El Pan de la Palabra – Domingo IV Tiempo Ordinario

Querid@s amig@s:

 

El evangelio de hoy es continuación del que se proclamó el domingo pasado. Está bien que, puesto que el ciclo B nos ofrece una lectura continuada del evangelio de Marcos, no perdamos de vista el hilo. Así comprenderemos un poquito mejor la presentación que Marcos hace de Jesús, el Mesías e Hijo de Dios. El domingo III escuchábamos que Jesús entra en escena como protagonista una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado. Y lo hace para continuar con un anuncio similar: el Bautista anunciaba la próxima venida del Mesías y del Reino de Dios, y Jesús proclama que eso ya está aconteciendo. La novedad que viene con él requiere conversión (=cambio de mentalidad) y confianza (creer que se trata de una buena noticia y fiarse de Dios). Lo primera acción que realiza Jesús es llamar a cuatro discípulos para convertirlos en pescadores de hombres, es decir, para que continúen con la misión que él está comenzando a realizar.

Aquí dejábamos la trama del evangelio. Jesús ya no está solo. Él no quiere hablar y construir un Reino de Dios en el que Dios reina como Padre-Madre en solitario. Lo quiere anunciar mostrando la fraternidad que Dios quiere para el mundo. Estamos precisamente en el Octavario de Oración por la unidad de los cristianos. Vivir en comunión y en unidad no es algo accesorio; es el único modo de hacer creíble el anuncio del Reino, proyecto de Dios para la construcción de un mundo de hermanos. Los cristianos de todas las confesiones tenemos la responsabilidad de limar asperezas, de acercar distancias para mostrar al mundo la credibilidad del proyecto de Dios. Pero esa unidad debe comenzar por revisar la comunión muchas veces rota que existe dentro de nuestras parroquias, iglesias particulares (=diócesis), familias, pueblos… Las comunidades cristianas deben redescubrir la dimensión comunitaria de la fe y vivirla con gozo: caminar por este mundo sabiendo que lo tenemos que hacer en sintonía con nuestros hermanos de fe y con todo hombre y mujer que comparta nuestra vida.

A estos discípulos, con los que Jesús quiere poner los primeros cimientos del Reino de Dios (Pedro será la piedra sobre la que edificará su iglesia; Santiago será el primero en entregar la vida…), Jesús los toma consigo para vivir con ellos y compartir la vida. Precisamente el evangelio de hoy muestra una jornada de Jesús con los suyos y con la gente que lo rodea… Los estudiosos de Marcos llaman a este episodio que comienza en Mc 1,21 la «Jornada de Cafarnaún». Acompañando a Jesús también nosotros queremos aprender de él, de sus formas, de sus actitudes, de sus sentimientos… Veamos que hace Jesús.

Jesús es un judío y sus discípulos también. Por eso, llegado el sábado, se acercan a la sinagoga, el lugar de reunión en torno a la Palabra para los judíos… La Palabra de Dios, en especial la Toráh judía, es el regalo de Dios para que su pueblo viva. Con el Salmo 119, el piadoso judío proclama en un salmo de alabanza a la Ley que «lámpara es tu Palabra (Ley) para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 119,105). A ese lugar tan importante y tan cotidiano para los judíos, en el día santo para ellos, Jesús y sus discípulos se acercan y participan. En torno a la Palabra de Dios enseñan los escribas, los maestros de la ley, pero también los adultos como Jesús. Los curioso es que el evangelio no nos dice nada de las enseñanzas de Jesús, sólo que eran con autoridad y que causaban asombro entre los demás. Probablemente hablaría del Reino de Dios, de su cercanía, de la importancia de ese momento presente, de la necesidad de cambiar la forma de pensar para poder acoger a Dios, de la necesidad de confiar en Dios y en que todo lo que viniera de Él sólo podía ser una buena noticia. Pero la gente se asombraba, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. No era un experto, no era responsable de la enseñanza, no hablaba de teorías sobre Dios. No. Hablaba con autoridad: su palabra iba acompañada de una credibilidad especial, sus obras, sus acciones.

Precisamente el evangelio narra a continuación una acción de Jesús en la sinagoga. No olvidemos el contexto: sábado, la sinagoga, en el contexto del anuncio del Reino por parte de Jesús… Jesús viene a inaugurar el Reino de Dios con la intención de vencer todas aquellas fuerzas que puedan esclavizar al ser humano o atentar contra su dignidad… La respuesta que da el espíritu inmundo a Jesús confirma esto: «¿Has venido a acabar con nosotros?», al tiempo que confirma la identidad de Jesús desvelada en el bautismo por la voz de Dios: «Sé quién eres: el Santo de Dios». Los exorcismos son una muestra de que el Reino de Dios está presente y actuando. Los discípulos que se han embarcado en la aventura del Reino van aprendiendo en su día a día con Jesús que han de implicarse en la lucha contra el mal y contra todas las fuerzas que atentan contra el ser humano… En el lugar de la comunidad reunida para la escucha y la meditación de la Palabra, Jesús muestra que su Palabra está llena de autoridad porque es capaz de liberar al ser humano de sus demonios. Frente a la palabra vacía de los escribas que no son capaces de levantar a ese hombre de su postración, la palabra de Jesús es capaz de generar vida, de posicionarse frente al mal y derrotarlo.

Este evangelio nosotros hoy lo escuchamos y lo meditamos a la luz de la primera lectura tomada del libro del Deuteronomio. En este texto, Dios promete a su pueblo que suscitará un profeta como Moisés, capaz de decir una palabra de Dios a su pueblo. Moisés tenía la autoridad que nacía de haber estado cara a cara con Dios y no haber muerto. Ese profeta es Jesús, el que ha visto y escuchado al Padre y sus palabras son veraces. Es quien nos ha dado a conocer a Dios como Padre loco de amor por toda la humanidad y toda la creación. Los primeros cristianos vieron en Jesús a este nuevo Moisés, pero con la conciencia de que era aún mayor que Moisés, porque era Mesías e Hijo de Dios. 

La segunda lectura la podemos comprender un poco mejor a la luz del evangelio. Para Pablo la inminencia de la venida definitiva del Reino que Jesús había confirmado con su muerte y resurrección necesitaba una respuesta y una entrega totales. El célibe, el no casado, tiene más posibilidades. En este contexto podremos comprender un poco mejor el hecho de que aún hoy haya muchas personas que, eligiendo libremente la opción del celibato, dediquen su vida a anunciar y trabajar por el Reino. El problema está cuando los que somos célibes no mostramos una entrega total a las causas del Reino, a la lucha contra el mal y todas sus manifestaciones…

A la luz de esta Palabra, podríamos hoy reflexionar sobre algunos asuntos: 

+ Nuestra palabra como cristianos, ¿está llena de autoridad? ¿Por qué?

+ ¿Por qué llama tanto la atención y asombra la palabra del papa Francisco? ¿No será porque su palabra va acompañada de gestos que realizan lo que dicen sus labios? 

Que la celebración de este domingo nos ayude a descubrir dónde reside la verdadera autoridad de nuestra palabra como cristianos. Que nos convirtamos todos en hombres y mujeres con la autoridad de Jesús, la de pasar por la vida haciendo el bien, ungidos por el Espíritu de Dios, y luchando contra el mal.

 

¡¡¡Feliz domingo en familia!!!

 

Servicio Bíblico Diocesano

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