Circular sobre el Santo Sacrificio de la Misa, 12 de julio de 1930

Circular sobre el Santo Sacrificio de la Misa, 12 de julio de 1930

CIRCULAR

acerca de la materia del Santo Sacrificio de la

Misa y de la distribución y conservación del

Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

Aun cuando son suficientemente claras y precisas las graves prescripciones contenidas en la importantísima Ins­trucción dirigida recientemente a los Reverendísimos Ordi­narios por la Sagrada Congregación de Sacramentos y publicada en el número 2 de este Boletín, del año actual, «acerca de algunas cosas que deben evitarse y de otras que hay que observar en la celebración del Santo Sacrifi­cio de la Misa y en la distribución y conservación del San­tísimo Sacramento de la Eucaristía», para su mejor obser­vancia por los señores Curas y encargados de iglesias —refiriéndose a Nos cuales dice la citada Congregación sciant super observantia praefatorum praescriptionem graviter onerari eorum conscientia— atendidas las cir­cunstancias de esta nuestra amada Diócesis, venimos en dictar las disposiciones siguientes: 

1.a En todos los Centros diocesanos de Conferencias Litúrgico-Morales se leerán, cuando menos, dos veces en distintas reuniones del año corriente la referida Instrucción con las Anotaciones que le siguen y esta nuestra Circular.

2.a   Los casos de conciencia que el Sr. Director de las mencionadas Conferencias   Litúrgico-Morales  proponga para su resolución durante algún tiempo, el que él juzgue preciso, versarán acerca de alguno de los puntos que abarca la referida Instrucción.

3.a El Profesor de Teología Moral de nuestro Semina­rio Conciliar hará en el próximo Curso a sus alumnos una amplía y metódica exposición de la tan repetida Instruc­ción, proponiéndoles diversos casos prácticos.

 

4.a Todos los señores Curas y encargados de igle­sias en la Diócesis, incluso los exentos, pondrán el mayor cuidado en la adquisición de la harina con que se han de fabricar las Hostias para celebrar la Santa Misa, procu­rando comprarla a comerciantes o labradores de conciencia; y aún veríamos con más satisfacción que algunas de las muchas Comunidades de Religiosas que hay en la Diócesis tomaran a su cargo, con las cautelas debidas, la fabricación de las hostias para todas las iglesias diocesanas.

 5º Cosa parecida decimos del vino, que ha de usarse en la celebración de la Saeta. Misa, que de ninguna, mane­ra ha de comprarse en tabernas o establecimientos de comidas, sino que ha de adquirirse en Casas de confianza, con preferencia en las que cuentan con el certificado de aprobación de algunos Rvdmos. Prelados, o el elaborado por cosecheros de conciencia, que no faltan en la Diócesis, o por sacerdotes reculares o Religiosos; lo que se ha de demos­trar con el correspondiente Justificante auténtico al pre­sentarse anualmente las cuentas de Fábrica respectivas en la Contaduría diocesana.

 

Las bandejitas que se usan para la distribución de la Sagrada Comunión han de ser de plata o metal dorado, totalmente lisas, y han de estar bien limpias de polvo, de gofas de cera y de cualquier mancha.

7.a Igualmente, los corporales, los purificadores, pañitos y sabanillas de altar, han de estar siempre sumamen­te limpios, sin mancha alguna, cual corresponde al supremo decoro que requiere el uso sagrado a que se destinan.

8.a A tenor-de lo que disponen el Ceremonia! de Obis­pos y la Sagrada Congregación de Ritos (1), la Sagrada Eucaristía debe de renovarse cuando menos semanalmente y siempre con hostias recientes, consumiendo previa­mente todas las partículas antiguas y purificando el Copón.

9.a   En las Iglesias de la Diócesis donde no se dispon­ga de los lugares convenientes que señala la supradicha Instrucción, apartado III, B) para .instalar con la debida decencia la Santísima Reserva que se guarda para, si es preciso, administrar el Viático a los enfermos durante el último triduo de Semana Santa, se colocará después de la Misa y procesión del Jueves Santo dentro de la Urna del Monumento, detrás del cáliz, hasta la terminación de la Misa de Presantificados del Viernes, que se llevará a su Sagrario habitual sin que en éste se ponga ornato alguno ni  más luces que la lámpara, y sin que puedan celebrarse en todo el día del Viernes actos de culto eucarístico.

