Queridos diocesanos:
El Papa Francisco ha decidido que celebremos por primera vez el próximo 26 de julio, fiesta de San Joaquín y Santa Ana, la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Digo por primera vez, porque el Papa desea que esta Jornada se celebre cada año en el cuarto domingo del mes de julio.
El hecho de que el Papa haya instituido la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores pone de manifiesto la importancia que concede a unos y otros. En su Mensaje para este día pone de relieve las razones que lo han movido a instituir la Jornada.
En primer lugar, el Papa desea recordarnos a todos, pero especialmente a los abuelos y a los mayores, que no están de más ni en la Iglesia ni en el mundo; que tienen, por el contrario, una tarea específica muy bella y de indudable valor: “la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños”. Lejos de ser personas inservibles, “objetos de descarte”, seres “sobrantes” en una sociedad que prima la acción, la eficacia, la fuerza o la belleza, los abuelos y los mayores tienen la gran tarea de ser los “custodios de las raíces”, los que nos sitúan en la historia; son el pasado “vivo aún” que nos conecta con el pasado en cierto modo “muerto”, pero que pervive todavía en ellos. Nos proporcionan un pasado, son sujetos de una historia que continua en nosotros; eslabones de una larga cadena, episodios de una historia, la nuestra, la de cada persona, familia o pueblo. Sin ellos perdemos identidad. Son parte de nosotros mismos.
Los abuelos y los mayores “trasmiten la fe a los jóvenes”, dice el Papa. Son custodios y transmisores de la fe que, a su vez, recibieron de sus abuelos y mayores. Qué espléndida tarea ser testigos, con frecuencia silenciosos, pero eficaces, que muestran a los pequeños el rostro amable de Dios, generoso, cercano, afectuoso, “perdonador”. Tantas veces son ellos los encargados de iniciar a los nietos en las verdades más fundamentales de la fe y de la oración cristiana, y lo hacen en un clima inolvidablemente entrañable. ¡Qué importante que abuelos y mayores sean conscientes de que la suya es una verdadera misión eclesial!, que todos apreciamos como tal.
“Cuidar de los pequeños”. El Papa emplea con frecuencia este verbo. Cuidar es ocuparse amorosamente de algo o de alguien que requiere atención; estar pendiente de él; atender a sus necesidades; suplir sus carencias; librarlo de peligros; proporcionarle lo necesario para su bienestar. Ejercicio exquisito de caridad, y tarea para cualquier edad, y para “todas las estaciones”.
Además de esta estupenda tarea, el Papa precisa otras formas con las que abuelos y mayores pueden ayudar a curar las heridas de nuestra sociedad: los sueños, los ideales, con los que contagiar a los más jóvenes, para que ellos los hagan realidad; la memoria, en la que quedan almacenadas las experiencias y lecciones que, a lo largo de los años, les ha ido impartiendo esa gran maestra que es la vida. Experiencias que lo mismo ayudan a encontrar senderos con final feliz que a evitar descaminos causantes de desdichas; la oración, en fin, de los ancianos que, en palabras de Benedicto XVI, que Francisco trae a colación, “puede proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos”.
Termino con dos citas de la Sagrada Escritura, ambas del libro del Eclesiástico: “Honra a tu padre con todo tu corazón, dice la primera, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que ellos te engendraron, ¿qué les darás a cambio de lo que te dieron?” (7, 28). Y la segunda: “No desprecies los discursos de los ancianos, que también ellos aprendieron de sus padres; porque de ellos aprenderás inteligencia” (8, 9). Vale la pena meditarlas en esta Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores. Nos ayudarán a escuchar, respetar, amar y cuidar, aún más y mejor, a nuestros abuelos y mayores.
Con mi bendición.
Cuenca, 21 de julio de 2021
+José María Yanguas
Obispo de Cuenca