Homilía del Sr. Obispo en la Misa Crismal del Miércoles Santo

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Queridos hermanos, sacerdotes, religiosos y laicos, miembros del único Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Nos reunimos un año más para participar en esta celebración eucarística, memorial de la Pascua del Señor, de su muerte y resurrección redentoras. En ella bendeciremos el Óleo con el que se unge a enfermos y catecúmenos, y consagraremos el Crisma que se derrama en la cabeza de quienes reciben el Bautismo y la Confirmación, y de aquellos que reciben el sacerdocio ministerial. Misa de los Óleos.

Todo el pueblo cristiano, ungidos del Señor, hechos otros “cristos” por el sacramento del Bautismo, se reúne gozoso de compartir una misma fe y una misma esperanza, alegre de ser parte del Pueblo Santo de Dios. Resuenan en nuestros oídos las palabras de los primeros versículos del Salmo: “Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento precioso en la cabeza que va bajando por la barba de Aarón, hasta la franja de los ornamentos” (133, 1-2). Cuando se vive la comunión, cuando nos sentimos hermanos, formando una sola cosa con Cristo, se hace presente necesariamente la alegría, la alegría del convivir, del compartir, del sentarnos a la misma mesa, del sentirnos movidos por el mismo ideal evangelizador. Se revelan entonces pequeñas todas nuestras diferencias o particularidades, se reducen a sus verdaderas dimensiones; resultan incapaces de minar nuestra comunión y de empañar la alegría de la fraternidad. Miembros de un mismo Cuerpo, Hijos del mismo Padre, hermanos en Jesucristo. ¡Todos! Buen día para pedir perdón al Señor por todo aquello que, en nuestras vidas, en nuestros pensamientos y en nuestros corazones lesiona la unidad de ese Cuerpo y el gozo de la convivencia fraterna, razón quizás de la velada tristeza que a veces puede envolvernos a sacerdotes, religiosos o laicos, como niebla que oculta la verdad y enfría el corazón. Experimentar la alegría de la salvación recibida y de la misión confiada. Gustemos la alegría del profeta Sofonías que nos recuerda: “Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con grito de júbilo” (Sof 3, 17). ¡Dios exulta de gozo por su pueblo!

Misa de los Óleos. El aceite que bendecimos y consagramos es alimento para el cuerpo, lo perfuma y hermosea, cura sus heridas, le procura descanso y energía a la vez. Se unge el cuerpo cansado por el esfuerzo, reseco por el sol que lo abrasa, haciéndole sentir un inmediato bienestar, infundiéndole nuevo vigor y vida. Con óleo se ungen los atletas para acrecer su agilidad y fortificar sus músculos para la lucha. Así también, el Óleo de los catecúmenos los prepara para vencer en el combate que deberán entablar, permitiendo que fructifique la nueva vida que recibirán en el Bautismo; una vida que sabemos siempre amenazada por la seducción de la vanagloria, de la codicia insaciable, del placer y sus falsas promesas de felicidad. Óleo de los enfermos que los prepara para el viaje final hacia la casa paterna, infundiéndoles nuevo vigor para la batalla final que debe preceder a la victoria; vigor que, a veces, se comunica al cuerpo procurándole de nuevo la salud. Santo Crisma con que se fortalece la vida cristiana y son sellados con el Espíritu quienes reciben la Confirmación, y son ungidos los sacerdotes que quedan sacramentalmente configurados con Cristo Cabeza y Buen Pastor. Pedimos al Señor, con palabras de la liturgia de hoy, que los que hemos sido consagrados por la unción, laicos, religiosos y sacerdotes, libres del pecado en que nacimos y convertidos en templo de su divina presencia, exhalemos el perfume de una vida santa, y que fieles al sentido de la unción, vivamos según nuestra condición de reyes, sacerdotes y profetas (cf. Oración para la consagración del Crisma). Que fieles al don recibido, hechos otros “cristos”, asumamos alegres, la apasionante tarea de la evangelización. Nos corresponde a todos y cada uno de los miembros del Pueblo de Dios. “La nueva evangelización, dice Francisco, debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados” (Exhort. Apost. “La alegría del Evangelio, 130). Somos más que discípulos y misioneros, sigue diciendo el Papa: “somos siempre discípulos-misioneros” (ibidem). No hay auténtico discípulo que no sea a la vez apóstol, misionero, allí donde se encuentre. No puede dejar de serlo quien se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo nuestro Señor. Una más viva conciencia de esta realidad abrirá la Iglesia a nuevos horizontes.

Queridos hermanos sacerdotes, También para nosotros reviste esta celebración un significado especial. Esta Misa crismal celebrada por el Obispo con su presbiterio ha de ser, se dice en la Ordenación General del Misal Romano, cómo una manifestación de la comunión de los presbíteros con su Obispo y de la íntima fraternidad que vincula estrechamente a todos los sacerdotes. Una y otra son características esenciales de una adecuada vida y ministerio sacerdotales. Hoy renovaréis de nuevo las exigentes promesas hechas el día feliz de vuestra ordenación. No son en absoluto una carga; son vínculos libremente contraídos, fruto por tanto del amor, cuya observancia es garantía de vida realizada y de eficacia pastoral. Estas no se pueden dar sin una sincera y cordial fidelidad a los compromisos adquiridos.

Queridos sacerdotes: renovad hoy con gozo las promesas:  de uniros cada vez más íntimamente a Cristo, de manera que quedéis trasformados en Él; dispensad generosamente al pueblo cristiano los misterios de Dios; predicad “a tiempo y destiempo” la Palabra que salva; empeñaos santamente por llevar una vida ajena a la mundanidad que solo engendra tristeza y debilita los afanes pastorales; que el celo por las almas sea siempre lo que nos mueva a rodos y guíe nuestras acciones, sin pretender logros temporales.

A cuantos, fieles cristianos, participáis activamente en esta Eucaristía: orad por vuestros sacerdotes, sostenedlos con vuestro amor de hijos y hermanos, para que sean “imagen, cada vez más viva y perfecta de Cristo sacerdote, buen Pastor, maestro y siervo de todos”. Que así sea.

 

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