Alicia Gómez Jareño. La sierva de Dios

Alicia Gómez Jareño. La sierva de Dios

 

Biografía

La Sierva de Dios, Alicia Gómez Jareño, nació en las Pedroñeras, (Cuenca), el día 20 de junio de 1925. Recibió el Bautismos a los ocho días después de su nacimiento. Sus padres, Celestino y Alicia,  la educaron cristianamente.

Alicia niña

Desde la niñez se mostró bondadosa, humilde y sencilla, paciente y resignada, con entera disposición a ayudar a sus padres y hermanos en todo momento, siendo muy obediente. Vivió junto a sus padres, con gran fervor, la religiosidad popular, destacando la devoción a Jesús Sacramentado, al Corazón de Jesús y a la Virgen María. Con gran piedad recibió la Primera Comunión, dando señales de  una gran fe, esperanza y caridad.

Alicia joven

Amó intensamente a Jesús Sacramentado y a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Asitía con frecuencia a la Santa Mísa, recibiendo la Sagrada Comunión. Vivió la vida interior como víctima reparadora y cuidando con gran interés como víctima reparadora y cuidando con gran interés la vida de castidad. Como si del grano de mostaza se tratara. Alicia fue creciendo en santidad, que, al no sufrir crisis alternativas, hizo florecer en ella, en esa etapa de su vida, una gozosa intimidad, con el Señor y un celo apostólico como catequista y colaboradora parroquial en todos los campos. Siempre rezó por los sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales. Difundió las Obras Misionales Pontificias, sintiendo en su corazón la necesidad de pedir por las misiones y por los misioneros. Rezaba diariamente el santo Rosario.

Alicia estudiante

Desde muy temprana edad sintió la vocación docente. No obstante, callaba en su interior este deseo, tratando de evitar nuevos gastos a la familia. Un día sus padres le indicaron que podía estudiar, por lo que se llevó una gran alegría y así poder hacer la carrera de Magisterio, ya que la enseñanza era su gran vocación. Dios la llamaba a hacer apostolado en la escuela. Comenzó los estudios y, en cinco años, obtuvo los títulos de Bachiller y de Maestra de Primera Enseñanza. El Rvdo. Sr. D. Camilo Fernández de Lelis, profesor y director espiritual de la Escuela de Magisterio de Cuenca, la ayudó a elevarse en santidad. Su corazón ardía en amor a Dios y a sus semejantes. En este tiempo hizo el voto de castidad, vivió en gracia de Dios confesando frecuentemente y recibiendo diariamente la Sagrada Comunión, sin descuidar el servicio de ayuda y caridad con todos.

Alicia maestra

Pocos años desempeñó el magisterio, pero tuvo tiempo para dar testimonio por su entrega a la enseñanza y en el fiel cumplimiento de su deber, siendo ejemplo para todos los profesores. Continuaba su labor en la catequesis, y daba ánimos en todos los movimientos apostólicos de la parroquia. Si en la escuela la querían los alumnos, en la Iglesia la rodeaban junto al Sagrario, y durante la Santa Misa. Su corazón, lleno de amor al Señor, encendía los corazones de los niños y de los jóvenes. A ella acudían las personas las personas mayores en busca de ayuda, consejo y consuelo. A todos atendió acertadamente.

Alicia enferma

Varios años de penosa enfermedad llevaron a Alicia a la más alta santidad. Ofreció su vida al Señor con alegría y sencillez. En medio de grandes sufrimientos, se la veía gozar con la presencia del Señor. ¡Cómo se confesaba y cómo se demudaba su rostro cuando recibía la Sagrada Comunión! Durante la enfermedad fue un gran apóstol de la Eucaristía, de los Corazones de Jesús y de María y de las misiones.

Alicia muere santamente

Al fin, y en olor de santidad, el 10 de septiembre de 1965 falleció en Las Pedroñeras, después de confesarse y recibir el Santo Viático y la Unción de Enfermos.

La noticia de su muerte fue llegando a sus paisanos, los que decían y repetían: “Ha muerto Alicia, ha muerto una santa”.

Causa de beatificación

El día 21 de marzo de 2014, a las 12 de la mañana el sr. Obispo de Cuenca Mons. José María Yanguas Sanz, clausuró las fase diocesana de la vida, virtudes y fama de santidad de la Sierva de Dios Alicia Gómez Jareño.

El 25 de julio de 2014 se procedió a la apertura de las actas del proceso en la Congregación para las Causas de los Santos en la Santa Sede.

Se ruega a quienes crean haber recibido algún favor por su intercesión lo comuniquen al: Postulador de la “Causa Alicia Gómez Jareño”, Obispado de Cuenca, C/ Obispo Valero, 1; 16001 Cuenca (España).

Recomendaciones de Alicia a las maestras de Las Pedroñeras

“El secreto de la alegría está en el resorte de la esperanza. Hemos de ser cultivadoras de esperanza, hemos de hacer alegre el aula.

Imitemos al Maestro (Jesucristo) siguiendo su doctrina, sus pasos y sus ejemplos. Miremos el modo de trocar en alegría aún los dolores y penas.

