Jesús Valencia Martínez

Jesús Valencia Martínez

 

Párroco de Santa María del Campo Rus

Nació el día 5 de mayo de 1884 en San Lorenzo de la Parrilla. Murió asesinado el día 1 de agosto de 1936 a las dos de la mañana. Padres: Mariano y Basilisa. Hermanos: Lucrecia, María, Ángela, Ramón y Margarita. 

  Desde muy niño demostró su vocación sacerdotal, cuyos estudios siguió en el Seminario con gran aprovechamiento. Fue ordenado Diácono el día 19 de diciembre de 1908 y Prebítero el día 5 de junio de 1909. Ambas ordenaciones tuvieron lugar en la S.I.C.B de Cuenca de manos de Mons. Wenceslao Sangüesa. Se distinguió por el celo y cariño que demostraba por su iglesia y sus feligreses, así como por ser hombre de oración, preparación en sus predicaciones y catequesis y atención a enfermos y necesitados. Todo ello en la parroquia de Santa María del Campo Rus donde vivía con su hermana. 

Detenido el día 31 de julio de 1936 fue cruelmente ultrajado y maltratado, intimándole para que renegara de la fe, a lo cual contestó: “Yo, ante todo, soy ministro de Jesucristo…” A las dos de la mañana del día 1 de agosto, tras pasar un día en la prisión del pueblo “le mandaron se fuera a su casa y a la salida de la cárcel le dispararon dos tiros, quedando muerto en el acto”. Luego arrastraron su cadáver dejando los sesos pegados a los guijarros de la calle. El único pretexto alegado para su muerte fue su carácter sacerdotal y su afirmación rotunda del mismo y de la fe cristiana.

El Pan de la Palabra – Domingo III de Pascua

Querid@s amig@s:

 

El Equipo «Quiero ver» cuelga todas las semanas un video en la página web de la Editorial Verbo Divino para explicar así el mensaje del Evangelio de ese domingo. Esta semana el vídeo se titula «Libertad y vida» y termina con tres frases que nos pueden ayudar a sumergirnos en la experiencia de la Resurrección, en la experiencia de la Pascua, ya que es la experiencia propiamente cristiana (http://www.verbodivino.es/web/vid2/año%202015/Libertad%20y%20vida.mp4):

+ Creer en el Resucitado hace que la vida desborde los límites en que la encajonamos.

+ Creer en el Resucitado salta las barreras en que nuestra confianza la había encajonado.

+ Creer en el Resucitado rompe los diques de nuestra experiencia limitada.

Esto es lo que experimentaron los primeros discípulos y por eso no se cansarán de anunciarlo a los cuatro vientos, para que ese anuncio llegase lo más lejos posible y a cuanta más gente mejor. Por esa razón ha llegado hasta nosotros.

 

Las tres lecturas de hoy comparten elementos en común que pueden hacernos descubrir lo que la muerte y resurrección de Jesús aporta a nuestras vidas, ese desbordamiento, esa superación de las barreras y esa ruptura de los diques que tanto nos cuesta superar. 

 

Pedro toma la palabra en el libro de los Hechos de los Apóstoles para proclamar con valentía la resurrección de Jesús. Habla con convicción porque él sabe que el Dios de Jesucristo, que es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de los padres, el Dios de Israel, ha librado a Pedro de sus miedos, de sus pecados. Pedro ha experimentado la conversión como un regalo del Jesús resucitado. El Pedro cobarde, negador, se siente perdonado, rehabilitado, amado sin condiciones, llamado por el Señor de la Vida a sembrar el Evangelio de la Resurrección. Un anuncio sin rencor, pero con claridad: «Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, par Dios lo ha resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos». Ser testigos del Resucitado es anunciar la posibilidad de la novedad, de la reconciliación, del perdón: «arrepentíos y convertíos». El salmista, que nos ayuda a profundizar en la primera lectura, ha experimentado al igual que Pedro la luz del rostro del Señor, un Dios que lo ha escuchado y le ha dado anchura en el aprieto. Por eso puede decir que duerme en paz, porque el Señor, Él solo, le hace vivir tranquilo.

 

El presbítero Juan en su primera carta anuncia el Evangelio del perdón: Jesús ha sido la «víctima de propiciación por nuestros pecados». Juan presenta a Jesús como el Justo, al igual que Pedro en su discurso de Hechos. La muerte del Justo por los pecadores ha mostrado el verdadero rostro de Dios, un Dios que es amor cuyo amor nos ha llegado a todos por medio del Hijo, el Justo, el Inocente. Él sólo nos ha pedido que guardemos su palabra, el mandamiento del amor.

 

El evangelista Lucas ofrece la descripción de la vuelta de los discípulos de Emaús a Jerusalén junto a los Once. Ellos son una viva muestra del milagro que obra la buena noticia de la Resurrección. Los mismos que se alejaban desilusionados, tristes, desesperanzados vuelven ahora a la comunidad para comunicar con gozo su nueva experiencia de Jesús. Dice el evangelista que contaban «cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan». Es la Eucaristía y el compartir la mesa con el forastero lo que les ha abierto a esta nueva realidad de la Resurrección. En el fondo, han hecho lo mismo que Jesús durante su vida: compartir el camino de la vida y la mesa del pan con un desconocido. Haciendo lo mismo que su Maestro Jesús han podido experimentar la certeza de la resurrección. La Palabra de los Moisés, los Profetas y los otros Escritos les había abierto el entendimiento para comprender la nueva presencia de Jesús: «¿Acaso no nos ardía el corazón por el camino mientras nos explicaba las Escrituras?». 

Ahora sucederá lo mismo. Jesús, con las señales de la cruz, es decir el Crucificado, comparte con ellos la mesa («cada vez que comemos de este pan y bebemos de este vino anunciamos su muerte hasta que vuelva»), y les abre el entendimiento para comprender las Escrituras. Son las palabras de Jesús y su vida hasta la muerte en cruz y su resurrección («Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse») las que permiten descubrir la salvación que Dios por medio de Jesús ha traído a todos: la conversión y el perdón de los pecados. 