10.a En la Conferencia Litúrgico-Moral del mes de Octubre próximo todos los señoras Curas y encargados de iglesias darán cuenta por escrito, que se leerá en pre­sencia de todos los asistentes, a! Sr, Presidente del Centro respectivo de las medidas tomadas en cada una de las iglesias para el más exacto cumplimiento de las indicadas prescripciones de la Sagrada Congregación de Sacramen­tos y de estas nuestras disposiciones; y lodos los señores Presidentes de Centros enviarán esas notas a nuestra Se­cretaría de Cámara antes del día 31 de dicho mes de Octubre..

Cuenca, 12 de Julio de 1930

 CRUZ, Obispo de Cuenca.

Mes y fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, 24 de mayo de 1930

MES Y FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

        Encarecemos a nuestros, venerables y amados se­ñores Curas la celebración del mes de Junio con la so­lemnidad y esplendor posibles en cada parroquia honra y gloria del Sacratísimo Corazón de Jesús, y de un modo especial su hermosísima fiesta, en la que les recomendamos exciten a los fieles a engalanar los bal­cones de sus casas con colgaduras y a colocar sobre éstas la imagen del Divino Corazón.

            Además, para dar cumplimiento a las prescripciones de nuestro Santísimo Padre el Papa Pío XI, que en su ferviente anhelo de intensificar en el mundo en­tero la devoción al Deífico Corazón, dispuso en su En­cíclica de 8 de Mayo del año 1928 que anualmen­te en la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús en to­dos los templos de todo el mundo se recite solemne­mente el acto de reparación al Sacratísimo Corazón de Jesús, para que se reparen nuestras culpas y se re­sarzan los derechos violados de Nuestro Sumo Rey y amantísimo Señor, cuya oración puso su Santidad al final de dicha Encíclica, mandamos que en todas las iglesias de Nuestra jurisdicción se recite la menciona­da oración, publicada en la página 166 del Boletín Oficial Eclesiástico del mencionado año 1928, en el hermoso día indicado, ya sea al terminar la Misa pa­rroquial o conventual, ya en la función de la tarde donde la hubiere.

            Con el fin de dar mayor solemnidad a los cultos que durante el mes de Junio se celebren en nuestra diócesis a honra y gloria del Sacratísimo Corazón de Jesús, autorizamos, servatis servandis, la exposición, mayor o menor, del Santísimo Sacramento en las no­venas, triduos y demás funciones que se consagren al Divino Corazón, concediendo 50 días de indulgencia por la asistencia a cada uno de los actos, Cuenca 24 de Mayo de 1930.

+ El Obispo.

 

 

 

Escritos Pastorales de D. Cruz Laplana

Escritos Pastorales del Beato Cruz Laplana

A continuación hacemos un elenco, no exhaustivo, de escritos del Beato Cruz Laplana como Obispo de Cuenca. La mayor parte de ellos se encuentra en en Boletín diocesano desde el año 1922 a 1933. Estos son algunas de sus escritos y cartas pastorales: 

1ª Carta Pastoral de 25 de abril de 1922.

Circular sobre las preces al Espíritu Santo, 17 de mayo de 1922.

Circular en favor de los niños de Rusia, 22 de diciembre de 1922. 

Circular sobre el mes de mayo, 14 de abril de 1923.

Día de la prensa católica, 10 de mayo de 1923.

Carta Pastoral sobre la Cuaresma, 20 de febrero de 1924.

Carta Pastoral sobre la Cuaresma, 10 de febrero de 1925.

Homilía en la Basílica de la Virgen Milagrosa, 22 de abril de 1926.

Carta Pastoral sobre la Cuaresma, 13 de febrero de 1926.

Circular sobre el carnaval, 9 de febrero de 1927.

Circular sobre el Rosario, 9 de septiembre de 1927.

Instrucciones para la Cuaresma, 18 de febrero de 1928.

Carta Pastoral sobre la Cuaresma, 9 de marzo de 1928.

Mes del Rosario, 24 de septiembre de 1928.

Aniversario de la consagración de España al Corazón de Jesús, 13 de mayo de 1929.

Jubileo por el Aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, 9 nde noviembre de 1929.

Sobre la persecución religiosa en Rusia, 10 de marzo de 1930.

Mes y fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, 24 de mayo de 1930.