Aceptemos los males y penas, con buena voluntad, como venidas de la mano de Dios con paciencia, que es cristiano falsificado quien piensa escalar el cielo sin llevar la Cruz de la penitencia. En el yunque de los males se labran las almas de los justos.

Que las alumnas, aprendan el gozo que produce el bien obrar, la tranquilidad de conciencia, la santidad, para que todas quieran ser buenas y santas”

Ejercicios Espirituales 16-18 marzo 2018

Este domingo día 18 de marzo ha terminado la segunda tanda de Ejercicios Espirituales de Familias con la visita de nuestro Obispo D. José María. Organizados por la Delegación de Familia y Vida, se han desarrollado durante todo el fin de semana bajo la dirección del Sacerdote diocesano de Ciudad Real D. Fernando García-Cano Lizcano y con el tema «La vida cristiana en familia como experiencia pascual» en un ambiente de convivencia familiar y recogimiento. Todas las familias han vuelto a casa fortalecidas para afrontar la Semana Santa con espíritu renovado .

Ejercicios Espirituales 9-11 marzo 2018

 

Este domingo día 11 de marzo ha terminado la primera tanda de Ejercicios Espirituales de Familias con la visita de nuestro Obispo D. José María. Organizados por la Delegación de Familia y Vida y con la asistencia de 65 personas, entre padres e hijos, se han desarrollado durante todo el fin de semana bajo la dirección del Sacerdote diocesano D. Anotnio Carbajo Porras y con el tema «Que todos sean uno para que el mundo crea» en un ambiente de convivencia familiar y recogimiento. Todas las familias han vuelto a casa renovadas y fortalecidas en su fe y su compromiso.

El próximo fin de semana tendrá lugar la segunda tanda en Villaconejos.

Participación en el EMF de Dublín

Desde el 22 al 26 de agosto una representación de la Delegación de Familia y Vida de Cuenca ha participado en el Encuentro Mundial de las Familias 2018 en Dublín bajo el lema «El Evangelio de la Familia, alegría para el mundo». Durante estos días hemos compartido momentos y experiencias inolvidables junto con miles de familias procedentes de los cinco continentes. Entre el 22 y el 24 de agosto hemos tomado parte en la Royal Dublin Society en el Congreso Pastoral en el que, a la luz de la exhotación apostólica del Papa Francisco «Amoris Laetitita», se ha profundizado en temas muy interesantes y enriquecedores como:

·         El papel que desempeña la tecnología en la Familia

·         El impacto del conflicto en las familias y en los niños

·         Construyendo un enfoque más sustentable en la economía, el trabajo y el medio ambiente.

·         La Fe y la familia

·         El rol de liderazgo de la mujer, a nivel global y local

·         El rol de la educación para mejorar el nivel económico de las familias y evitar que sucumban en la pobreza.

Durante los días siguientes hemos participado representando a nuestra Diócesis en los actos que han tenido como protagonista a nuestro Papa Francisco, que ha querido compartir fiesta y actos litúrgicos con los miles de familias venidos de todo el mundo.

El sábado 25 de agosto por la mañana asistimos a la misa de los españoles participantes en el Encuentro en la iglesia de la Inmaculada Concepción de los franciscanos junto con las demás diócesis.  El sábado por la tarde se ha celebrado el Festival de las Familias en el Croke Park, uno de los estadios más grandes de Europa, que se encontraba lleno a rebosar, En un ambiente festivo y de fe compartida se ha desarrollado una celebración de la vida familiar alrededor del mundo con espectáculos de música y danza de una gran belleza y emotividad, así como también el testimonio de fe de cinco familias elegidas de diferentes partes del mundo.

El Papa en su mensaje nos insistió en bautizar a los niños lo antes posible y nos transmitió que «Dios quiere que cada familia sea un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo», manifestando a través de pequeños gestos de bondad en la rutina cotidiana ese amor de Dios. Volvió a recordarnos la necesidad de que en nuestras familias utilicemos con frecuencia estas tres palabras. «perdón, por favor y gracias», «cuando las familias lo hacen, sobreviven». También destacó que «una sociedad que no valora a los abuelos es una sociedad sin futuro».

Fue una velada entrañable, llena de simbolismo y con participación de todos los ámbitos de la comunidad católica irlandesa. Todos salimos emocionados e impresionados con lo que habíamos vivido.

Al día siguiente, domingo 26, se celebró la Misa de Clausura en el Phoenix Park, el parque más grande de Europa, presidida por el Papa Francisco ante más de 500.000 personas de todas las edades y de familias de todo el mundo. En ella tuvieron la suerte de concelebrar nuestros dos sacerdotes.

En un ambiente de devoción y oración, con una participación multicolor, el Papa nos invitó a convertirnos en fuente de ánimo para los demás, para compartir con ellos las palabras de vida eterna de Jesús, y que «no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad».

