Homilía del Sr. Obispo en la Santa Misa con motivo de la concesión del título de Alcalde de Honor de Gascueña a su patrón San Ginés de Arlés

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Queridos Gascones:

Gracias por la invitación que me hicisteis en su momento para presidir la celebración de la Santa Misa con motivo de la concesión del título de Alcalde de Honor de Gascueña a vuestro patrón San Ginés de Arlés.

Seguramente, antes de conceder a San Ginés de Arlés el título de alcalde de honor de esta localidad alcarreña, poblada siglos atrás por francos de la Gascuña de la antigua baja Navarra, os habréis preguntado por el significado de dicho título. Se trata, ciertamente, de un título honorífico con el que se honra a una persona por motivos que pueden ser muy diversos: deportivos, intelectuales, militares, sociales o religiosos; por ser benefactor de un lugar, su defensor o protector en un momento de dificultad. En las instituciones académicas, universidades o escuelas técnicas superiores, de vez en cuando se nombra Doctor honorífico (honoris causa) a alguna persona que ha destacado o destaca en una rama de las ciencias, de las letras o de las artes. Es una manera de poner de relieve las cualidades intelectuales poco comunes de la persona que recibe el galardón. Se trata de tributarle un merecido honor (honoris causa)

Se otorgan reconocimientos militares, civiles, académicos o eclesiásticos, según sea la naturaleza del motivo del mismo: militar, civil, académico o religioso. Otorgar un reconocimiento civil honorífico a un santo no deja de ser algo singular. Se entiende bien que a quien destaca como persona virtuosa, santa, por su amor a Dios y al prójimo se la declare santa, se la canonice, es decir, se la ponga en el canon, en la lista, de los santos. Menos frecuente es que a un santo se le nombre alcalde honorífico. Tratándose del patrono de una localidad, el nombramiento resulta ciertamente más comprensible. Pero no deja de llamar la atención. Al nuevo alcalde honorífico se le suele entregar el bastón de mando, símbolo del poder que tiene la autoridad de un lugar.

Al recibir vuestra invitación, pensé durante un buen rato en lo que podría significar el acto en honor de San Ginés. Es indudablemente una distinción, un reconocimiento que se le tributa. Se lo concede o lo promueve en última instancia la corporación municipal, puesto que a ella afecta en primer el título de Alcalde de Honor, primera autoridad honorífica del pueblo. Está implicado también de un modo u otro el pueblo de Gascueña como tal, ya que se reconoce a San Ginés como alcalde de la localidad, no, naturalmente, para sustituir a quien ha sido elegido como tal por los vecinos, sino porque se le considera dotado de méritos o cualidades tales que le permitirían regir o gobernar un pueblo, como al Doctor honoris causa, se le reconocen y suponen las cualidades para ser un buen maestro, un docente de cualidad en su materia.

Sabéis tan bien o mejor que yo que San Ginés fue mártir allí a finales del siglo III o comienzos del s. IV, en tiempos del emperador Diocleciano. Fue un soldado conocido por su maestría en la escritura, motivo por el cual fue nombrado secretario del magistrado romano de Arlés. Cuando se encendió una vez más la persecución anticristiana, nuestro buen soldado se negó a poner por escrito el Decreto con el que daba comienzo la misma, un decreto que consideraba absolutamente injusto. Por negarse a redactar el Decreto de la autoridad romana fue perseguido, apresado y martirizado, para ser, pasado no mucho tiempo, objeto de veneración por parte de los cristianos.

Pienso, pues, que honráis a vuestro patrono con este nuevo título, civil en este caso, por la coherencia y fidelidad a la fe que mantuvo hasta sufrir muerte violenta. Un hombre leal a Dios, fiel a sus convicciones de fe. No se doblegó ante el grave peligro para su vida que suponía negarse a ejecutar la orden injusta. No cedió por miedo ante los evidentes males que se derivarían de su negativa; no renegó de sí mismo, traicionando su conciencia; fue coherente hasta su trágico final. Esta es la imagen de San Ginés que nos ha legado la tradición. Y es esa imagen la que, más o menos conscientemente, está detrás de vuestra decisión de nombrarlo alcalde de honor de Gascueña. Me sumo a este reconocimiento a vuestro santo Patrono por su negación a realizar un acto que él consideraba injusto. Juzgo que es un buen ejemplo para vosotros y también para mí. Lo es de manera especial para toda persona, creyente o no, que desempeñe una función de gobierno en la sociedad, civil o eclesiástica. No es coherente desprenderse de la condición cristiana cuando se trata de realizar el propio trabajo, sea cual sea, para volverla a retomarla cuando se regresa a la vida de ciudadano particular. Lo que no significa que sea licito imponer a los demás las propias ideas, pero sí que uno desee ser coherente y serlo dentro del respeto a todos.

El Evangelio que acabamos de escuchar nos ofrece una enseñanza clara: el siervo no es más que su amo, ni el discípulo más que el maestro. Cuando uno cumple la voluntad de Dios, cuando se actúa movido por el amor a la justicia, sin desviarse de ella, es muy probable que se encuentre con la incomprensión, con la burla, incluso con la persecución, que puede revestir mil formas, acarreándole todas algún perjuicio. Eso le ocurrió a San Ginés, y mucho antes a su maestro, nuestro Señor Jesucristo. Nadie puede sensatamente pensar que le espera mejor suerte

Que San Ginés a quien a partir de hoy honráis como santo y patrono vuestro, y también como alcalde de honor de ese pueblo de Gascueña, nos consiga de Dios Nuestro Señor ser fieles a nuestra fe cristiana en todas las circunstancias de nuestra existencia. Fieles y coherente con la vocación cristiana que hemos recibido, como personas singulares y como pueblo. Amén.

FOTO: Domingo Puerta Benito

 

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