Circular sobre el Santo Sacrificio de la Misa, 12 de julio de 1930.

Mes y fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, 27 de mayo de 1932.

Circular con ocasión de la beatificación de Juan del Castillo, 27 de diciembre de 1933.

 

1ª Carta Pastoral, 25 de abril de 1922

D. Cruz Laplana fue nombrado obispo el 30 de noviembre de 1921, y consagrado el 26 de marzo de 1922 en la Basílica del Pilar de Zaragoza, tomando posesión el día 2 de abril  como nuevo obispo de Cuenca. Veintitrés días después escribiría su primera carta pastoral la cual reproducimos integramente.

BOLETÍN OBISPADO DE CUENCA n. 12. a. 1922.

 

Nos el Doctor D. Cruz Laplana y Laguna, por la gracia de Dios y de la Santa Sede, Obispo de Cuenca, Maestrante de Zaragoza, Señor de las Villas de Pareja y Casasana. 

 A nuestro venerable Cabildo Catedral, Clero secular y regular, corporaciones y pueblo fiel salud y bendición en Nuestro Señor Jesucristo.

Son temibles, amados diocesanos de Cuenca, las responsabilidades del ministerio episcopal, y cuando, por la misericordia de Dios, y la benignidad de la Sede Apostólica, mediante la presentación de S. M. el Rey, fuimos designados para regir está im­portante Diócesis, nos llenamos de confusión.

Fue esta vencida considerando que cumplíamos los designios divinos conforme a la indicación de los superiores, y que la amable protección del Señor no abandona a los que tienen puesta en El su con­fianza.  «Obmutui quoniam tu fecisti» (Salmo XXX, VIII, v. 10.)

Alentado por esta reflexión, no pensamos ya más que en vosotros, Venerables Hermanos y amados Hijos, y en las obligaciones que hemos de cumplir en esta privilegiada tierra castellana, donde la fe tuvo profundas raíces para honor de la Iglesia y florecimiento de la civilización española.

Nos anima también el ejemplo de nuestros pre­decesores que forman el episcopologio glorioso de Cuenca, desde D. Juan Yáñez, su primer Obispo, hasta nuestro predecesor D. Wenceslao Sangüesa y Guía, de feliz memoria, llorado por su virtud y bendecido por su bondad.

A la intercesión de San Julián, segundo Obispo de Cuenca y patrono de la Diócesis me encomiendo y pongo mi pontificado bajo la protección de la Santísima Virgen del Pilar que, desde su sagrada Capilla, mirará al hijo ausente, si hay algún lugar de España donde podamos considerarnos ausentes los que la amamos y la llamamos «Dulce Madre Nuestra».

Almas tímidas ponderan los trastornos que en la fe y las costumbres se han producido por la malicia de los tiempos. Pero es cierto que, si hay cizaña, abunda la mies rica, como producto de una tierra fecunda en nobles sentimientos. Es prueba de esta afirmación la acogida cordial, reverente y efusiva que la Ciudad y diócesis ha dispensado a su Prela­do, precisamente porque es su Prelado, y porque sus manos y su cabeza están ungidas para bendecir y gobernar.

Hasta el presente Nos han favorecido con su ad­hesión el venerable Cabildo, el clero secular y regular nuestro querido Seminario, las corporaciones Provincial y Municipal y demás dignas autoridades, así como los fieles diocesanos; y a la vez que damos a todos rendidas gracias, expresamos la esperanza de que continuarán asistiéndonos con su coopera­ción para que, ayudados con la divina gracia, po­damos ejercitar provechosamente nuestro ministe­rio pastoral en esta amada Diócesis.

Porque no es otra Nuestra misión que la de ser padre y pastor de almas, siguiendo el ejemplo del divino Maestro que dijo: “Yo soy el Buen Pastor: y conozco mis ovejas y las mías me conocen. Y como el Padre me conoce, así conozco yo al Padre: y pon­go mi alma por mis ovejas. Tengo también otras ovejas que no son de este aprisco: es necesario que yo las traiga y oirán mi voz, y será hecho un solo aprisco y un Pastor.” (Jn. 25, 14-16)

El ciego de nacimiento que había sido curado por el divino Maestro confesó la divinidad de éste. Los judíos le arrojaron de la Sinagoga por esta con­fesión, y el Señor explicó entonces la parábola refe­rida, dándole a entender la ventaja de haberse apar­tado del error y del pecado ingresando en la reu­nión de los hijos de Dios con el cuidado amoroso del Buen Pastor.