Por último, el Papa anunció que el próximo Encuentro será en Roma en 2021 invitándonos a participar en él. Todos los que allí estábamos manifestamos nuestra ilusión de volver a vivir esta experiencia inolvidable dentro de 3 años y volvimos a Cuenca enriquecidos por todo lo vivido y compartido en estos días y decididos a promover la participación de más familias en el próximo Encuentro Mundial.

El Pan de la Palabra – Domingo IV de Cuaresma

Querid@s amig@s:

 

El ecuador de la Cuaresma ya ha quedado atrás y encaramos un nuevo tramo del camino cuaresmal. Las lecturas de este domingo nos abren a una etapa nueva, la cuarta semana. Conforme nos aproximamos a la celebración del Misterio Pascual la palabra de Dios se va cargando de una densidad especial. Hoy  es una palabra que se nos cuela hasta el hondón del alma: «tanto amó Dios al mundo… que envió a su Hijo para que el mundo se salve por él», «Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, nos ha hecho vivir con Cristo». Y de este modo nos va preparando para lo que celebraremos en los próximos días de la Semana Santa y la Pascua, una manifestación total del amor de Dios. 

Las palabras del apóstol Pablo en la carta a los Efesios nos conecta directamente con la jornada que el papa lleva proponiendo dos años y que desde el viernes 13 a las cinco de la tarde él mismo comenzaba: Dios rico en misericordia, Dios que ama al mundo, Dios que quiere la vida para todos. 

De todos modos, demos un pequeño paseo a través de las lecturas que nos ofrece la liturgia del día:

+ La primer lectura nos conecta con el evangelio del domingo pasado. El texto del segundo libro de las Crónicas es el final de éste mismo y es el pasaje que cerraba la «Biblia» de los judíos. Después del destierro en Babilonia, el pueblo de Dios vuelve impulsado por Ciro, rey persa, con el proyecto que deja abierto este texto: regresar a la tierra prometida y reconstruir el templo, la Casa de Dios en medio de su pueblo («Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá»). El tiempo de estancia en Babilonia supuso una crisis sin precedentes en el judaísmo. El salmo responsorial nos permite ponernos en la piel de un judío desterrado: «nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión… Colgábamos nuestras citas… ¡Cómo cantar un ático del Señor en tierra extranjera!». El gran proyecto de Israel será reconstruir el Templo en Jerusalén, lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo, el lugar en el que el creyente conectaba con la vida que proviene de Dios. A la luz de este proyecto, «el gran proyecto» del pueblo de Israel tras la profunda crisis del destierro resaltan aún más las palabras de Jesús: «destruid este templo y en tres día lo levantaré… Se refería al templo de su cuerpo».

+ Jesús se presentaba el domingo pasado como el nuevo Templo, como el lugar inaudito de encuentro con Dios a partir de ahora. Esto supone un vuelco radical en el modo de concebir el culto y la religión: ya no se trata tanto de hacer sacrificios y ofrecer holocaustos cuanto de amar al ser humano en el que habita Dios, al prójimo que es imagen y semejanza de Dios. 

Hoy el texto de Juan en el evangelio nos presenta un trocito del diálogo entre Jesús y Nicodemo, ese judío simpatizante que visita a Jesús de noche. Como Nicodemo, tantos de nosotros buscamos a oscuras aún quién es Jesús, qué salvación nos trae, qué aporta a nuestras vidas… Y Jesús nos pone delante la cruz, símbolo que conecta con la serpiente que Moisés montó en un estandarte para que los mordidos de serpiente quedaran sanados con solo contemplarla. Jesús habla de su pasión. Cuando él sea elevado en la cruz, cuando se muestre más indefenso, entonces nos ofrecerá el don de la vida y de la salvación. Ahí podremos contemplar la revelación máxima del amor y de la misericordia de Dios para con el mundo. Un Dios que no quiere la muerte ni la perdición de nadie. Un Dios que ha enviado a su Hijo para dar vida al mundo, para traer salvación, para señalar y abrir el camino que conduce a la vida plena. Y ese camino es el que culmina en la cruz: camino de humildad, camino de servicio, camino de donación de uno mismo, camino de perdón, camino de amor hasta el extremo… De este modo Jesús se ha convertido en luz viviendo los momentos más oscuros de su vida: ha arrojado luz con sus palabras y con su vida y ha dejado al descubierto y vencido de muerte al mal. Ante la cruz, ante la vida que se ha entregado hasta ese límite, podemos poner la nuestra y ver si realizamos la verdad, si nuestras obras se corresponden a las de Jesús.

+ San Pablo pone a los Efesios ante el misterio escondido desde siempre y revelado ahora en Jesucristo. El misterio de Dios es un misterio de amor inconmensurable, donde no se puede ni siquiera entrever su hondura, profundidad, anchura o altura. En Jesús Dios nos ha amado con un amor grande, único, muestra de la riqueza de su misericordia. Dios es bueno y en Cristo nos ha mostrado su bondad para con nosotros. Y todo esto por su gracia: es un don de Dios.