 

El Resucitado termina el evangelio diciendo: «Vosotros sois testigos de esto». Pedro junto a los otros discípulos decía: «y nosotros somos testigos». ¿Y tú, y yo, y nosotros como cristianos? ¿Somos testigos de la conversión y del perdón de los pecados? ¿Nos sentimos perdonados por Dios al precio de la sangre de Jesucristo, de su vida entregada totalmente? ¿Somos testigos de la conversión dando a los de alrededor la oportunidad de cambiar, perdonando, es decir, trabajando con esperanza y compromiso en la construcción de un mundo, de una sociedad, de una familia unida?

 

Que todos nosotros, como dice la oración colecta de hoy, exultemos de alegría y de gozo al vernos renovados y rejuvenecidos en el espíritu sabiendo que somos hijos de Dios por adopción que vivimos con la esperanza de resucitar gloriosamente como Jesús.

 

¡¡¡Feliz domingo a todo@s!!!

Servicio Bíblico Diocesano

Petronilo Vicente Vélez

Cuerpo de Capellanes de Prisiones

 

 

Había nacido en Portalrubio de Guadamejud el 31 de mayo de 1872. Sus padres eran Pablo Vicente Saiz y Mauricia Vélez Mateo. Sus hermanos Leandro y Martina. De 1882 a 1895 estudió en el Seminario de Cuenca hasta que el 30 de marzo de 1895 fue ordenado de sacerdote. El día 1 de julio de 1897 tomó posesión de la parroquia de Moncalvillo y el 18 de febrero siguiente ingresó, por oposición, en el Cuerpo de Capellanes de Prisiones, desempeñando su cargo sucesivamente en Gerona, Tarragona, Chinchilla y, finalmente, desde el 6 de marzo de 1912, en Cuenca, donde la República lo dejó cesante el 31 de agosto de 1931. 

  Don Petronilo fue un sacerdote celosísimo, ejemplar, muy culto y estudioso. 

En el desempeño de su ministerio sacerdotal resplandecieron siempre las virtudes de que el alma de D. Petronilo estaba ricamente adornada. Fue celoso e infatigable en la enseñanza de la doctrina cristiana en las parroquias y en las cárceles. Su misericordia y su caridad con los pobres y los reclusos no tenía límites: daba todo lo que tenía, hacía cuantos favores estaban a su alcance y vertía su corazón entero hasta en los casos de la mayor abyección humana. Bondadoso y apacible por el domino de su carácter, su paciencia no se agotaba ni se alteraba. La piedad sacerdotal y las virtudes eran en este sacerdote el fruto de la gracia divina y de la educación recibida en el hogar de subvenidita madre, cuya memoria siempre veneró con gran fervor, mas también eran fruto de su esfuerzo personal constante. 

En sus sermones y conversaciones con los reclusos tendía siempre a regenerar sus almas y a santificar sus dolores con la caridad y la gracia. En un sermón dijo textualmente estas hermosas palabras: “Yo, sacerdote de Dios, venido a las prisiones, os amo con el amor de la Divina Misericordia, que a ellas me trajo para derramar en estas casas los consuelos de la fe católica. No puedo desatar las opresoras ligaduras de la justicia humana que aquí os retienen, aunque sí convertirlas en fruto de contrición y de virtudes. El “ric-rac” de esos cerrojos me estremece, y al Señor ofrezco cuanto sufrís, y me espanta la sola idea de que a la cautividad unáis, ¡infelices!, la escasez de ideas religiosas…”. 

Don Petronilo era un buen sociólogo, quien desde su juventud se dio cuenta de los males históricos de su época y de la dificultad de aplicar remedios eficaces. La predicación, la catequesis, la prensa, el apostolado individual, todo debía ser empleado por todos en la lucha contra el liberalismo, calificado por él como el mayor mal de la Historia y la herejía más funesta de todos los tiempos. Contra el liberalismo empuñó su bien tajada pluma, la cual, con estilo sencillo y brillante a la vez, publicó en Barcelona, el año 1906, un interesante folleto titulado “Realidades” que descubre su alma, su cultura, su amor a la Iglesia y su inmenso patriotismo, como aparece ya en las siguientes palabras de la dedicatoria: “Estamos en los tiempos de las persecuciones. La Iglesia española sufre. Yo, el último de sus sacerdotes, lloro las desdichas de mi patria y salgo a la lid, en defensa suya, contra los enemigos de Dios.” Por su interés, creemos conveniente transcribir las siguientes líneas con que termina el folleto citado y alabado: “Cuando la piedad de mi prelado me invistió las sagradas órdenes, recordé, de rodillas ante Dios, las primeras palabras que oí de mi amorosa y bendita madre: ¡Hijo mío! Sé muy bueno, que la Virgen te querrá mucho. Y aquella buena mujer signó mi frente con la señal del cristiano, la Santa Cruz. “Por fortuna, no olvidé jamás que la Cruz era mi destino. Y a la Cruz me debo, que si mi madre, desde la bienaventuranza beatífica, mis palabras oye, yo la digo desde lo más recóndito de mi corazón: ¡Madre mía! Soy sacerdote; la Cruz, cuyo signo hermoso sellaste santísimas veces en la frente de este hijo tuyo, sobre mi pecho se descubre; si por ella y en ella hubiere de perder la vida temporal, ofrezco a Dios el sacrificio de mi vida. Tú me enseñaste a ser cristiano, y en defensa de Dios y de su Iglesia santa publico “Realidades”, porque realidad muy triste es que los tiempos del Gólgota se aproximan, y yo quisiera morir abrazado a la Cruz de mi Señor”. 