En el libro de Ezequiel, cap. XXXIV v. 23, se había llamado al Mesías único y verdadero pastor, y el Salvador se aplica la profecía llamándose único y verdadero pastor de las almas.

Antes de Cristo nadie se había llamado Mesías. Desde que Cristo vino al mundo, porque entendían que habían llegado los tiempos proféticos muchos se han llamado Mesías y se han atribuido la direc­ción de las almas; pero hay un solo Mesías que ejer­ce el Supremo sacerdocio: Mediador, Maestro, Juez, Pastor por ser Hijo del Padre que le dio esta potestad, confirmada luego a precio de sangre.

Los hombres mirarán hacia El y su cayado será representación de la autoridad, de la justicia, de la prudencia, déla misericordia y del amor. Los qué le aman reconocerán su dulce gobierno y los que le odian lo reconocerán también en su odio, porque es centro único del mundo moral y sobrenatural.

Los Obispos y sacerdotes tenemos cargo de al­mas en cuanto lo recibimos de Cristo, mediante el Papa, único Jefe visible de la única Iglesia visible.

Quien desatiende a la Jerarquía eclesiástica se aparta de Cristo y le desatiende. Esta unidad de fe, de moral, de régimen, de culto constituye espectáculo único en la historia; de suerte que, dirigiendo a los fieles nuestra enseñanza, Cristo, a quien esta­mos unidos, habla por nuestra mediación. Ejerce­mos legación por Cristo, y en su nombre puede to­marse únicamente la dirección de las conciencias.

Nuestro Señor Jesucristo no sólo es Pastor sino que es El Buen Pastor; añadiendo éste epíteto porque hay ma­los pastores de los cuales dice el Apóstol: “que bus­can su interés no el de Cristo y las almas”. En la actualidad se ha encendido mi deseo desapoderado de erigirse en salvadores del pueblo, alentándole con quimeras, cuando se busca realmente servirá la ambición, la vanidad, al interés de los agita­dores.

Para que distingamos quien es el Buen Pastor nos explica el Sagrado Evangelio sus cualidades: «Yo conozco a mis ovejas y. las mías me conocen.» En Dios, que es simplicísimo y acto puro, conocer y amar son una misma cosa; perfecciones que se si­guen una de otra. «Yo conozco a mis ovejas y las mías me conocen», equivale a decir: Yo las amo y soy amado de ellas. Esta es la cualidad distintiva y ca­racterística del ministerio pastoral: amar mucho a los fieles.

Del amor que el Padre y el Hijo se tienen, proce­de, como de un solo principio, el Espíritu Santo, y en ésta obra de santificar las almas viniendo a ellas el Espíritu Santo con sus dones y carismas es instru­mento el sacerdote, no sólo conociéndolas especula­tivamente, sino queriéndolas con un amor tierno, semejante al que el mismo Padre tiene a su Hijo.

De éste amor a las almas nace y procede el sa­crificio por ellas. El guardián mercenario de un re­baño cuando el lobo viene abandona él rebaño. El Pastor celoso “pone su alma por sus ovejas.”  Desde la cruz nos habla el Salvador qué vivió y murió res­catándonos a precio dé sangre propia. ¡Aún hay quien mira a Cristo crucificado y desea hacerse ana­tema por sus hermanos!

Los hombres rectos, los simplemente reflexivos han de admirar la conducta del sacerdocio católico. Qué paraje de la tierra habrá tan escondido que no haya sido fecundado con las gotas de sudor de sus apóstoles y con la sangre dé sus mártires! Mientras los Protestantes y Cismáticos desaparecen en cuanto la persecución amenaza con el sacrificio, él Catolicismo florece en los sepulcros y sale renovado de las ruinas.

Yo brindo a la consideración de los fieles el ejem­plo de tantos curas de almas solícitos por atender a los habitantes de lugares y aldeas, únicos educado­res del pueblo en muchos casos, sobrellevando con abnegación, nunca bastante reconocida, las dificul­tades de la pobreza; venciendo las resistencias que ofrecen la incultura de unos, la astucia de otros, el desenfreno general por haberse aflojado los vínculos de obediencia a la autoridad y de respeto a las representaciones espirituales que no llevan en la mano el látigo del cacique, o la sentencia del juzgador. ¿Quien llega hasta las escondidas aldeas con el fin exclusivo de hacerles bien sino el cura de almas, el misionero y el Obispo?