Tanto la carta a los Efesios como el evangelio de Juan hacen hincapié en las obras buenas. El que ha experimentado este regalo de Dios, la vida nueva a la que nos ha abierto Jesús por su muerte en la cruz, tiene que realizar obras propias de los hijos de Dios. San Juan dice que esas obras están hechas según Dios, es decir, según Jesús, el que nos ha mostrado como piensa, mira, obra y ama Dios. San Pablo nos invita a dedicarnos a las buenas obras. Las obras del creyente, su comportamiento marcado por la bondad, la belleza y la verdad son una consecuencia, una respuesta al gran don que Dios nos ha regalado en su Hijo Jesucristo.

Que la proximidad ya de las fiestas pascuales nos inviten a subir a Jerusalén con Jesús, no para visitar un templo o acompañar una imagen a la que tenemos una gran devoción, sino para saborear y contemplar con gozo el misterio de nuestra salvación acontecido en Jesús de Nazaret, muerto en las afueras de Jerusalén, crucificado junto a otros malhechores. En Él está nuestra vida y nuestra salvación.

 

¡¡¡Feliz domingo a tod@s!!!!

Servicio Bíblico Diocesano

El Pan de la Palabra – Domingo de Ramos

Querid@s amig@s:

 

 

Nos disponemos a comenzar la semana grande de los cristianos. Días de intensidad, días de pasión, días de celebrar los misterios centrales de nuestra fe. Entrar en la semana de Pasión significa meternos en un gran teatro del mundo y de la vida. Hoy, domingo de Ramos, se nos presenta por anticipado de la mano del evangelista Marcos lo que iremos desgranando y viviendo durante toda esta semana. En la Pasión de Jesús aparecen todos los tipos de hombres y mujeres que hoy pueden vivir en nuestros entornos; en la Pasión de Jesús se desvela lo profundo y, al tiempo, lo dramático y trágico de la vida. De ahí que todas las celebraciones litúrgicas así como todos los actos de piedad (procesiones, via crucis, horas santas…) puedan servirnos de ayuda para entrar en el meollo de la pasión de Jesús. Si sucede esto, entonces habremos logrado descubrir también el meollo de la vida, y ya sólo podremos vivir  como Jesús, apasionadamente, y sólo podremos tratar de amar como él, hasta el extremo.

 

En la Pasión de Jesús se descubren todas las pasiones, las buenas y las malas. Se descubre en primer lugar, la pasión de Dios por la humanidad, que entrega lo que más quiere, a su propio y único Hijo, para que todos puedan tener vida y vida abundante, de calidad, vida llena de sentido, de amor. Se revela la pasión de Jesús, el Hijo que sólo ha vivido para hacer la voluntad de su Padre. Su Padre Dios ha querido mostrar su amor a los hombres y mujeres y Jesús ha sido el encargado de ello. La pasión de Dios es pasión de amor, un amor vivido hasta la consumación, hasta el final, hasta el extremo. Nos encontramos con la pasión de muchos hombres y mujeres: 

+ la pasión de los poderosos (Pilato, Caifás, Anás…), llenos de bajas pasiones que les llevan a quitar de el medio al inocente con el único fin de mantener o aumentar su poder (unos lo hacen en nombre de Dios, otros en el del emperador de turno); 

+ la pasión de los amigos de Jesús, sus discípulos, confundidos en su entusiasmo por los acontecimientos que se desencadenan contra Jesús. En un primer momento abandonarán al Maestro, pero al final, gracias a la resurrección, podrán abrir sus ojos a la verdad de Jesús (gana la vida el que la pierde, el que vive desde el servicio, el que ama hasta el extremo, el generoso, el humilde…);

+ la pasión de la gente que contempla desde lejos todo lo que sucede y que no genera gran cosa. Hombre y mujeres que viven la vida siendo manejados por los poderosos de turno, por las modas, las tendencias y que se dejan llevar con facilidad. Gente que no termina de captar en profundidad nada de lo que sucede en la pasión de Jesús. Gente que acude al teatro como mero espectador y que no saborea el gusto de vivir la vida implicándose en ella, viviéndola con pasión;

+ la pasión de algunas personas, pocas como siempre, que han descubierto lo que Jesús trae consigo; es la pasión, por ejemplo, de esa mujer sin nombre que unge  Jesús con un perfume carísimo de nardo al inicio de la pasión; una mujer apasionada, que ama con todo y sin hacer el más mínimo cálculo, su amor es un amor extremado y manirroto, como el del Maestro. Es la pasión de Simón de Cirene que ayuda, obligado, a llevar la cruz a un desconocido para él. Estas personas son las que, como Jesús, le ponen la salsa a la vida.

 

Que no nos quedemos en meros espectadores durante estos próximos días, que nos atrevamos a meternos en la piel de Simón de Cirene, de los discípulos, de la mujer sin nombre y comencemos a ver la verdad que revela la pasión de Jesús, nuestro Maestro y Señor, para que hagamos de nuestra vida una vida apasionada como la suya.

 

¡¡¡Que tengáis una semana intensa e inolvidable!!!

