El Pan de la Palabra – Domingo III de Pascua

Querid@s amig@s:

 

El Equipo «Quiero ver» cuelga todas las semanas un video en la página web de la Editorial Verbo Divino para explicar así el mensaje del Evangelio de ese domingo. Esta semana el vídeo se titula «Libertad y vida» y termina con tres frases que nos pueden ayudar a sumergirnos en la experiencia de la Resurrección, en la experiencia de la Pascua, ya que es la experiencia propiamente cristiana (http://www.verbodivino.es/web/vid2/año%202015/Libertad%20y%20vida.mp4):

+ Creer en el Resucitado hace que la vida desborde los límites en que la encajonamos.

+ Creer en el Resucitado salta las barreras en que nuestra confianza la había encajonado.

+ Creer en el Resucitado rompe los diques de nuestra experiencia limitada.

Esto es lo que experimentaron los primeros discípulos y por eso no se cansarán de anunciarlo a los cuatro vientos, para que ese anuncio llegase lo más lejos posible y a cuanta más gente mejor. Por esa razón ha llegado hasta nosotros.

 

Las tres lecturas de hoy comparten elementos en común que pueden hacernos descubrir lo que la muerte y resurrección de Jesús aporta a nuestras vidas, ese desbordamiento, esa superación de las barreras y esa ruptura de los diques que tanto nos cuesta superar. 

 

Pedro toma la palabra en el libro de los Hechos de los Apóstoles para proclamar con valentía la resurrección de Jesús. Habla con convicción porque él sabe que el Dios de Jesucristo, que es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de los padres, el Dios de Israel, ha librado a Pedro de sus miedos, de sus pecados. Pedro ha experimentado la conversión como un regalo del Jesús resucitado. El Pedro cobarde, negador, se siente perdonado, rehabilitado, amado sin condiciones, llamado por el Señor de la Vida a sembrar el Evangelio de la Resurrección. Un anuncio sin rencor, pero con claridad: «Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, par Dios lo ha resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos». Ser testigos del Resucitado es anunciar la posibilidad de la novedad, de la reconciliación, del perdón: «arrepentíos y convertíos». El salmista, que nos ayuda a profundizar en la primera lectura, ha experimentado al igual que Pedro la luz del rostro del Señor, un Dios que lo ha escuchado y le ha dado anchura en el aprieto. Por eso puede decir que duerme en paz, porque el Señor, Él solo, le hace vivir tranquilo.

 

El presbítero Juan en su primera carta anuncia el Evangelio del perdón: Jesús ha sido la «víctima de propiciación por nuestros pecados». Juan presenta a Jesús como el Justo, al igual que Pedro en su discurso de Hechos. La muerte del Justo por los pecadores ha mostrado el verdadero rostro de Dios, un Dios que es amor cuyo amor nos ha llegado a todos por medio del Hijo, el Justo, el Inocente. Él sólo nos ha pedido que guardemos su palabra, el mandamiento del amor.

 

El evangelista Lucas ofrece la descripción de la vuelta de los discípulos de Emaús a Jerusalén junto a los Once. Ellos son una viva muestra del milagro que obra la buena noticia de la Resurrección. Los mismos que se alejaban desilusionados, tristes, desesperanzados vuelven ahora a la comunidad para comunicar con gozo su nueva experiencia de Jesús. Dice el evangelista que contaban «cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan». Es la Eucaristía y el compartir la mesa con el forastero lo que les ha abierto a esta nueva realidad de la Resurrección. En el fondo, han hecho lo mismo que Jesús durante su vida: compartir el camino de la vida y la mesa del pan con un desconocido. Haciendo lo mismo que su Maestro Jesús han podido experimentar la certeza de la resurrección. La Palabra de los Moisés, los Profetas y los otros Escritos les había abierto el entendimiento para comprender la nueva presencia de Jesús: «¿Acaso no nos ardía el corazón por el camino mientras nos explicaba las Escrituras?». 

Ahora sucederá lo mismo. Jesús, con las señales de la cruz, es decir el Crucificado, comparte con ellos la mesa («cada vez que comemos de este pan y bebemos de este vino anunciamos su muerte hasta que vuelva»), y les abre el entendimiento para comprender las Escrituras. Son las palabras de Jesús y su vida hasta la muerte en cruz y su resurrección («Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse») las que permiten descubrir la salvación que Dios por medio de Jesús ha traído a todos: la conversión y el perdón de los pecados. 

 

El Resucitado termina el evangelio diciendo: «Vosotros sois testigos de esto». Pedro junto a los otros discípulos decía: «y nosotros somos testigos». ¿Y tú, y yo, y nosotros como cristianos? ¿Somos testigos de la conversión y del perdón de los pecados? ¿Nos sentimos perdonados por Dios al precio de la sangre de Jesucristo, de su vida entregada totalmente? ¿Somos testigos de la conversión dando a los de alrededor la oportunidad de cambiar, perdonando, es decir, trabajando con esperanza y compromiso en la construcción de un mundo, de una sociedad, de una familia unida?

 

Que todos nosotros, como dice la oración colecta de hoy, exultemos de alegría y de gozo al vernos renovados y rejuvenecidos en el espíritu sabiendo que somos hijos de Dios por adopción que vivimos con la esperanza de resucitar gloriosamente como Jesús.

 

¡¡¡Feliz domingo a todo@s!!!

Servicio Bíblico Diocesano

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