Y Dios le concedió en la vejez, después de una vida llena de méritos, la muerte gloriosa del martirio. Al estallar la Guerra Civil española estaba don Petronilo en Cuenca, de donde marchó a su pueblo natal el día 29 de julio de 1936 creyendo que allí, con su familia, estaría más seguro y podría esconderse con más facilidad. Antes de salir de Cuenca escribió en el manuscrito de un libro también titulado “Realidades” estas palabras que indican su presentimiento de una muerte próxima: “Termino, lectores, invitándoos a que en estos días calamitosos ofrezcamos nuestra vida a Dios por la salvación de nuestra querida Patria. A. M. D. G.”: a mayor gloria de Dios. 

Refugiado en Portalrubio de Guadamejud (Cuenca), sus familiares lo escondieron en un lugar donde sólo tenía el libro de rezo y un crucifijo, pasando los días resignado y contento con la voluntad divina en la oración y unión con Dios. Allí supo que los rojos habían asaltado la iglesia del pueblo, tiroteando el altar mayor, quemando todos los altares e imágenes y saliendo luego por la calle revestidos sacrílegamente con los ornamentos sagrados. Allí oraba por España y se preparaba para el martirio, que esperaba con mucha seguridad. “No hay más remedio—decía—que resignarse y aceptar al muerte que Dios nos envíe”. Un día salió del escondite a la habitación y contó que había tenido una visión: “En la pared de enfrente veía un rostro como el de Cristo Rey, y debajo, alrededor, mártires como los de Zaragoza… Y en la frente de uno de ellos había dos agujeros como de dos tiros… Y digo yo: ¿Si seré yo ese?…” 

De Huete y Tarancón fueron unos treinta milicianos armados de fusiles y con gran estruendo a registrar la casa donde estaba oculto. Allí dispararon muchos tiros para atemorizar a los familiares y evitar que nadie se defendiera. Al encontrarlo, a eso de las diez de la mañana, con su libro y el crucifijo resignado y sereno, redoblaron los milicianos “los tiros, las blasfemias y los rugidos por su triunfo”. Y allí mismo ataron con una cuerda las manos a D. Petronilo a quien maltrataron de obra y de palabra sin cesar ya hasta el momento de su muerte. 

Las doce horas que pasaron entre la prisión y la muerte le hicieron sufrir un martirio horrible. En un momento de sed devoradora pidió un vaso de agua y le respondieron: “Gasolina te vamos a dar”; y le echaron un vaso de vino por la cabeza, pero en todo el día no le dieron una gota de agua. Le pusieron en la cabeza un sombrero por burla y lo llevaron descalzo a todas partes; entre blasfemia se insultos le daban vergajos y bofetadas; en las yemas de los dedos, entre uña y carne le clavaban alfileres… Cuando lo llevaban al campo para asesinarle, un miliciano iba delante ladrando como un perro y de vez en cuando retrocedía corriendo y se echaba encima del anciano sacerdote mártir; y también entonces los otros milicianos redoblaban sus escarnios, sus blasfemias e insultos. Le hicieron subir por una cuesta a fuerza de golpes aunque por los sufrimientos y la vejez iba ya medio muerto, cubierto del sudor de la agonía, lleno de heridas, sin comer ni beber, después de un día de tormentos indecibles.Por el camino les decía que les perdonaba, pero ellos se enfurecían más y de nuevo le maltrataban. “Yo en política no me he metido; pero católico soy y así muero”. Querían los milicianos que blasfemara y él respondía: “Yo eso nunca lo hice y antes quiero morir que hacerlo”. Le mandaban cantar canciones deshonestas y replicaba: “Yo no sé esas cosas”. Por fin le dijeron que se cantar el entierro, y cantándose el Miserere y algunas antífonas de las Exequias llegó al lugar elegido por los milicianos para su muerte. Allí le mandaron ponerse de rodillas; él obedeció y dijo de nuevo que les perdonaba todo el mal que le habían hecho. Y mientras así halaba recibió diecisiete tiros y diez puñaladas. Después de muerte, un miliciano le disparó en la frente dos tiros cuyos agujeros se destacaban notablemente como había visto en la oración y llamaron mucho la atención de todos. En el lugar del martirio quedó una mancha de sangre que no desaparecía. 

Murió asesinado el día 31 de agosto de 1936 a las diez y media de la noche en el término de Villalba del Rey.

Juan José Vellisca Ruiz

 

Juan José nació en Zarza de Tajo el día 14 de noviembre de 1915. Sus padres se llamaban Facundo Vellisca Navarro y Francisca Ruiz Navarro, que tuvieron cinco hijos: Juan José, Vicente, María, Facundo y Bárbara, a quienes educaron en la fe católica en medio de una religiosidad sencilla.

Juan José, que era hombre listo y habilidoso, recibió sólida formación religiosa. Como persona de fe era capaz de defender las verdades de la fe con buenos razonamientos, lo que hizo muchas veces, y como persona social era un buen albañil, incansable trabajador y muy honrado, por lo que en el pueblo era muy querido y respetado.

Siempre participó en la vida del pueblo con fama de bueno y colaborador. Con entusiasmo participaba en las fiestas patronales de la Virgen de las Candelas, la fiesta del Corpus Christi y la Semana Santa, sobresaliendo por su devoción a San Antonio, quizás atraído por su sencillez y vida limpia, a cuya hermandad perteneció desde muy joven.

Su fama de bueno y cristiano atrajo a los perseguidores de la fe católica cuando la persecución religiosa se adueñó de este pequeño pueblo, muy religioso. Estaba con su padre trabajando en la era. Allí llegaron los perseguidores de la fe. Con engaños lograron separarlo de sus padres aunque sabía muy bien para lo que se lo llevaban. Lo trasladaron al Ayuntamiento de Zarza de Tajo y después, el 11 de agosto de 1936, a las cinco de la mañana, con otros nueve hombres de su pueblo lo sacaron del pueblo con dirección a Madrid. En el kilómetro 10 de la carretera de Vallecas fue asesinado por su fe católica. No había otras razones para hacerlo: era buena persona y católico. Fue enterrado en el cementerio de Vallecas. Sus familiares y paisanos lo tienen por mártir, por lo que piden la canonización.