El Pan de la Palabra – Domingo V de Cuaresma

Queridos amigos:

 

Ya está a la vista la meta. Se acerca la Pascua. Nos sentimos invitados por Jesús a celebrar la Pascua con él: «¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con vosotros!». Y por eso mismo estamos deseosos de que llegue ese día. Pero nos queda aún esta semana última de cuaresma en la que continuar profundizando en nuestra preparación. ¡Ánimo! Podemos tener unas celebraciones pascuales gozosas. Vamos a plantearnos vivirlas como si fueran las únicas, como si estuviéramos con Jesús. ¡Te imaginas cómo serían estos días previos! Y si te cuesta, ponte en la piel de esos gentiles del evangelio de este domingo que se acercan a Felipe a pedirle: «¡Quisiéramos ver a Jesús!»

 

Pues bien, las lecturas de este domingo nos pueden ayudar a ambientarnos. Jesús sabe que ya ha llegado su hora. Esa hora que comenzó a anticipar en las bodas de Caná, junto a su madre y a sus discípulos. Es la hora de ser glorificado, de alcanzar la mayor gloria, el resplandor máximo. Tal y como nos muestra el evangelista Juan, Jesús vive estos días previos a la Pascua con una conciencia y una intensidad inaudita. Sabe que ahora sí está ante su hora: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre». Y, por si teníamos la tentación de pensar en un tipo de gloria llena de espectáculo, deslumbrante, Jesús mismo nos explica con la imagen del grano de trigo por dónde pasa su gloria:

+ es la gloria del que muere, como el grano de trigo sembrado en la tierra, para dar fruto abundante;

+ es la gloria del que se ha negado a sí mismo y ha vivido desde la entrega total al plan de Dios y a los demás;

+ no es la gloria propia, sino la gloria del Padre la que está en juego: «Ahora mi alma está agitada y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre». La gloria del nombre del Padre es la luz del amor sin medida: es el Dios que, como escuchábamos el pasado domingo, tanto ha amado al mundo que ha enviado a su propio Hijo para que el mundo tenga vida; es el Dios que quiere que todos tengan vida digna y plena; es el Dios que tiene predilección por los pequeños, los pecadores, los enfermos, los marginados… 

Ciertamente la hora de la glorificación de Jesús es una hora que no todo el mundo sabe aceptar. ¡Qué difícil es aún hoy comprender la lógica misteriosa de la cruz, que es la del Reino! ¿En verdad tiene más vida el que entrega la propia? ¿En verdad hay más alegría en dar y compartir que en recibir y acumular? ¿En verdad hay luz en la oscuridad de la cruz? ¿Qué gloria es la que se descubre en el fracaso de la cruz, en el fracaso de Jesús, en su muerte en cruz? ¿No preferimos acaso la gloria del éxito, de la fama, del poder, del tener?

Si como los griegos que se dirigen a Felipe quieres ver a Jesús, si quieres descubrir su amor, su luz, su vida, mira la cruz. Contempla al Crucificado. Dice Eugenio Zolli  «Cristo crucificado extendido en las mismas escaleras del altar es la cosa más triste y dolorosa que haya conocido. La Verdad crucificada, la más alta Sabiduría, la sabiduría de Dios crucificada, la Caridad crucificada, el Amor crucificado, Dios crucificado en su Hijo… La Divinidad es la humanidad crucificada… Y también Cristo crucificado, humillado, vilipendiado y escarnecido es la más alta expresión de la resurrección». 

 

De esta forma tan paradójica, con la muerte en cruz, Jesús ha querido sellar con la humanidad la nueva alianza. Él mismo, la noche de su pasión, al tomar el caliz entre sus manos y pasarlo a sus discípulos dijo: «Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna…». En la entrega de Jesús en la cruz derramando su sangre por nosotros y por nuestra salvación, anticipada en el gesto y las palabras de partir el pan y pasar el cáliz en la última cena, se realizado la alianza nueva que Jeremías anticipó. El profeta Jeremías, profeta que vivió el desastre de la destrucción de Jerusalén y del exilio, ve en el horizonte de la historia en la que Dios ha comprometido su palabra con el pueblo de Dios una nueva alianza. Pero será diferente, nueva: ya no escribirá sus preceptos en piedra, sino que la grabará en los corazones. La relación con Dios no estará basada en el cumplimiento frío de unos preceptos, sino en el conocimiento de Dios, un conocimiento que nos llevará al amor. Y Jesús ha manifestado entregando su propia vida por todos que Dios ama al mundo y a la humanidad como nadie puede hacerlo de otro modo. Una alianza nueva y eterna, definitiva, porque Jesús murió de una vez para siempre y lo hizo para que todos lleguemos al conocimiento del verdadero misterio de Dios, de un Dios que es Amor y que nos ha amado primero, sin merecerlo. 

 

Tal y como dice la carta a los Hebreos, Jesús fue obediente hasta el final a la voluntad del Dios-Amor, aunque le costó lágrimas, sudor y sangre (así narran los relatos de la pasión la oración de Jesús en Getsemaní). Y de este modo, «se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna». Y aquí nos salta la pregunta: ¿obedecemos a Jesús? Traduzcámoslo: obedecer significa «saber escuchar». Entonces: ¿sabemos escuchar a Jesús que nos dice que el grano de trigo ha de morir para dar fruto, o que nos pide que renunciemos más a nosotros mismos y hagamos, tal como rezamos en el Padrenuestro, la voluntad de Dios? ¿Somos servidores suyos y del Reino?

