especialmente a San José. Iniciado el día 8 de este mes, culminará en el mismo día del año 2021.
Con un Decreto de la misma fecha, y hasta el final del Año de San José, la Penitenciaría Apostólica, siguiendo la voluntad del Santo Padre, concede la Indulgencia Plenaria a los fieles que, con espíritu desprendido de cualquier pecado y cumplidas las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Papa) participen en el Año de San José del modo indicado por la misma Penitenciaría Apostólica.
Así, por ejemplo, la Indulgencia Plenaria podrá ser lucrada por aquellos que, siguiendo el ejemplo de San José, realicen una obra de misericordia espiritual o corporal; o bien recen el Rosario en familia o entre los novios; o bien confíen diariamente su trabajo a la protección de San José, o recen para que los que buscan trabajo lo encuentren y el trabajo de todos sea más digno; o bien recen la letanía de San José o alguna otra oración en favor de los cristianos que sufren persecución. El don de la Indulgencia Plenaria se extiende particularmente a ancianos y enfermos.
En su Carta Apostólica, el Papa Francisco hace pasar ante nuestros ojos distintos episodios de la vida del Santo Patriarca y va extrayendo de ellos diversas enseñanzas para nosotros. Así, en la figura de San José aprendemos que también a través de las dificultades, de las tormentas de la vida, e incluso de la angustia, pasa y se realiza la voluntad de Dios, su proyecto de salvación. En todas las circunstancias de su vida, san José supo aceptar esa voluntad y puso su inteligencia y todas sus energías en llevarla a cabo, sin rebelarse nunca contra lo que no siempre alcanzaba a comprender plenamente y no era fruto de su elección personal (lo que llamamos contrariedades o adversidades de la vida). Apenas conocida el querer de Dios, se disponía a cumplirlo de inmediato, sin ponerlo en discusión, sin condiciones previas, sin pedir seguridades, confiadamente.
Tampoco para José, hombre de fe, resultó fácil la vida. “Lejos de nosotros, dice el Papa, el pensar que creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelan”. Ante los problemas y dificultades, José confió plenamente en Dios, pero, a la vez, los afrontó con una “valentía creativa”, y buscó el modo de resolverlos y superarlos, seguro de que “Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación”. Particularmente apropiadas a las difíciles circunstancias de estos momentos se antojan las iluminadoras palabras del Papa: “Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos plantear, inventar, encontrar”.
La Sagrada Familia se vio obligada a emigrar a Egipto y sufrió los problemas concretos de todo migrante: casa, comida, trabajo, etc. Contemplándola en esa situación, descubriremos las actitudes que debemos tener para quienes se encuentran en ella.
José vivió a fondo, en fin, la experiencia del trabajo, dura, pero humanizadora, santificadora, redentora. El que enseñó un oficio a Jesús, nos muestra el papel básico del trabajo en el crecimiento moral de la persona y en la obra de la redención.
Fijar la mirada en la figura del Santo Patriarca servirá a todos para pedir su protección en estos momentos de dificultad para el mundo e implorar su intercesión en favor de la Iglesia y de cada uno de los fieles, de manera que “pueda fortalecer diariamente su vida de fe en el pleno cumplimiento de la voluntad de Dios”.