El Pan de la Palabra – Domingo V de Cuaresma

Queridos amigos:

 

Ya está a la vista la meta. Se acerca la Pascua. Nos sentimos invitados por Jesús a celebrar la Pascua con él: «¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con vosotros!». Y por eso mismo estamos deseosos de que llegue ese día. Pero nos queda aún esta semana última de cuaresma en la que continuar profundizando en nuestra preparación. ¡Ánimo! Podemos tener unas celebraciones pascuales gozosas. Vamos a plantearnos vivirlas como si fueran las únicas, como si estuviéramos con Jesús. ¡Te imaginas cómo serían estos días previos! Y si te cuesta, ponte en la piel de esos gentiles del evangelio de este domingo que se acercan a Felipe a pedirle: «¡Quisiéramos ver a Jesús!»

 

Pues bien, las lecturas de este domingo nos pueden ayudar a ambientarnos. Jesús sabe que ya ha llegado su hora. Esa hora que comenzó a anticipar en las bodas de Caná, junto a su madre y a sus discípulos. Es la hora de ser glorificado, de alcanzar la mayor gloria, el resplandor máximo. Tal y como nos muestra el evangelista Juan, Jesús vive estos días previos a la Pascua con una conciencia y una intensidad inaudita. Sabe que ahora sí está ante su hora: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre». Y, por si teníamos la tentación de pensar en un tipo de gloria llena de espectáculo, deslumbrante, Jesús mismo nos explica con la imagen del grano de trigo por dónde pasa su gloria:

+ es la gloria del que muere, como el grano de trigo sembrado en la tierra, para dar fruto abundante;

+ es la gloria del que se ha negado a sí mismo y ha vivido desde la entrega total al plan de Dios y a los demás;

+ no es la gloria propia, sino la gloria del Padre la que está en juego: «Ahora mi alma está agitada y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre». La gloria del nombre del Padre es la luz del amor sin medida: es el Dios que, como escuchábamos el pasado domingo, tanto ha amado al mundo que ha enviado a su propio Hijo para que el mundo tenga vida; es el Dios que quiere que todos tengan vida digna y plena; es el Dios que tiene predilección por los pequeños, los pecadores, los enfermos, los marginados… 

Ciertamente la hora de la glorificación de Jesús es una hora que no todo el mundo sabe aceptar. ¡Qué difícil es aún hoy comprender la lógica misteriosa de la cruz, que es la del Reino! ¿En verdad tiene más vida el que entrega la propia? ¿En verdad hay más alegría en dar y compartir que en recibir y acumular? ¿En verdad hay luz en la oscuridad de la cruz? ¿Qué gloria es la que se descubre en el fracaso de la cruz, en el fracaso de Jesús, en su muerte en cruz? ¿No preferimos acaso la gloria del éxito, de la fama, del poder, del tener?

Si como los griegos que se dirigen a Felipe quieres ver a Jesús, si quieres descubrir su amor, su luz, su vida, mira la cruz. Contempla al Crucificado. Dice Eugenio Zolli  «Cristo crucificado extendido en las mismas escaleras del altar es la cosa más triste y dolorosa que haya conocido. La Verdad crucificada, la más alta Sabiduría, la sabiduría de Dios crucificada, la Caridad crucificada, el Amor crucificado, Dios crucificado en su Hijo… La Divinidad es la humanidad crucificada… Y también Cristo crucificado, humillado, vilipendiado y escarnecido es la más alta expresión de la resurrección». 

 

De esta forma tan paradójica, con la muerte en cruz, Jesús ha querido sellar con la humanidad la nueva alianza. Él mismo, la noche de su pasión, al tomar el caliz entre sus manos y pasarlo a sus discípulos dijo: «Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna…». En la entrega de Jesús en la cruz derramando su sangre por nosotros y por nuestra salvación, anticipada en el gesto y las palabras de partir el pan y pasar el cáliz en la última cena, se realizado la alianza nueva que Jeremías anticipó. El profeta Jeremías, profeta que vivió el desastre de la destrucción de Jerusalén y del exilio, ve en el horizonte de la historia en la que Dios ha comprometido su palabra con el pueblo de Dios una nueva alianza. Pero será diferente, nueva: ya no escribirá sus preceptos en piedra, sino que la grabará en los corazones. La relación con Dios no estará basada en el cumplimiento frío de unos preceptos, sino en el conocimiento de Dios, un conocimiento que nos llevará al amor. Y Jesús ha manifestado entregando su propia vida por todos que Dios ama al mundo y a la humanidad como nadie puede hacerlo de otro modo. Una alianza nueva y eterna, definitiva, porque Jesús murió de una vez para siempre y lo hizo para que todos lleguemos al conocimiento del verdadero misterio de Dios, de un Dios que es Amor y que nos ha amado primero, sin merecerlo. 

 

Tal y como dice la carta a los Hebreos, Jesús fue obediente hasta el final a la voluntad del Dios-Amor, aunque le costó lágrimas, sudor y sangre (así narran los relatos de la pasión la oración de Jesús en Getsemaní). Y de este modo, «se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna». Y aquí nos salta la pregunta: ¿obedecemos a Jesús? Traduzcámoslo: obedecer significa «saber escuchar». Entonces: ¿sabemos escuchar a Jesús que nos dice que el grano de trigo ha de morir para dar fruto, o que nos pide que renunciemos más a nosotros mismos y hagamos, tal como rezamos en el Padrenuestro, la voluntad de Dios? ¿Somos servidores suyos y del Reino?

 

Pidamos en esta eucaristía y en estos últimos días de la cuaresma con las palabras del salmista: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro». Que abramos nuestro corazón al Señor confiadamente para que él nos renueve por dentro, para que pueda escribir su ley, la ley del amor, en nuestros corazones.

 

¡¡¡¡¡Feliz domingo a tod@s!!!!!