 

Pidamos en esta eucaristía y en estos últimos días de la cuaresma con las palabras del salmista: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro». Que abramos nuestro corazón al Señor confiadamente para que él nos renueve por dentro, para que pueda escribir su ley, la ley del amor, en nuestros corazones.

 

¡¡¡¡¡Feliz domingo a tod@s!!!!!

El Pan de la Palabra – Domingo V de Pascua

Querid@s amig@s:

Llegamos al quinto domingo de Pascua y continuamos escuchando el evangelio de Juan, donde Jesús se va revelando por medio de imágenes tomadas de la vida del campo. Si la semana pasada nos invitaba a contemplar al pastor y a su relación de conocimiento-amor con sus ovejas, por medio del diálogo y la escucha, este domingo Jesús nos propone la imagen de la vid y los sarmientos. Una nueva imagen tomada de la agricultura que nos permite comprender algunos aspectos de nuestra relación con Jesús Resucitado. Una imagen con raíces bíblicas en el Antiguo Testamento: Israel era la cepa que Dios sacó de Egipto y transplantó en la tierra de Canaán, esa viña por la que Dios se desvivió, tal como canta el profeta Isaías en la canción de amor de su amigo Dios por su viña (Is 5)…

El evangelio de este domingo lo encontramos en el capítulo 15, perteneciente a los discursos de despedida de Jesús tras la última cena. Por tanto, nos podemos situar en el cenáculo después de haber asistido a la cena con que el Señor se despide de sus amigos y con la que ha querido dejar un signo que recoja lo que ha sido su vida. Lo hemos visto a él, el Maestro y el Señor, arrodillado lavándonos los pies y pidiéndonos que hagamos lo mismo entre nosotros. Y ahora escuchamos su testamento, sus últimas enseñanzas antes de pasar de este mundo al Padre y dejarnos bajo la luz y la guía del Espíritu. Esa experiencia única que vivieron aquellos primeros discípulos se repite en cada celebración de la Eucaristía, recuerdo y rememoración de aquella cena.

Jesús aquí se presenta como la vid verdadera y dice que su Padre es el labrador. La vid verdadera es la que da buen fruto. Quien conoce la cultura que gira en torno a la vid sabe que hay vides que son falsas. Aparentemente no se diferencian, pero los frutos que da una y otra no se parecen en nada en el sabor, el color… La mala vid da agrazones, uvas amargas que no se pueden comer ni se puede hacer con ellas ningún vino. Y el Padre es el labrador-viñador: el Padre es el que labra, cava, quita las malas hierbas, poda, injerta los sarmientos, vendimia… El trabajo de la viña es muy constante, requiere mucha dedicación y ese trabajo lo realiza con esmero Dios Padre. 

Y en esta imagen aparecen los sarmientos llamados a dar frutos buenos. Vid-Viñador-Sarmientos son imagen de Jesús-el Padre-y los discípulos de Jesús. Entre estos elementos se entabla una relación muy especial. El Padre nos ha injertado en una vid muy especial que es su Hijo Jesús. Por medio de su Hijo quiere que nuestra vida dé frutos, sea una vida plena: «yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada». Sin esa unión con Jesús, vid verdadera, es imposible que nuestra vida produzca fruto alguno: «Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca».

En ese buscar el mejor fruto en nuestra vida («con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos») Dios Padre realiza en nosotros un trabajo constante: quiere arrancar las malas hierbas, poda (la poda es dolorosa para el árbol o arbusto) aquello que no produce ningún fruto con el fin de que dé mejores y mayores frutos… Y ese esmerado y paciente trabajo lo quiere hacer con el mayor cuidado posible. Lo realiza por medio de su Palabra, como los padres y las madres van educando a sus hijos, por medio del diálogo paciente («si mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará»).

La segunda lectura tomada de la primera carta de Juan expresa con otras palabras este misterio en el que se sumerge el creyente por medio de Jesús, la vid verdadera: el que cree en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y ama al otro vive en esa nueva vida que Dios ha preparado para todos. Sólo por medio de la fe en el nombre de Jesús es posible dar verdaderos frutos de amor de verdad y con obras, como nos pide Dios Padre, el viñador. 

Este anuncio del nombre de Jesús nos ha llegado a nosotros gracias a Pablo, instrumento que Dios buscó para que la buena noticia de Jesús llegase a todos los hombres y mujeres. Su labor misionera fue más allá de las fronteras del judaísmo y proclamó el Evangelio de Jesuscristo también a los no judíos, a los gentiles. 

Que la Eucaristía de este domingo nos lleve a sentirnos sarmientos injertados en la buena cepa que es Jesucristo; que alimentemos nuestra vida de su savia, de la escucha se su Palabra, de permanecer en Él, el único nombre que salva. Y así podamos dar frutos de amor en nuestros ambientes, que beneficien a los que están más cerca de nosotros, nuestros prójimos.

