Circular sobre el mes de mayo, 14 de abril de 1923

CIRCULAR SOBRE El MES DE MAYO 1923

Con el vertiginoso correr de los tiempos, acércanse rápidamente los poéticos días del Mes de las Flo­res, consagrado desde antiguo por la piedad cristiana para rememorar las virtudes de la sin par María y excitar los corazones de los fieles a copiar los hermo­sos modelos que nos legara la Reina de todos los Santos

Acuciados por el acendrado amor que desde la in­fancia nos inspiró la Madre del Amor hermoso, augus­ta soberana del Pilar de Zaragoza, haríamos traición a nuestros sentimientos marianos y ofenderíamos la arraigada piedad conquense, tan enamorada de María, si, al avecinarse el citado Mes de Mayo, no diri­giésemos a nuestros muy amados diocesanos e hijos algunas palabras, nacidas del fondo de nuestra alma, que aviven más y más el amor hacia la Reina bendita de las eternidades, Madre de Dios y Madre de los hombres a la vez, y nos obliguen a ofrendarla flores del alma, y a impetrar de tan buena Madre el remedio de todos los males que conmueven hondamente a la sociedad actual.  

Justificadísimo está que el Mes de Mayo haya sido consagrado con preferencia a cualquiera1 otro mes para las especiales alabanzas de la Virgen, porque —como dice un sabio escritor—«dicho mes nos ofrece, en la rejuvenecida naturaleza, no sólo la frescura del aire, la salubridad de los vientos y la pureza de la luz, sino, principalmente, la variedad de las plantas, la multiplicidad y la lozanía de las flores, siendo, por tanto, el mes más a propósito para hablar a nuestro corazón de Aquella que todos reconocemos, con la Iglesia, cual florida vara de Jesé, mística Rosa de Jericó, candida azucena de los valles; en una palabra: como la flor siempre bella y olorosa de los campos: Ego flos campi (Cant, II-l).

Tan elevada es su dignidad que, conforme al sen­tir de San Agustín, no ha existido entendimiento tan penetrante, ni voz tan elocuente que haya podido com­prender ni expresar la altísima dignidad de la Virgen: Huius dignitatis effectum nec cor concipere, nec linqua valet exprimere.

Es tan valioso y eficaz su patrocinio, que, como dejó escrito San Ignacio, mártir, es imposible que perezca el verdadero devoto de esta  Virgen Madre: Nunquam male peribit, qui Genitrici Virgini devotus sedulusque extiterit; y Ella misma, acomodándose las palabras del Eclesiástico (XXIV, 31) nos asegura que
sólo podrá llamarse bienaventurado y, feliz, aquel que haya sabido copiar sus virtudes, seguir sus senderos e imitar sus ejemplos: Qui elucidant me vítam aeternam habebunt.

Para agradar a María y servirla como-hijos suyos no es bastante colocar unas cuantas flores en sus altares, ni consagrarla algunas devociones; es necesario amarla con ternura, servirla con fidelidad e imitarla con diligente solicitud.

Amemos de tal modo a María, porque, como dice San Beda, no se vio nunca abandonado quien puso sus esperanzas en ella: Serviamus semper tali reginae Mariae quae non derelinquit sperantes in sé. Las muchas necesidades de los tiempos presentes nos obligan, a practicar con fervor creciente el próxi­mo Mes de Mayo, y a elevar incesantes súplicas a María para conseguir la paz de los espíritus y de las sociedades Para excitar más y más tan tierna deyoción, autorizamos a los señores sacerdotes de la diócesis, encargados de iglesias donde se practiquen los Ejercicios de Flores, para que en los días que mejor estimen puedan exponer públicamente S. D. M. y concedemos a
nuestros diocesanos cincuenta días de indulgencia, en la forma acostumbrada, por cada acto a que asistiesen en dicho mes.
 


                                                                                             Cuenca, 14 de abril de 1923.

                                                                                              + CRUZ, Obispo de Cuenca

 

 

 

 

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