El Pan de la Palabra – Domingo IV Tiempo Ordinario

Querid@s amig@s:

 

El evangelio de hoy es continuación del que se proclamó el domingo pasado. Está bien que, puesto que el ciclo B nos ofrece una lectura continuada del evangelio de Marcos, no perdamos de vista el hilo. Así comprenderemos un poquito mejor la presentación que Marcos hace de Jesús, el Mesías e Hijo de Dios. El domingo III escuchábamos que Jesús entra en escena como protagonista una vez que Juan el Bautista ha sido encarcelado. Y lo hace para continuar con un anuncio similar: el Bautista anunciaba la próxima venida del Mesías y del Reino de Dios, y Jesús proclama que eso ya está aconteciendo. La novedad que viene con él requiere conversión (=cambio de mentalidad) y confianza (creer que se trata de una buena noticia y fiarse de Dios). Lo primera acción que realiza Jesús es llamar a cuatro discípulos para convertirlos en pescadores de hombres, es decir, para que continúen con la misión que él está comenzando a realizar.

Aquí dejábamos la trama del evangelio. Jesús ya no está solo. Él no quiere hablar y construir un Reino de Dios en el que Dios reina como Padre-Madre en solitario. Lo quiere anunciar mostrando la fraternidad que Dios quiere para el mundo. Estamos precisamente en el Octavario de Oración por la unidad de los cristianos. Vivir en comunión y en unidad no es algo accesorio; es el único modo de hacer creíble el anuncio del Reino, proyecto de Dios para la construcción de un mundo de hermanos. Los cristianos de todas las confesiones tenemos la responsabilidad de limar asperezas, de acercar distancias para mostrar al mundo la credibilidad del proyecto de Dios. Pero esa unidad debe comenzar por revisar la comunión muchas veces rota que existe dentro de nuestras parroquias, iglesias particulares (=diócesis), familias, pueblos… Las comunidades cristianas deben redescubrir la dimensión comunitaria de la fe y vivirla con gozo: caminar por este mundo sabiendo que lo tenemos que hacer en sintonía con nuestros hermanos de fe y con todo hombre y mujer que comparta nuestra vida.

A estos discípulos, con los que Jesús quiere poner los primeros cimientos del Reino de Dios (Pedro será la piedra sobre la que edificará su iglesia; Santiago será el primero en entregar la vida…), Jesús los toma consigo para vivir con ellos y compartir la vida. Precisamente el evangelio de hoy muestra una jornada de Jesús con los suyos y con la gente que lo rodea… Los estudiosos de Marcos llaman a este episodio que comienza en Mc 1,21 la «Jornada de Cafarnaún». Acompañando a Jesús también nosotros queremos aprender de él, de sus formas, de sus actitudes, de sus sentimientos… Veamos que hace Jesús.

Jesús es un judío y sus discípulos también. Por eso, llegado el sábado, se acercan a la sinagoga, el lugar de reunión en torno a la Palabra para los judíos… La Palabra de Dios, en especial la Toráh judía, es el regalo de Dios para que su pueblo viva. Con el Salmo 119, el piadoso judío proclama en un salmo de alabanza a la Ley que «lámpara es tu Palabra (Ley) para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 119,105). A ese lugar tan importante y tan cotidiano para los judíos, en el día santo para ellos, Jesús y sus discípulos se acercan y participan. En torno a la Palabra de Dios enseñan los escribas, los maestros de la ley, pero también los adultos como Jesús. Los curioso es que el evangelio no nos dice nada de las enseñanzas de Jesús, sólo que eran con autoridad y que causaban asombro entre los demás. Probablemente hablaría del Reino de Dios, de su cercanía, de la importancia de ese momento presente, de la necesidad de cambiar la forma de pensar para poder acoger a Dios, de la necesidad de confiar en Dios y en que todo lo que viniera de Él sólo podía ser una buena noticia. Pero la gente se asombraba, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. No era un experto, no era responsable de la enseñanza, no hablaba de teorías sobre Dios. No. Hablaba con autoridad: su palabra iba acompañada de una credibilidad especial, sus obras, sus acciones.

Precisamente el evangelio narra a continuación una acción de Jesús en la sinagoga. No olvidemos el contexto: sábado, la sinagoga, en el contexto del anuncio del Reino por parte de Jesús… Jesús viene a inaugurar el Reino de Dios con la intención de vencer todas aquellas fuerzas que puedan esclavizar al ser humano o atentar contra su dignidad… La respuesta que da el espíritu inmundo a Jesús confirma esto: «¿Has venido a acabar con nosotros?», al tiempo que confirma la identidad de Jesús desvelada en el bautismo por la voz de Dios: «Sé quién eres: el Santo de Dios». Los exorcismos son una muestra de que el Reino de Dios está presente y actuando. Los discípulos que se han embarcado en la aventura del Reino van aprendiendo en su día a día con Jesús que han de implicarse en la lucha contra el mal y contra todas las fuerzas que atentan contra el ser humano… En el lugar de la comunidad reunida para la escucha y la meditación de la Palabra, Jesús muestra que su Palabra está llena de autoridad porque es capaz de liberar al ser humano de sus demonios. Frente a la palabra vacía de los escribas que no son capaces de levantar a ese hombre de su postración, la palabra de Jesús es capaz de generar vida, de posicionarse frente al mal y derrotarlo.

Este evangelio nosotros hoy lo escuchamos y lo meditamos a la luz de la primera lectura tomada del libro del Deuteronomio. En este texto, Dios promete a su pueblo que suscitará un profeta como Moisés, capaz de decir una palabra de Dios a su pueblo. Moisés tenía la autoridad que nacía de haber estado cara a cara con Dios y no haber muerto. Ese profeta es Jesús, el que ha visto y escuchado al Padre y sus palabras son veraces. Es quien nos ha dado a conocer a Dios como Padre loco de amor por toda la humanidad y toda la creación. Los primeros cristianos vieron en Jesús a este nuevo Moisés, pero con la conciencia de que era aún mayor que Moisés, porque era Mesías e Hijo de Dios. 