Así los sacerdotes somos herederos de la ternura y abnegación del Buen Pastor no menos que de su autoridad, y N. S. Jesucristo sigue renovando el sa­crificio de su vida y compadeciéndose de las turbas.

Cuando no tuviéramos otra misión que llegara la multitud, aunque esté escondida entre bosques y peñascales, y hablarles de la eternidad, ya merece­ríamos el respeto del mundo; pero el sacerdote, como el Buen Pastor, hace mas: ilumina con la ver­dad y ayuda, con abundancia de medios sobrenatu­rales, para comunicar vida perfecta «Un vitam habeant et abundantius habeant» Jn. 10.

El naturalismo racionalista fió a la instrucción sola el remedio de nuestras caídas, suponiendo que éramos inclinados al bien por naturaleza y que bas­taba la simple proposición de la ley. La experiencia triste va desengañando a los que así confiaron y un clamor de impotencia y desaliento llena el mundo. Los hombres necesitamos conocer el deber y ser ayudados en el cumplimiento del mismo,

El Buen Pastor silva para reunir a sus ovejas; cubiertas de polvo las lava; vacilantes las sostiene; amedrentadas las acaricia; enfermas las cura y les comunica el confortador calor de su regazo. El sa­cerdote repite con el divino Maestro: Venid a mi los que sufrís la carga de las penas (Mt. 11)

Esta ayuda se nos ofrece en los santos Sacramen­tos, instituidos como remedio de las necesidades del espíritu, a fin de que, animados por las gracias so­brenaturales seamos   hombres   nuevos,   hombres transformados  en   elevaciones  de  fuerza y  de virtud.

Aún los extraviados merecen el cuidado y la predilección del Buen Pastor.

Mientras los sentimientos excelsos de piedad y de esperanza llenen el corazón del hombre y los Ángeles del Señor muevan sus alas sobre la cabeza de los niños y de los pobres, se leerán con emoción aquellas palabras del Evangelio: «Mirad que no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos: porque os digo, que sus ángeles en los cielos siempre ven la cara de mi Padre que está en los cielos, porque el Hijo del Hombre vino a salvar lo que había pereci­do. ¿Qué os parece? Si tuviese alguno cien ovejas y se descarriase una de ellas, ¿por ventura no dejará las noventa y nueve en los montes y va a buscar aquella que se extravió»? (Mt. 28) El género humano es esta oveja extraviada, y de­jando el Señor a los Ángeles en el cielo, ha venido a este mundo buscando a los hombres.

El Obispo es el Buen Pastor que llama a los cris­tianos descuidados, a los equivocados, a los extra­viados para que no pierdan de vista definitivamente el punto de la eternidad. Y les llama en nombre de Dios, para que sigan por el único “camino de verdad y de vida” (Jn. 14).

No contamos con nuestras habilidades sino con la protección divina y la ayuda de todos, abrigando en nuestro corazón aquélla esperanza que sentía el Apóstol al dirigirse a los fieles de Corinto y que expresaba diciéndoles: «Dios qué nos libró, y saca de tan grandes apuros, esperémosle aún nos librará y ayudará, si vosotros no cesáis de orar por nosotros.» (1.a Cor. 4,10-11).

Sean por la gracia fecundos estos deseos nuestros, y llegue a mis amados diocesanos la  bendición que a todos doy en el nombre de Dios Padre,  y de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.

Dado en nuestro palacio Episcopal de Cuenca, a 25 de Abril de 1922.

                                                                           + CRUZ Obispo de Cuenca.

Circular sobre las preces al Espíritu Santo, 17 de mayo de 1922

Circular sobre preces al Espíritu Santo

Al aproximarse la solemnidad de Pentecostés, hemos de redoblar nuestras plegarias al trono de las divinas misericordias, impetrando los dones y gracias del Espíritu Santo, por cuya virtud se ha de re­novar la faz de la tierra, en expresión del Profeta Rey «Enviarás, tu Espíritu y renovarás la faz de la tierra».

