Hay motivos para la esperanza. Hay razones para la esperanza. Dios no abandona nunca la obra de sus manos. Son afirmaciones que todos los que participamos en la apertura del curso académico del Seminario Diocesano podemos confirmar. Como la semilla, apenas cae en tierra empieza a germinar, con silencio y discreción, la obra de Dios que es su Iglesia recibe siempre dosis de vida por “el sí” de jóvenes generosos que son capaces de interrogarse “¿qué quiere Dios de mi?” y secundar este iniciativa divina.
Con esta perspectiva, el día 1 de Octubre comenzaba su andadura un nuevo curso en el Seminario Diocesano. Una tarde en la que, a través de dos actos, se ponía de manifiesto que nuestra Iglesia de Cuenca debe ser optimista en el campo de las vocaciones al sacerdocio.
Por un lado, la capilla del Seminario acogía la solemne eucaristía presidida por Mons. José María Yanguas en la que los participantes invocábamos al Espíritu Santo para que sea el artífice de todas las actividades que tendrán lugar en un nuevo curso. En esta celebración concelebraban el equipo directivo, profesores y sacerdotes del presbiterio diocesano; además, la capilla se veía repleta por la presencia de seminaristas, familiares y otros tantos amigos de esta institución donde, unidos, poníamos en manos de Dios todo lo que deparará el curso institucional. En su homilía, el obispo señalaba las líneas maestras de trabajo del Seminario Menor y el Seminario Mayor. Es un proyecto único, es cierto, pero con matices distintos. En el Menor se intenta trabajar con los indicios de lo que puede ser llamada de Dios; en el Mayor se intenta configurar al joven con Cristo para que lo haga presente en su vida sacerdotal al servicio de la Iglesia. Un proyecto, apuntó el prelado, que es de toda la comunidad diocesana que tiene que velar y trabajar para que nunca falten sacerdotes a esta parcela de la Iglesia.
En un segundo orden, el acto académico vino desgranado por la lectura de la memoria académica del curso anterior. En ella se enfatizó la grandeza de que, tras tres años sin ordenaciones presbiterales, nuestra Diócesis se alegraba con la ordenación de dos nuevos sacerdotes, amén del repunte de seminaristas que se ha venido dando en estos últimos años. Una memoria donde se observaba la combinación de estudio, oración y apostolado que llevan a cabo los alumnos del centro. Tras la lectura de esta memoria, el secretario de estudios, D. Matías Romero Almendros, pronunció la lección inaugural titulada “Pedagogía de Dios. Propuesta para una pastoral juvenil”. En ella, el ponente apostó por el trabajo con los jóvenes de la misma forma y estilo que el Dios de los cristianos ha llevado a cabo con su pueblo. Un itinerario que comienza con un acompañamiento cercano y directo, pausado y sin prisas, proponiendo la figura de Cristo como prototipo para cada joven, abriéndole al soplo del Espíritu y en el marco de la Iglesia. De esta forma y con el modo de Dios, el joven puede encontrar un espacio de diálogo con quien puede dar sentido a su vida y su existencia.
Con estos motivos para el trabajo y la esperanza, el Seminario ha comenzado una nueva andadura donde, seguramente, la semilla dará fruto.