La segunda lectura la podemos comprender un poco mejor a la luz del evangelio. Para Pablo la inminencia de la venida definitiva del Reino que Jesús había confirmado con su muerte y resurrección necesitaba una respuesta y una entrega totales. El célibe, el no casado, tiene más posibilidades. En este contexto podremos comprender un poco mejor el hecho de que aún hoy haya muchas personas que, eligiendo libremente la opción del celibato, dediquen su vida a anunciar y trabajar por el Reino. El problema está cuando los que somos célibes no mostramos una entrega total a las causas del Reino, a la lucha contra el mal y todas sus manifestaciones…

A la luz de esta Palabra, podríamos hoy reflexionar sobre algunos asuntos: 

+ Nuestra palabra como cristianos, ¿está llena de autoridad? ¿Por qué?

+ ¿Por qué llama tanto la atención y asombra la palabra del papa Francisco? ¿No será porque su palabra va acompañada de gestos que realizan lo que dicen sus labios? 

Que la celebración de este domingo nos ayude a descubrir dónde reside la verdadera autoridad de nuestra palabra como cristianos. Que nos convirtamos todos en hombres y mujeres con la autoridad de Jesús, la de pasar por la vida haciendo el bien, ungidos por el Espíritu de Dios, y luchando contra el mal.

 

¡¡¡Feliz domingo en familia!!!

 

Servicio Bíblico Diocesano

Proyecto de lectura creyente de la Biblia

Querido hermano sacerdote:

Imaginamos que con la llegada del mes de septiembre, tras el período veraniego, estarás poniendo en marcha el nuevo curso pastoral en tus parroquias. Desde el Servicio Bíblico Diocesano tenemos el gusto de dirigirnos a ti para informarte sobre los nuevos pasos que vamos a dar en el mes de octubre.

Como bien sabes, nuestra diócesis se ha embarcado en el proyecto de Lectura Creyente de la Biblia. El pasado mes de junio, con motivo de la festividad de San Pedro y San Pablo, se mandó un rito de entronización de la Biblia y un díptico informativo para que se diera a conocer este proyecto a nuestra gente. Pues bien, ahora es el momento de dar el siguiente paso, que es el paso previo para que en las diversas parroquias de nuestra diócesis surjan grupos de cristianos que se pongan a la escucha de la Palabra de Dios de un modo más consciente y quieran vivir su fe desde ahí.

Y es ahora, en este momento, donde tú, querido sacerdote, entras en juego llevando a cabo dos tareas fundamentales para que este proyecto salga adelante y revitalice la vida de cada uno de nosotros y de la diócesis. En primer lugar, si presentaste el proyecto, es el momento de ver qué gente está dispuesta a formar parte de un grupo de lectura creyente de la Biblia (los catequistas; el grupo de Cáritas; un grupo de adultos que buscan catequesis; grupos de jóvenes; grupos de liturgia…). Si no lo has presentado aún, estás todavía a tiempo de animar a la gente durante los próximos domingos. Y en segundo lugar, te toca proponerle a alguna persona que tú veas capacitada la posibilidad de ser  animador de alguno de esos grupos de lectura creyente.

El primer curso para la capacitación de estos animadores tendrá lugar en el Seminario Conciliar de San Julián los próximos días 8, 9 y 10 de octubre, en un horario que va desde las 16:00 hasta las 20:00 horas. Sabemos de las dificultades que todos tenemos para poder dedicar tres tardes a cualquier tarea, pero desde aquí os animamos a que hagamos todos el esfuerzo y os pedimos que animéis a su vez a vuestros animadores haciéndoles ver la importancia del servicio que van a desempeñar en vuestra comunidad cristiana.

Si hacemos todos un esfuerzo, podremos sacar un grupo de lectura creyente de la Biblia en casi todas las parroquias y unirnos a este proyecto que tan urgente es para la vida y la misión de nuestra Iglesia de Cuenca. Esperamos vuestra implicación. Nosotros estamos a vuestra disposición para cualquier aclaración.

Recibid un cordial saludo. Dios nos sigue bendiciendo con su Palabra de Vida.

P.D.: Para cualquier consulta puedes dirigirte al siguiente correo electrónico o llamar al móvil de Emilio, coordinador del Servicio Bíblico Diocesano.

Equipo del Servicio Bíblico Diocesano

serviciobiblicocuenca2013@gmail.com 

 

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Comentario a la Palabra de Dios del domingo desde el Servicio Bíblico Diocesano

El Servicio Bíblico Diocesano pone en marcha esta nueva sección dedicada a la Palabra de Dios del domingo. Cada domingo o fiesta grande colgará un comentario a las lecturas que propone la liturgia dominical. Junto a este comentario propio, ofrecerá la posibilidad de descargar un comentario al Evangelio hecho por Enzo Bianchi,monje italiano de la Comunidad de Bose. La foto que encabeza esta noticia muestra los restos arqueológicos de la sinagoga de Cafarnaún hoy día. Hoy la sinagoga de Cafarnaún es cada una de nuestras parroquias donde nos reunimos para alimentarnos del Pan de Vida que se nos ofrece en la Mesa de la Palabra y en la Mesa de la Eucaristía.

Esperamos que estos comentarios sirvan de ayuda para vivir mejor la liturgia del domingo junto a los hermanos de comunidad o parroquia y para comprender más profundamente la Palabra que Dios nos dirige hoy.

El Pan de la Palabra – Domingo IV de Cuaresma

Querid@s amig@s:

 

El ecuador de la Cuaresma ya ha quedado atrás y encaramos un nuevo tramo del camino cuaresmal. Las lecturas de este domingo nos abren a una etapa nueva, la cuarta semana. Conforme nos aproximamos a la celebración del Misterio Pascual la palabra de Dios se va cargando de una densidad especial. Hoy  es una palabra que se nos cuela hasta el hondón del alma: «tanto amó Dios al mundo… que envió a su Hijo para que el mundo se salve por él», «Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, nos ha hecho vivir con Cristo». Y de este modo nos va preparando para lo que celebraremos en los próximos días de la Semana Santa y la Pascua, una manifestación total del amor de Dios. 

