Homilía del Sr. Obispo en el Domingo de Ramos

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Queridos hermanos:

Con la solemne liturgia del Domingo de Ramos inicia la Semana Santa que tendrá su punto central en la celebración de la Muerte y la Resurrección del Señor. La fiesta de hoy presenta dos caras muy distintas, al menos a primera vista. La primera, alegre, bulliciosa, es la de la procesión de las palmas, nuestra procesión de la Borriquilla, que rememora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén como rey de paz. Los discípulos han ayudado a Jesús a subir sobre la borrica después de ponerle encima sus mantos; los peregrinos que en esos momentos entran en Jerusalén se suman al cortejo y extiende también sus mantos sobre el camino y alfombran la calzada con las ramas que han cortado de los árboles. Todos cantan y aclaman a Jesús como Hijo de David. Son cantos mesiánicos, lo aclaman como aquel que viene en el nombre del Señor para liberar a su pueblo. Es un momento de exaltación, de alegría desbordante.

Es la hora del triunfo,efímero, de Jesús, pues nos parece escuchar ya las palabras que dirá a Pilatosproclamando su realeza. “Entonces, ¿tú eres rey?” le pregunta el gobernador romano. Y la respuesta de Jesús, neta, rotunda, solemne, no deja lugar a dudas. “Tú lo dices: soy rey”. Pero se advierte a las claras que se trata de un rey muy, muy especial: su actitud llena de dignidad no es arrogante ni soberbia;no hay soldados que lo escolten y puedan defenderlo; no va rodeado de nobles personajes a modo de corte y señal de grandeza; no viste como rey ni su cabalgadura presenta signos de  riqueza. Jesús mismo finalizará la declaración de su realeza ante el gobernador romano, reconociendo con la misma sencillez y verdad: “Mi reino no es de este mundo”.

La otra cara de este día es triste, sombría, de funestos presagios, porque sobre la alegría de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén se ciernen espesos nubarrones. Así lo sugiere la anotación de San Mateo en su Evangelio: “Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando: ¿Quién es este?”. El evangelista usa una expresión parecida, “se sobresaltó”,a la empleada al narrar la escena de los Reyes Magos cuando entran en Jerusalén preguntando por el rey de los judíos. Pilatos, al oírlo, “se sobresaltó”, dice el texto, y toda Jerusalén con él (cf. Mt 2, 2-3). ¿Acaso se trata deun nuevo rey, como los otros, que amenaza con subvertir la situación actual, derribar viejos poderes, alianzas establecidas,convulsionar equilibrios entre fuerzas dominantes?

La respuesta de las lecturas de este domingo a estos interrogantes es: ¡no! Cristo es ciertamente rey; es el Mesías esperado; aquel a quien no le será arrebatadode las manos el cetro de mando. Pero es un rey que viene a dar no a quitar, a hacer hijos de Dios no esclavos a su servicio, a restituir derechos perdidos no a privarnos de lo que nos pertenece. Es un rey que viene a servir hasta dar la vida. Así lo confirma la lectura de la Pasión del Señor. El dará la vida en rescate por todos; nos rescata pagando con su sangre. No tengamos miedo a reconocerlo como nuestro rey, a obedecer sus mandamientos, a ponernos a su servicio, porque es un rey de paz, y servirle es reinar.

Quien lo acepta como rey es pacificado y se convierte en mensajero de paz y constructor de paz. La paz que trae este rey es nuestra reconciliación con Dios; esa paz nos hace capaces de reconciliarnos con los demás y de ser reconciliadores de los demás.

Quien lo acepta como rey sabe que su tarea es servir, que solo sirviendo a los demás logrará realizarse a sí mismo. El mundo “vive” porque hay gente que ama y sirve. Desaparecen los grandes imperios, todopoderosos en un momento de la historia y pasan los personajes importantes, famosos, admirados, envidiados, imitados; a lo más,su memoria queda envuelta en el papel de los libros de historia. Quienes se dan al servicio de los demásrecorren el verdadero camino pascual de Jesús. En cambio, la actitud egoísta, la búsqueda de sí mismo, siempre y por encima de todo, son actitudes que repugnan al camino pascual. Se gana el que se da, el que sirve, el que se pierde a sí mismo. La entrega total de Cristo en la Cruzes fuente inagotable de vida.

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