Hoy que el mal cunde y se extiende por doquier
es necesario levantar el corazón a lo alto y pedir
con .fervorosas e insistentes súplicas que el Espíritu
Paráclito infunda en nuestras almas el fuego de la
caridad, del amor, para restablecer en el mundo las
hermosas costumbres características de los hijos de.
Dios.

A ese Espíritu consoladores hemos de acudir también cuando el pecho se sienta atribulado por las contrariedades, de la vida, sofocado por el fuego de las pasiones, acibarado por la desgracia, y El que es dulce huésped de las almas y confortante refrigerio de las mismas, nos proporcionará el éxito dé nuestra salvación y el perenne gozo de la eternidad. Por esto y a los indicados fines, el Sumo Pontífice de inmortal memoria, León XIII, en sus Encíclicas «Próvida-Matris» y «Divinum illud munus» de 5 y 9 de Mayo de 1895 y 1897 respectivamente, dispuso se elevasen preces publicas al Espíritu Santo durante los nueve días que anteceden a la fiesta de Pente­costés.

       Y Nos secundando los deseos de la Santa Sede, ordenamos que en todas las Iglesias dependientes de nuestra jurisdicción se hagan las preces de referencia, a cuyo efecto damos por reproducidas las disposiciones dictadas, por nuestros venerables pre­decesores, sobre el particular, en 21 y 27 de Mayo de 1895 y 1897 é insertas en el Boletín Oficial del Obis­pado, de los expresados años, esperando que  los Sres. Curas Párrocos y encargados de parroquia instruirán oportunamente al pueblo fiel, a fin de que sus respectivos feligreses, puedan lucrar las indul­gencias con tal motivo concedidas por la benignidad de la Sede Apostólica.

 

                                               Cuenca, 17 de Mayo de 1922.

            + El Obispo.   

 

 

Circular en favor de los niños de Rusia, 22 de diciembre de 1922

CIRCULAR DE D. CRUZ EN FAVOR DE LOS NIÑOS DE RUSIA.

D. Cruz Laplana escribe esta circular leída en todas las parroquias de la diócesis, probablemente en la solemnidad de la Epifanía de 1923, en respuesta a la iniciativa la Obra Pontificia de Socorro a favor de los niños hambrientos de Rusia.

“Hasta lo más profundo de nuestra alma llega el eco del sentido y hondo lamento con que nuestro Santísimo Padre Pío XI, pinta y deplora la triste suerte de millo­nes de niños rusos, víctimas inocentes del hambre.

Tan inmensa desgracia, cuya dolorosa realidad el Padre común de los fieles es el primero en llorar imponiéndose a la vez todo género de sacrificios y pri­vaciones; para conjurarla en cuanto le sea posible, ex­citará naturalmente y sin violencia alguna la compa­sión de todo el mundo, y nadie que tenga sentimientos humanitarios se retraerá de acudir con su óbolo, por modesto que sea,  al objeto dé mitigar, cuando menos, las necesidades de tantas hambrientas criaturas ame­nazadas tan de cerca por la inacción y por la muerte.

No se le ocultan al Santo Padre las muchas desdichas que demandan remedio en los actuales tiempos; pero al acercarse los días de Pascuas, en los cuales tanto y tanto se malgasta sin provecho alguno, llama a las puertas de la generosidad de todos e implora un socorro para los niños hambrientos en Rusia.

¿Quién no responderá a esta demanda? ¿Quién negará una limosna para tan santos propósitos?

No serán ciertamente nuestros amados diocesanos e hijos, quienes, como siempre, darán gallarda prueba dé su caridad inagotable.

Respondiendo á los deseos expresados por el Ex­celentísimo Sr. Nuncio Apostólico en Madrid, disponemos que el Comité Central diocesano queda establecido en la capital de nuestra diócesis, en la forma si­guiente: Presidente M. I. Sr. Dr. D. Crisóstomo Escribano, Secretario de Cámara y Gobierno del Obispado; Vocales: Dr. D. Marcos Herminio Lozano, cura párroco de El Salvador, de esta ciudad; D. Guiller­mo Martínez Belinchón, ídem de la de Santiago, de ídem; y D. Cayo Chamón Jiménez, ídem de la de San Esteban, dé ídem; Secretario: Lic. D. Constantino Gó­mez Montalbo, beneficiado de la S. I. Catedral.