Las palabras del apóstol Pablo en la carta a los Efesios nos conecta directamente con la jornada que el papa lleva proponiendo dos años y que desde el viernes 13 a las cinco de la tarde él mismo comenzaba: Dios rico en misericordia, Dios que ama al mundo, Dios que quiere la vida para todos. 

De todos modos, demos un pequeño paseo a través de las lecturas que nos ofrece la liturgia del día:

+ La primer lectura nos conecta con el evangelio del domingo pasado. El texto del segundo libro de las Crónicas es el final de éste mismo y es el pasaje que cerraba la «Biblia» de los judíos. Después del destierro en Babilonia, el pueblo de Dios vuelve impulsado por Ciro, rey persa, con el proyecto que deja abierto este texto: regresar a la tierra prometida y reconstruir el templo, la Casa de Dios en medio de su pueblo («Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá»). El tiempo de estancia en Babilonia supuso una crisis sin precedentes en el judaísmo. El salmo responsorial nos permite ponernos en la piel de un judío desterrado: «nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión… Colgábamos nuestras citas… ¡Cómo cantar un ático del Señor en tierra extranjera!». El gran proyecto de Israel será reconstruir el Templo en Jerusalén, lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo, el lugar en el que el creyente conectaba con la vida que proviene de Dios. A la luz de este proyecto, «el gran proyecto» del pueblo de Israel tras la profunda crisis del destierro resaltan aún más las palabras de Jesús: «destruid este templo y en tres día lo levantaré… Se refería al templo de su cuerpo».

+ Jesús se presentaba el domingo pasado como el nuevo Templo, como el lugar inaudito de encuentro con Dios a partir de ahora. Esto supone un vuelco radical en el modo de concebir el culto y la religión: ya no se trata tanto de hacer sacrificios y ofrecer holocaustos cuanto de amar al ser humano en el que habita Dios, al prójimo que es imagen y semejanza de Dios. 

Hoy el texto de Juan en el evangelio nos presenta un trocito del diálogo entre Jesús y Nicodemo, ese judío simpatizante que visita a Jesús de noche. Como Nicodemo, tantos de nosotros buscamos a oscuras aún quién es Jesús, qué salvación nos trae, qué aporta a nuestras vidas… Y Jesús nos pone delante la cruz, símbolo que conecta con la serpiente que Moisés montó en un estandarte para que los mordidos de serpiente quedaran sanados con solo contemplarla. Jesús habla de su pasión. Cuando él sea elevado en la cruz, cuando se muestre más indefenso, entonces nos ofrecerá el don de la vida y de la salvación. Ahí podremos contemplar la revelación máxima del amor y de la misericordia de Dios para con el mundo. Un Dios que no quiere la muerte ni la perdición de nadie. Un Dios que ha enviado a su Hijo para dar vida al mundo, para traer salvación, para señalar y abrir el camino que conduce a la vida plena. Y ese camino es el que culmina en la cruz: camino de humildad, camino de servicio, camino de donación de uno mismo, camino de perdón, camino de amor hasta el extremo… De este modo Jesús se ha convertido en luz viviendo los momentos más oscuros de su vida: ha arrojado luz con sus palabras y con su vida y ha dejado al descubierto y vencido de muerte al mal. Ante la cruz, ante la vida que se ha entregado hasta ese límite, podemos poner la nuestra y ver si realizamos la verdad, si nuestras obras se corresponden a las de Jesús.

+ San Pablo pone a los Efesios ante el misterio escondido desde siempre y revelado ahora en Jesucristo. El misterio de Dios es un misterio de amor inconmensurable, donde no se puede ni siquiera entrever su hondura, profundidad, anchura o altura. En Jesús Dios nos ha amado con un amor grande, único, muestra de la riqueza de su misericordia. Dios es bueno y en Cristo nos ha mostrado su bondad para con nosotros. Y todo esto por su gracia: es un don de Dios.

Tanto la carta a los Efesios como el evangelio de Juan hacen hincapié en las obras buenas. El que ha experimentado este regalo de Dios, la vida nueva a la que nos ha abierto Jesús por su muerte en la cruz, tiene que realizar obras propias de los hijos de Dios. San Juan dice que esas obras están hechas según Dios, es decir, según Jesús, el que nos ha mostrado como piensa, mira, obra y ama Dios. San Pablo nos invita a dedicarnos a las buenas obras. Las obras del creyente, su comportamiento marcado por la bondad, la belleza y la verdad son una consecuencia, una respuesta al gran don que Dios nos ha regalado en su Hijo Jesucristo.

Que la proximidad ya de las fiestas pascuales nos inviten a subir a Jerusalén con Jesús, no para visitar un templo o acompañar una imagen a la que tenemos una gran devoción, sino para saborear y contemplar con gozo el misterio de nuestra salvación acontecido en Jesús de Nazaret, muerto en las afueras de Jerusalén, crucificado junto a otros malhechores. En Él está nuestra vida y nuestra salvación.

 

¡¡¡Feliz domingo a tod@s!!!!

Servicio Bíblico Diocesano

El Pan de la Palabra – Domingo I de Cuaresma

Querid@s amig@s: 

En este domingo celebramos el primer domingo de Cuaresma, tiempo fuerte por antonomasia, tiempo de gracia como nos decía San Pablo el miércoles en la carta a los Corintios. Comparto con todos vosotros otra carta en un documento adjunto, es la que escribe la comunidad monástica cisterciense de Buenafuente del Sistal (página web www.buenafuente.org), pulmón espiritual en medio del Parque Natural del Alto Tajo, a la gente que tiene contacto con ella. La sensibilidad y el punto de vista de la vida monástica contemplativa puede servirnos de gran ayuda al inicio del camino cuaresmal. 