 

¡¡¡Feliz domingo en familia!!!

 Servicio Bíblico Diocesano

 

P.D.: Compartimos la canción «Dios es tu amigo, el viñador»

1. Por los caminos sedientos de luz 
levantándose antes que el sol, 
hacia los campos que lejos están 
muy temprano se va el viñador. 
No se detiene en su caminar, 
no le asusta la sed y el calor. 
Hay una viña que quiere cuidar 
viña que es todo su amor.  
Dios es tu amigo el viñador 
el que te cuida de sol a sol. 
Dios es tu amigo el viñador 
el que te pide frutos de amor.

2. Él te protege con un valladar 
levantado en tu derredor, 
quita del alma las piedras del mal 
y ha elegido la cepa mejor. 
Limpia los surcos con todo su afán 
y los riega con su sangre y su dolor. 
Dime si puede hacer algo más de su viña el viñador. 

3. Por los caminos sedientos de luz 
levantándose antes que el sol, 
hacia los campos que lejos están 
muy temprano se va el viñador. 
Sólo racimos de amargo sabor, 
ha encontrado en tu corazón. 
Dime si puede esperar algo más de su viña el viñador.

 

 

 

El Pan de la Palabra – Domingo IV de Pascua

Querid@s amig@s:

 

Una imagen domina por encima de todas en la liturgia de este domingo. La primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles presenta a Pedro interpretando la muerte y resurrección de Jesús a la luz del Salmo 117: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. Esa piedra rechazada es Jesús crucificado fuera de la ciudad, rechazado por las autoridades religiosas judías y, colgado entre el cielo y la tierra, rechazado por los hombres (la tierra) y Dios (el cielo). Esa piedra es ahora la piedra angular, la que da sentido a la edificación, tanto si se entiende como piedra que fundamenta y sostiene la construcción de todo el edificio como si se entiende como piedra de clave que culmina y sostiene un arco. Pero la imagen que sobresale y ante cuya contemplación deberíamos hoy pasar algún momento de oración es la del buen Pastor, el Pastor bueno y hermoso. El evangelio de Juan presenta a Jesús como Buen Pastor, como Pastor hermoso; la oración colecta de la eucaristía describe al Hijo de Dios como Pastor victorioso por su resurrección (“para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor”); la oración después de la comunión muestra a Dios Padre como Pastor bueno.

 

Hoy es un día para contemplar a este Pastor bueno y hermoso que encarnan Dios Padre y su Hijo Jesucristo… Imaginemos a este pastor y sintámonos sostenidos sobre sus hombros. Como escribió Abercio, cristiano del siglo II, sobre su tumba, recreémonos en la mirada de este pastor santo de ojos grandes cuya mirada nos alcanza a todos, a ti, a mí… (“Soy el discípulo de un pastor santo que tiene ojos grandes; su mirada alcanza a todos”).

 

Hoy la liturgia, pues, como lo hace cada domingo, nos invita a sumergirnos en esta experiencia que sólo podemos entrever y saborear a través de esta imagen tan sugerente: somos rebaño débil, pero rebaño por el que Dios, Pastor bueno, ha pagado el mayor precio posible, la sangre de su Hijo amado. Como rebaño débil, siempre sostenido sobre los hombres de Jesús. Él cargó sobre sus espaldas en la cruz con todas nuestras miserias y debilidades. Somos el rebaño amado de Dios Padre, cuyo amor se nos ha manifestado y ha llegado hasta nosotros a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, el buen pastor, con corazón compasivo, misericordioso, bueno y bello.

 

En esta experiencia de contemplación, resuenan con mayor fuerza y profundidad las palabras de Jesús en el evangelio, donde nos revela su misterio y su amor:

+ Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas: Jesús, a la luz de la tradición del Antiguo Testamento que contempló el rostro de Dios no como el de un ser lejano y desentendido de la humanidad sino como el de un Dios bueno y cercano (“El Señor es mi pastor, nada me falta… Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo. Tu vara y tu callado me sosiegan”), entenderá su vida de entrega y servicio a los demás. El es el buen pastor al que se le conmueven las entrañas, el que empatiza y simpatiza con su rebaño hasta el punto de llegar a un conocimiento profundo de cada una de sus ovejas.

+ Yo soy el buen Pastor que conozco a mis ovejas y ellas me conocen: Jesús llama a cada una de las ovejas por su nombre para invitarlas a entrar en una relación íntima. El verbo “conocer” en la Biblia significa entrar en intimidad, vivir una comunión íntima de amor. Esa es la relación que Jesús quiere entablar con cada uno de nosotros y con todos (“tengo otras ovejas que no son de ese redil, también a esas las tengo que atraer y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”)

+ Yo doy mi vida por las ovejas. Ese amor de Jesús buen Pastor llega hasta el punto de la entrega total, de la donación sin reservas: “yo entrego mi vida, nadie me la quieta, sino que yo la entrego libremente”

 

Saboreemos todas y cada una de las palabras que hoy nos dirige el Señor, buen Pastor, Pastor bello. Sumerjámonos en su mirada de ojos grandes que alcanza a todos. Y con el apóstol Juan en la segunda lectura hagamos experiencia del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús y que sólo es un anticipo de lo que Dios nos tiene reservado en las verdes praderas de su reino: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, ¡pues lo somos!… Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos”.