Sin perjuicio de esto, disponemos también que en todas las parroquias de nuestra jurisdicción, y bajo la presidencia de los reverendos señores Curas párrocos, se formen: Comités locales, esperando que todos, de acuerdo con el Central, trabajarán sin tregua para ob­tener el éxito más satisfactorio y cumplimentar los de­seos del Santo Padre.”

                                                     Cuenca, 22 de diciembre de 1922.

                                                         + CRUZ, Obispo de Cuenca

 

                                                                                                                                                                                                            

Circular sobre el mes de mayo, 14 de abril de 1923

CIRCULAR SOBRE El MES DE MAYO 1923

Con el vertiginoso correr de los tiempos, acércanse rápidamente los poéticos días del Mes de las Flo­res, consagrado desde antiguo por la piedad cristiana para rememorar las virtudes de la sin par María y excitar los corazones de los fieles a copiar los hermo­sos modelos que nos legara la Reina de todos los Santos

Acuciados por el acendrado amor que desde la in­fancia nos inspiró la Madre del Amor hermoso, augus­ta soberana del Pilar de Zaragoza, haríamos traición a nuestros sentimientos marianos y ofenderíamos la arraigada piedad conquense, tan enamorada de María, si, al avecinarse el citado Mes de Mayo, no diri­giésemos a nuestros muy amados diocesanos e hijos algunas palabras, nacidas del fondo de nuestra alma, que aviven más y más el amor hacia la Reina bendita de las eternidades, Madre de Dios y Madre de los hombres a la vez, y nos obliguen a ofrendarla flores del alma, y a impetrar de tan buena Madre el remedio de todos los males que conmueven hondamente a la sociedad actual.  

Justificadísimo está que el Mes de Mayo haya sido consagrado con preferencia a cualquiera1 otro mes para las especiales alabanzas de la Virgen, porque —como dice un sabio escritor—«dicho mes nos ofrece, en la rejuvenecida naturaleza, no sólo la frescura del aire, la salubridad de los vientos y la pureza de la luz, sino, principalmente, la variedad de las plantas, la multiplicidad y la lozanía de las flores, siendo, por tanto, el mes más a propósito para hablar a nuestro corazón de Aquella que todos reconocemos, con la Iglesia, cual florida vara de Jesé, mística Rosa de Jericó, candida azucena de los valles; en una palabra: como la flor siempre bella y olorosa de los campos: Ego flos campi (Cant, II-l).

Tan elevada es su dignidad que, conforme al sen­tir de San Agustín, no ha existido entendimiento tan penetrante, ni voz tan elocuente que haya podido com­prender ni expresar la altísima dignidad de la Virgen: Huius dignitatis effectum nec cor concipere, nec linqua valet exprimere.

Es tan valioso y eficaz su patrocinio, que, como dejó escrito San Ignacio, mártir, es imposible que perezca el verdadero devoto de esta  Virgen Madre: Nunquam male peribit, qui Genitrici Virgini devotus sedulusque extiterit; y Ella misma, acomodándose las palabras del Eclesiástico (XXIV, 31) nos asegura que
sólo podrá llamarse bienaventurado y, feliz, aquel que haya sabido copiar sus virtudes, seguir sus senderos e imitar sus ejemplos: Qui elucidant me vítam aeternam habebunt.

Para agradar a María y servirla como-hijos suyos no es bastante colocar unas cuantas flores en sus altares, ni consagrarla algunas devociones; es necesario amarla con ternura, servirla con fidelidad e imitarla con diligente solicitud.

Amemos de tal modo a María, porque, como dice San Beda, no se vio nunca abandonado quien puso sus esperanzas en ella: Serviamus semper tali reginae Mariae quae non derelinquit sperantes in sé. Las muchas necesidades de los tiempos presentes nos obligan, a practicar con fervor creciente el próxi­mo Mes de Mayo, y a elevar incesantes súplicas a María para conseguir la paz de los espíritus y de las sociedades Para excitar más y más tan tierna deyoción, autorizamos a los señores sacerdotes de la diócesis, encargados de iglesias donde se practiquen los Ejercicios de Flores, para que en los días que mejor estimen puedan exponer públicamente S. D. M. y concedemos a
nuestros diocesanos cincuenta días de indulgencia, en la forma acostumbrada, por cada acto a que asistiesen en dicho mes.
 


                                                                                             Cuenca, 14 de abril de 1923.

                                                                                              + CRUZ, Obispo de Cuenca