En una época en que los cristianos debemos tomar especial conciencia de nuestra propia identidad y misión en medio de nuestra sociedad y de nuestro tiempo, recordar el sentido bautismal de la Cuaresma puede servirnos de ayuda. Algunas de las lecturas de hoy precisamente nos ayudarán a este respecto. La Cuaresma durante los primeros siglos de cristianismo se convirtió en el tiempo en que se intensificaba la formación de los catecúmenos (normalmente adultos que habían optado por vivir su vida desde los valores del Evangelio). De este modo, se llegaba a la gran fiesta de la Vigilia Pascual en que éstos eran bautizados y se incorporaban plenamente a la comunidad cristiana, participando por primera vez de la mesa de la Eucaristía. Pues bien, esta cuaresma, vivida en clave bautismal, nos puede ayudar a redescubrir el gran regalo del bautismo, nuestra verdadera identidad de hij@s de Dios y nuestra responsabilidad en la construcción de una sociedad y de un mundo mejor.

Precisamente la segunda lectura de la primera carta de Pedro nos lo dice con claridad. Hablando de lo que ha supuesto la muerte de Jesús, el inocente, por nuestros pecados, hecha mano de lo acontecido en tiempos de Noé cuando salvó a unos pocos en el arca. A continuación dice que «aquello fue símbolo del bautismo que actualmente nos salva: que consiste en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Cristo Jesús, Señor nuestro». Por el bautismo, gracias a la resurrección de Jesús, hemos sido invitados a descubrir quiénes somos realmente: hijos de Dios. El bautismo nos salva. ¿Cuándo descubriremos que estamos realmente salvados, que somos hijos de Dios amados? La Cuaresma se nos ofrece como una oportunidad única para profundizar en nuestra identidad de hijos de Dios amados. ¡Aprovechémosla juntos! Pidamos unos por otros para que, descubriendo nuestra condición de hijos, construyamos la fraternidad universal.

El evangelio de Marcos que proclamábamos hace unos tres domingos nos ofrece varias claves para vivir este tiempo de Cuaresma. Justo después del bautismo en el que Jesús ha hecho experiencia de que es el Hijo amado y ha recibido la plenitud del Espíritu, éste último lo impulsa al desierto.

En el desierto encontramos la primera clave. La Cuaresma es como un camino a través del desierto, como el camino del pueblo de Israel, como el camino de Elías tras la decepción en su lucha contra los profetas de Baal. El desierto en la Biblia tiene un doble valor y simbolismo: es el lugar donde Israel se encuentra con Dios y hace alianza, donde hace experiencia del amor de Dios que lo ha liberado de la esclavitud y lo ha convertido en un pueblo de hombres y mujeres libres, en el pueblo de su propiedad; pero también será el lugar donde Israel, poco después de esta experiencia, se verá tentado, probado por la dureza del desierto y caerá en la idolatría del becerro de oro y así mostrará que la responsabilidad de la libertad siempre es una dura carga. Marcos describe de modo sucinto la experiencia de Jesús en el desierto. Mateo y Lucas describen este episodio con mayor lujo de detalles. En el desierto Jesús siente la tentación, la cual lo acompañó durante toda su vida. 

La vida del creyente, como la de Jesús, siempre está acechada por la tentación de vivir de espaldas al Padre, de dejar de hacer su voluntad. No olvidemos que la voluntad de Dios es de vida para todos. Por tanto, vale la pena gastar la vida haciendo la voluntad del Padre, pues en ello nos va nuestra plenitud y nuestra salvación. La gloria de Dios es que el hombre viva. Para eso ha enviado a su Hijo, para que todos tengamos vida y vida en plenitud. Esta fue la gran tentación que no vencieron nuestros primeros padres, Adán y Eva, en el paraíso. Pero sí la ha vencido Jesús. Él siempre buscó hacer el deseo de Dios. Las primeras páginas del Génesis, en concreto Gn 2, muestra el sueño de Dios para el mundo, su jardín. El ser humano, Adán, tú, yo…, está hecho para vivir en armonía con Dios, con el mundo creado y con los otros (Eva). Precisamente la primera parte del evangelio muestra a Jesús que vive en esa armonía: venciendo la tentación, vive en sintonía con la naturaleza y con Dios, simbolizado en el servicio de los ángeles

En el desierto de esta cuaresma podemos tratar también nosotros de hacer realidad el proyecto de Dios: que seamos felices en armonía con todo el universo. Precisamente las prácticas cuaresmales que propone la Iglesia desde siempre inspirándose en el evangelio de Mateo que leemos cada miércoles de ceniza persiguen ayudarnos a vivir una relación más auténtica con nosotros mismos (ayunar para conocernos mejor), con los otros (dar limosna: compartir con los otros nuestros bienes, nuestro tiempo, nuestra cercanía…), con Dios (orar en momentos de silencio y reconocimiento con el Padre Dios).

La segunda clave nos la ofrece el anuncio de Jesús: conversión. La Cuaresma se nos ofrece como un tiempo de conversión, de cambio de mentalidad… Si somos capaces de hacer memoria,  después de tantas cuaresmas vividas descubriremos, como dice el apóstol Pedro, qué grande es la paciencia de Dios que aguardaba entonces y aguarda ahora nuestra conversión. O como dice el salmista, llegaremos a descubrir la ternura y misericordia de Dios, su bondad, su paciencia con nosotros, pues «enseña su camino a los humildes, a los pecadores». Por eso la Cuaresma es un tiempo de gracia. El hecho de buscar momentos para escuchar nuestro propio corazón, para escuchar a los otros con los que tenemos que vivir la fraternidad y a Dios, que cada día nos regala su Palabra viva y eficaz, puede llevarnos a ese cambio tan deseado en cada una de nuestras relaciones y a saborear una vida más plena.

Como dice la oración colecta de este primer domingo y que resume todo esto: que el Señor nos conceda «al celebrar un año más la santa Cuaresma, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud». Que durante estos días, bien atentos a la Palabra de Dios («Desconocer las Escrituras, es desconocer a Cristo», decía San Jerónimo), podamos profundizar un poco más en el misterio de Jesús, el único modelo en que fijar nuestro ojos. Que el Señor nos enseñe a cada uno nuestro camino y nos instruya en sus sendas.

 

Feliz domingo a todo@s!!!

Servicio Bíblico Diocesano