 

En espera de esa manifestación definitiva, disfrutemos de esta Palabra tan hermosa que hoy nos dirige el Señor y del pan de la Eucaristía.

 

¡¡¡Feliz domingo en familia!!!

 

Emilio

El Pan de la Palabra – Domingo III de Cuarema

Querid@s amig@s:

 

Seguimos avanzando en el camino de la Cuaresma hacia la Pascua, y lo hacemos con paso seguro afirmados en la Palabra de Dios que nos ilumina, nos orienta, nos anima y nos va dando forma en ese deseo de parecernos cada día un poco más al modelo que es Cristo.

 

Las lecturas de este domingo las vamos a meditar desde dos claves que nos da la liturgia: el salmo responsorial y el versículo previo al Evangelio. 

 

El salmo responsorial no se presenta como palabra de Dios ni se propone como oración, sino más bien como un canto de meditación que ayuda a interioridad el mensaje de la primera lectura. Este domingo respondemos diciendo: «Señor, tú tienes palabras de vida eterna». El salmo 18 alaba la ley del Señor como perfecta, descanso, fiel, enseña, alegran, dan luz, endulzan la vida, son verdaderos y justos… Pues bien, la primera lectura nos presenta el Decálogo o mandamientos de Ex 20. Son la palabra que Dios da por medio de Moisés a su pueblo recién liberado de la esclavitud con el que ha hecho una alianza. Dios ofrece los mandamientos como regalo a un pueblo al que acaba liberar de la esclavitud del faraón. Por eso, lo primero que hace es recordarle: «Yo soy el Señor, tu Dios, el que te sacó de Egipto, de la esclavitud». En el inicio de la alianza entre Dios y su pueblo encontramos una experiencia de salvación. Los mandamientos, la ley, vendrá después como oferta de camino de libertad de Dios a su pueblo, como palabra capaz de guiar sus  pasos hacia la vida, hacia la tierra prometida, hacia la libertad tan ansiada.

 

El versículo antes del Evangelio nos da una clave fundamental para interpretar el texto que sigue. Este domingo dice así: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Todo el que cree en él tiene vida eterna» (Jn 3,16). A continuación tenemos el texto de Jn 2,13-25 donde se narra el episodio de la expulsión de los mercaderes del templo. El evangelio de Juan, a diferencia de los otros evangelistas, presenta este episodio al comienzo y no al final. Jesús, movido por el celo o la pasión por Dios y por sus cosas, reacciona contra el Templo y todo lo que gira a su alrededor. El Templo, que en le judaísmo era el signo de la presencia de Dios y el lugar en el que el creyente subía a renovar su fe y a relacionarse con su Dios, se ha convertido en un mercado. Jesús denuncia que este templo que separa ya no es el lugar para dar culto en espíritu y verdad, sino que es él el principal signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Él es la Palabra que se ha hecho carne; es el que tiene palabras de vida eterna, porque es la Palabra eterna encarnada. Por eso frente a un templo que ya no cumple su fin de promover la comunión entre Dios y los hombres, porque ha creado un sistema lleno de intereses y de discrimación, Jesús se presenta como el nuevo lugar de la presencia de Dios. Esta equiparación entre Templo y cuerpo de Jesús que hace él mismo nos sugiere alargarla con las palabras de Pablo cuando presenta a la Iglesia como el cuerpo de Cristo,del que Él es la cabeza. E inmediatamente nos cuestiona: ¿somos hoy signos de la presencia de Dios en medio de nuestro mundo? ¿Nuestras comunidades cristianas son conscientes de que son el cuerpo de Cristo y que se manifiesta como tal fundamentalmente en el domingo cuando es convocado en asamblea en la eucaristía? ¿En qué hemos convertido nuestras iglesias, nuestras comunidades cristianas?

 

Finalmente la segunda lectura presenta un trocito de la primera carta de san Pablo a los Corintios en el que el apóstol nos habla de la palabra que él proclama como palabra que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Esa palabra es la de la cruz. La cruz de Cristo muerto y resucitado nos dice que el único camino que conduce a la verdadera vida y libertad es el camino de la entrega, del servicio, de la generosidad, del amor hasta el extremo, de la sencillez y de la humildad. Éste es el evangelio del que Pablo no se avergüenza y que nos está salvando a todos. 

 

El Triduo Pascual al que nos preparamos durante este tiempo de Cuaresma nos pondrá solemnemente ante esta palabra de la cruz el Viernes santo. Que estos días en los que afinamos nuestro oído para escuchar al Señor nos ayuden a disponer los oídos de nuestro corazón ante las próximas fiestas pascuales. Como dice la oración colecta de este domingo, que el Señor nos mire con amor y restaure con misericordia nuestros corazones desgarrados.

 

Feliz domingo para tod@s en familia!!!!