Sobre la persecución religiosa en Rusia, 10 de marzo de 1930

LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN RUSIA

Su Santidad el Papa Pío XI en impresionante carta dirigida a su Vicario General en Roma Emi­nentísimo Cardenal Pompili, después de exponer cuantos esfuerzos ha hecho inútilmente para lo­grar el respeto de las conciencias y la libertad del culto y de los bienes de la Iglesia en Rusia, y de re­cordar su gran consuelo por haber libertado de la pe­na capital al Patriarca Tikon y por haber salvado del hambre y de una muerte horrible a más de 150.000 niños, a los que alimentaron diariamente los emisarios del Papa mientras les fue permitido, pues luego se pre­firió por los gobernantes soviéticos lanzar a una muer­te tristísima a muchos millares de pobrecitos niños inocentes antes que consentir que fueran socorridos por la caridad de loa católicos de todo él mundo; después de hacer otras consideraciones sobre los estra­gos lamentabilísimos causados, especialmente entre la juventud, por las campañas del más desenfrenado ateísmo del «frente antirreligioso» y de la «Liga de los sin Dios militantes», y sobre el estado por demás de­plorable, en que actualmente se encuentran los cris­tianos en Rusia, donde se ha llegado hasta a obligar a los empleados de oficinas, hombres y mujeres, a fir­mar una declaración dé apostasía formal y— ¡horribilí­simo-! -de odio contra Dios, bajo la pena de ser privados de los bonos de pan, vestido, habitación y demás, lo que equivale a morir de hambre y de miseria, de­clara Su Santidad su vivísimo deseo de que se orga­nice en todo el mundo cristiano una reparación uni­versal y solemne de tanto crimen, de tanta blasfe­mia, de tanto mal; y a este fin anuncia que el próximo día del glorioso Patriarca San José celebra­rá él sobre el sepulcro del Príncipe de los Apóstoles en la Basílica de San Pedro una Misa de reparación por tantas y tan cruelísimas ofensas a Dios Nuestro Señor y de plegaria por el infeliz pueblo ruso, que se halla en el mayor de los infortunios, confiando en que todo el mundo católico se unirá a ese solemne acto suyo de reparación y de plegaria.

Secundando con gran complacencia por nuestra parte el piadosísimo deseo del Santo Padre, ordenamos que en todas las iglesias parroquiales filiales, conventuales aún en las exentas, se celebre el próximo día de San José una Misa de Comunión, excitando a los fieles a unir su intención con la de Su Santidad, y que en el mismo día, ya sea a la mañana, ya a la tarde, según convenga en cada sitio, se exponga al Santísimo Sacramento, servatis servandis, y se recen ante Él la estación mayor, las letanías de los Santos con la jaculatoria indulgenciada ¡Salvador del mundo, salvad a Rusia! Y un Padre nuestro a San José por la pronta terminación de la persecución religiosa y por la libertad de la Iglesia en aquella desventurada na­ción.

Cuenca 10 de Marzo de 1930.

 

El Obispo.

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